viernes, 3 de octubre de 2025

No hay derecho

José Leonardo Rincón, S. J.
José Leonardo Rincón, S. J.

La expresión "no hay derecho" podría entenderse de dos maneras: tenemos, no en la teoría, pero si en la práctica, una real y efectiva ausencia del derecho, de los derechos humanos que son violentados todos los días, del derecho internacional humanitario que pareciera un romántico saludo a la bandera, del derecho, no sé si impotente o incapaz, de ejercer justicia, de un derecho perfectamente elaborado en leyes y códigos que pareciera no servir para nada.

Y la expresión ¡no hay derecho! como manifestación y grito cargado de desconcierto, incluso dolor, rabia, desazón, cuando quien lo grita observa exabruptos, bellaquerías, atropellos, injusticias...

Y las dos expresiones resultan válidas para señalar lo que está pasando en Gaza y que ha llegado a evidenciar hasta dónde somos capaces de degradarnos como seres humanos. Porque no hay derecho a que no se haya logrado frenar el genocidio que allí se comete y ¡no hay derecho! a que esta tragedia monumental, después de dos años derramando sangre todos los días, se nos haya convertido en paisaje que ya no nos afecta, no nos conmueve, no nos impacta. Lo vemos como un problema lejano, de otros, de unos pueblos que llevan tres mil años matándose entre sí.

Lo que hizo el grupo Hamás asesinando gente indefensa en Israel fue realmente estúpido y merece todo el reproche, pero lo que sistemáticamente ha venido haciendo Israel, cobrando con creces vidas inocentes al mejor estilo del "ojo por ojo y diente", ya sobrepasa el más pesimista de los pronósticos. Es una barbarie.

Los judíos fueron masacrados vilmente en la Segunda Guerra Mundial y el mundo estremecido se solidarizó con su dolor, les entregó unas tierras, resarció su dignidad y los reconoció como Estado. Nunca imaginamos que las víctimas de otrora se volverían hoy sanguinarios victimarios y con un derroche de amnesia resultaran persiguiendo un pueblo que como ellos también tiene derecho a contar con unas casas para vivir dignamente, trabajar la tierra y poder estar en paz.

Es increíble que la cuenta de cobro se haya sobrepasado con creces y que el propósito sea borrar del mapa al pueblo palestino. Es absolutamente absurdo que justos paguen por pecadores. Sin entrañas impide que puedan recibir ayudas y literalmente los hace morir de hambre; esto no tiene nombre.

Es verdad que subyacen a este conflicto razones históricas, políticas, ideológicas, religiosas, económicas... es cierto que son pueblos tradicionalmente enemistados, pero no es tolerable permitir, desde ningún punto de vista, que la vida no sea posible y que el derramamiento de sangre siga dándose sin más. Este conflicto debe superarse con la decisiva intervención de la comunidad internacional porque estos dos pueblos, tan diferentes como lo han sido en muchos aspectos, merecen vivir, merecen una tierra para todos, nacer y morir en su terruño. A Israel se le dio la mano cuando más humillado estaba. A Palestina hay que darle la mano antes de que la aniquilen del todo. No es un asunto ideológico, es elemental cuestión de humanidad. Hoy son ellos, mañana podemos ser nosotros. No hay derecho, ¡no hay derecho!