José Alvear Sanín
Los alucinantes episodios de locura
frenética en la sede de la ONU y en las calles de Nueva York, superan todo lo
que podría esperarse de Petro.
Desde aquel horrible 7 de agosto, no ha
dejado de protagonizar diariamente un escándalo. En 1206 ocasiones ha llamado
la atención con groserías, vulgaridades y procacidades, cuando no ha incurrido
en actos públicos de depravación o en conductas más o menos fronterizas con el
Código Penal, empezando por el desconocimiento de providencias judiciales, o
proponiendo actuaciones contrarias a la Constitución, actos indignos todos
ellos, e impropios, aun en adictos reconocidos.
¿Como es posible que un individuo en tan
deplorable estado de salud mental haga y deshaga desde la Presidencia de
Colombia?, pero como todo se le ha tolerado, cada día opaca su anterior
escándalo con otro peor, hasta el extremo de que nadie es capaz de seleccionar,
digamos, los cinco momentos más escabrosos y desquiciados, hasta ahora, de su
actuación... porque todo en ella ha sido delirante.
Sin embargo, lo de Nueva York es
asombroso, incluso viniendo de él. El discurso ante un auditorio vacío es
bochornoso para Colombia por la exaltación estridente, la gesticulación
extravagante, la indumentaria inapropiada y la supina estupidez del discurso,
todo ello propio de un orate.
No le bastó con evocar nostálgicamente a
Stalin e insultar a Trump, sino que decretó, con todo y banderita, la guerra a
muerte a Israel y los Estados Unidos, para lo cual empezó a recoger nombres “de
colombianos y colombianas” para formar un ejército superior al de la mayor
potencia militar de la historia, con el fin de liberar a Gaza, en el que él,
personalmente, se va a enrolar, aunque todavía no nos ha dicho si lo hará como
simple soldado o como generalísimo...
Y luego, en la calle, apareció gritando,
megáfono en mano, un chorro de desatinos, dislates y despropósitos, incluido el
llamado a la U.S. Army para que desobedezca a su presidente, lo que sin duda
alguna es un delito federal.
Ahora bien, ya no hay duda de que
estamos en poder de un loco furioso, que al regresar a Colombia no será llevado
con camisa de fuerza a donde corresponde, sino que seguirá acabando con el
país.
Entonces, como no hay quién recluya a
este peligroso lunático, tendremos que esperar algo parecido a lo que sucedió
en 1921, cuando el emperador Yoshi-Hito, que no enfatizaba sus discursos con un
lapicito, sino que formaba un telescopio con los documentos para mirar la
audiencia, tuvo que ser depuesto el día que se empelotó en público.
Al paso que vamos, es de esperar que
Petro no se demore mucho en emular en cueros con el japonés. Al fin y al cabo,
estamos entre emperadores, pero el nuestro es galáctico, en tanto que el otro
apenas era terráqueo.
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