miércoles, 5 de noviembre de 2025

Abelardo, el "reconstructor"

Luis Alfonso García Carmona
Luis Alfonso García Carmona

Como una inesperada tromba ha removido nuestra política la decisión del abogado Abelardo de la Espriella de postularse como candidato independiente a la Presidencia de la República.

Con un programa concreto de reconstrucción de este país destruido en todos sus aspectos por el funesto paso de la izquierda radical por el poder, ha devuelto a los colombianos la perdida esperanza y se ha convertido en un motor que despierta a su paso un febril entusiasmo y una fundada certidumbre de que muy pronto hará cesar esta horrible noche.

Lo ha dicho sin ambigüedades ni temores. Afirma que la reconstrucción de Colombia es su objetivo, y que, si lo logra, se irá tranquilo al sepulcro, incluso si eso significara morir al día siguiente de finalizar su mandato.

Punto por punto, propone soluciones para la inseguridad, la corrupción, la destrucción del sistema de salud, el mal estado de la economía, la elevación del nivel y la modernización de la educación, la falta de justicia y la escasez de empleos dignos dentro de la formalidad. Acción inmediata para estos problemas anuncia desde el mismo día de su posesión.

No en vano ha tomado desde el inicio de su campaña el primer lugar en las encuestas de favorabilidad. Mientras un centenar de rivales se enzarzan en toda clase de artimañas para ser escogidos por las mayorías, y muchos colombianos permanecen aferrados a la ilusión de que una impracticable unión se obtenga entre los candidatos y precandidatos de oposición, sigue imperturbable Abelardo, “el reconstructor”, en la tarea que se ha impuesto de reconstruir la nación.

No puedo desconocer un cierto paralelismo con otra gran figura de la política nacional, también de origen costeño: Rafel Núñez. Fue cuatro veces presidente y por razones de salud tuvo que dejar la Presidencia en varias ocasiones, pero legó grandes realizaciones, entre las que cabe mencionar: La aprobación de la Constitución de 1886, que nos rigió hasta 1991 y permitió que en esos 105 años pasáramos de ser un país campesino a una nación en vía de desarrollo; la firma del Concordato con la Santa Sede en 1987, que reglamentó las relaciones entre el Estado y la Iglesia Católica; la creación de la letra del Himno Nacional; el cambio del sistema federal por el de la centralización política y descentralización administrativa, creando los departamentos en lugar de los estados independientes; la fundación del Banco Nacional en 1980, precursor del Banco de la República; promovió la unión continental organizando la Conferencia Iberoamericana de Panamá en 1982; inició la construcción del canal de Panamá según el proyecto de Fernando de Lesseps y del ferrocarril de Bogotá a Girardot, entre otras muchas realizaciones.

Defendió esta política bajo el lema “Regeneración o catástrofe”.

En nuestros días, cuando la moral y los valores espirituales han cedido su lugar a la corrupción, la mentira y la traición a nuestros principios fundacionales, se impone, por supuesto, la política de “Reconstrucción o desastre”, bajo la inflexible y valerosa conducción de Abelardo de la Espriella.

Si alguna duda quedaba sobre su capacidad para enfrentar a los enemigos de la patria y reconstruir lo que estos han demolido, la certeza del triunfo fue avalada por la multitudinaria y entusiasta convención del Movistar Arena que ha logrado impactar a las grandes mayorías del país que parecían dormidas y desamparadas en medio de la confusión general.

Tiempos mejores vendrán para esta querida Patria, pero el optimismo no puede nublar nuestras entendederas. Es ésta una batalla cultural en la que nos jugamos nuestro futuro y el de nuestros hijos. Vigilemos, paso a paso, la diabólica estrategia del enemigo, y hagamos caso omiso de las melifluas y embaucadoras invitaciones a la tibieza y a la tolerancia con quienes nos decretaron la guerra.

Paso de vencedores con Abelardo, el “reconstructor”.