viernes, 14 de noviembre de 2025

Justicia por mano propia

José Leonardo Rincón, S. J.
José Leonardo Rincón, S. J.

Impactan las noticias de conductores ebrios y ladrones linchados por turbas enardecidas. Las víctimas de estos occisos fueron gente inocente: algunos departían frente a un puesto de comidas, otros iban en moto o eran simples transeúntes que fueron embestidos con sevicia; una mamá a la que roban aprovechando que está ocupada con su pequeña hija... no son los primeros casos, no son los únicos, no serán los últimos.

Lo que se devela tras tan violentos acontecimientos, que ahora quiere sancionar la justicia, es que la gente está harta de la impunidad. Por el sector en el que vivo hay un ladrón de celulares que ha sido capturado 38 veces, llevado al CAI, y 38 veces ha sido dejando en libertad. Las muchachas que azuzaron a los asesinos del joven estudiante asesinado el 31 de octubre están libres porque no hay manera de involucrarlas. El aparato de justicia falla. Los delincuentes lo saben y por eso mismo siguen infringiendo la ley descaradamente, porque tienen claro que no les va a pasar nada. Son los ladrones callejeros de barrio, pero también los encumbrados funcionarios de cuello blanco en altas posiciones del Estado o los que tienen reconocidos e influyentes abogados que logran exonerar a sus clientes, como en el caso Colmenares.

La misma "autoridad" se siente impotente. Si no hay pruebas del acto en flagrancia, habilidosos, por no decir mañosos abogados, saben cómo eludir la justicia. Hecha la ley, fue hecha la trampa. Esto es lo que la ciudadanía tolera cada vez menos y por eso cobra justicia por propia mano. Más de un fletero motorizado ha sido abatido al momento de cometer su crimen.

Paradójicamente, ahí sí, la justicia funciona y el que actuaba en legítima defensa es judicializado y le cae todo el peso de la ley. El que se robó comida para sobrevivir es condenado a prisión, pero el corrupto que robó miles de millones anda suelto. Delinquir paga. Porque aquel pobretón se pudre en una cárcel, en tanto los distinguidos malhechores disfrutan de casa por cárcel o libertad condicional.

La justicia por propia mano es inmediata y efectiva. La justicia ordinaria ni cojea ni llega. Grave el asunto en un marco de Estado fallido. Los centros de reclusión padecen de hacinamiento. Decenas de miles de procesos están detenidos. No se avanza. Cuando en una de nuestras casas nos hicieron un robo, el funcionario de la fiscalía que atendió el caso sobre las 10 de la mañana, nos dijo que era el cuarto caso de denuncia que ese mismo día estaba recibiendo y que por el estilo, cada día, eran como 10 que solo a él le tocaba atender. Hagamos cuentas de los altos índices de criminalidad. Más aún, siendo sincero, aunque el robo había sido cuantioso, como no había lesiones personales ni muertos, de seguro no avanzaría, nos dijo alentando nuestra resignación. Así ha sido: casi un año después solo hubo una ampliación de la denuncia pasados seis meses y luego, nada.

A propósito de los cada vez más recurrentes casos de justicia por propia mano, vamos a ver qué dicen las "autoridades". Ya veo declaraciones compungidas lamentando los hechos, descalificando el inaceptable proceder de las turbas asesinas, pidiendo dejar que la justicia ordinaria actúe legítimamente, para que todo siga igual o peor que antes. Pasa aquí y pasa en otras latitudes. La muerte del alcalde de Uruapan, en México, estaba perfectamente anunciada: no ha pasado nada. El genocidio en Gaza, crimen de lesa humanidad, se sigue dando ante los ojos indiferentes de la comunidad internacional: no pasa nada. La cuestión es y ¿por qué tenemos que esperar dictaduras y regímenes que impongan orden y disciplina con también potenciales excesos?, ¿por qué tenemos que seguir aguantando impotentes la injusticia e impunidad que están a la orden del día?, ¿hasta cuándo?

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