viernes, 31 de octubre de 2025

El estresante placer de viajar

José Leonardo Rincón, S. J.
José Leonardo Rincón, S. J.

De niño me parecía genial la vida de esos profesionales adultos que viajaban con frecuencia, que madrugaban a una ciudad y volvían en la noche después de intensas horas de trabajo, que se la pasaban de aeropuerto en aeropuerto montados en un avión, ligeros de equipaje, con su maletín de negocios, todos con andar solemne y circunspecto.

Ya jesuita, en cambio, entre serio y en chiste, escuchaba decir que Fernando Londoño, exprovincial, afirmaba: “Pero ¿por qué envidian a los que viajan si eso es algo muy duro?… ustedes no saben lo duro que es tener que madrugar a un aeropuerto, hacer filas para el chequeo, cargar pesadas maletas, tener que pasar horas en una sala de espera porque el vuelo se retrasó, dormir mal en un avión sentados en estrechas sillas, cambiar de horarios y descuadrarse en el sueño, soportar el jet-lag… en fin… la vida del viajero es muy dura!” Y todo eso me parecía tan exótico como lo que pensaba de niño.

Pues la hora del karma llegó. En algunas de las misiones que he asumido, por oficio he tenido que viajar. ¡Qué cuentos ni que ocho cuartos eso de que la vida de los viajeros era envidiable! Fernando tenía razón: la vida del viajero es dura. Lo de las madrugadas es de lo más harto que hay: ¿quién dijo que es normal tener que viajar a la una de la mañana y adrede y conscientemente pasar de largo toda la noche o tener que estar en el aeropuerto a las 4.30 a. m.?, ¿a alguien le parece cómodo, en un estado deplorable de trasnocho y en ayunas, tener que hacer cola para entregar una maleta?, ¿resulta muy ameno entrar a hacer el checkin y encontrar un letrero diciendo que el vuelo ha sido cancelado o modificado en su horario?, ¿qué de agradable tiene eso de sentarse en una sala de espera por dos horas y de pronto llegar un funcionario de la aerolínea a decirle que la maleta de mano está muy grande y que tiene que echarla a la bodega o pagar por guardarla?

Y cuando ya se está abordo ¿encuentran relajante tener que sentarse en una silla donde uno no se puede estirar porque lo obligan a poner debajo del asiento el bolso de mano y si el pasajero de adelante le da por reclinar su silla queda uno literalmente embutido?, ¿que pase todo el vuelo sin pasar un vaso de agua porque si lo quiere hay que pagar seis dólares porque es agua recogida en los manantiales divinos?, ¿o que, preciso, le tocó al lado una señora con su bebé en brazos llorando todo el viaje o el niño travieso que salta brinca y no le funciona la ritalina para aplacarlo o la mascota divina que ladra, husmea y ahora tiene (ella sí) tratamiento de primera clase? ¿o que cuando ya esté medio dormido lo despierten porque el pasajero de la ventanilla va a ir al baño y se tiene que levantarse toda la fila?, y ¿que cuando concluya el calvario y listos para culminarlo frente a la cinta donde se recoge el equipaje resulta que su maleta llegó medio rota como si hubiera pasado un tanque de guerra por encima o que no le llegó y que después de un trámite engorroso haya que esperar al otro día para recogerla o que se la lleven a casa y con su jet lag le toque salir a comprar lo básico para poder sobrevivir?

Claro, esta podría ser la historia de Pedro el de malas o sencillamente que Fernando tenía toda la razón… viajar es muy duro.

Y lo sostengo, viajar es muy duro… pero cuando ya se encuentra uno en su destino… sea el que sea, el de su propia casa, sea el de vacaciones frente al mar, en Caño Cristales, la Muralla China o Dubai, el que sea, la sensación es otra, esa sí placentera y satisfactoria, que hay que disfrutar mientras dure, porque ya recargadas las baterías y bien relajado y descansado, no se preocupe… le espera la segunda parte de la historia: hay que volver a viajar, una historia recargada y mejorada, a punto de que cuando toda ella concluye, va a quedar usted de catre, con la sensación de que necesita unos días de descanso… y así acaecerá el eterno retorno… el karma llevado a su máxima expresión… porque viajar es un placer… ¡placer estresante! Jajaja.