Luis Alfonso García Carmona
Diría en primer
lugar que solamente la fe en el Divino Creador y la reciedumbre de nuestro
pueblo nos han permitido sobrellevar el inmenso dolor que las fuerzas del mal
han causado a Colombia en el último trimestre. Comenzó este itinerario del
crimen el 7 de junio con el asesinato del precandidato a la Presidencia
de la República y senador, Miguel Uribe Turbay. Sin reponernos aún de tan penosa
pérdida, nos enfrentamos al asesinato de una docena de integrantes de la
Policía Nacional atacados por un dron cuando viajaban en una aeronave en
cumplimiento de sus labores en las cercanías de Amalfi (Antioquia). Al día
siguiente, (22 de agosto) una tractomula cargada de explosivos causa una
tremenda masacre a las puertas de la base aérea de Cali. Pocos días
después (25 de agosto) 34 soldados son secuestrados por una turba para
impedir su labor de control en el Guaviare ¿En cuál país del mundo se ordena a
los militares dejarse secuestrar, desarmar y humillar como se hace en Colombia
con frecuencia con la aquiescencia del propio Gobierno? Todavía recordamos las
palabras de un ministro del Interior de cuyo nombre no queremos acordarnos, quien
dijo que un secuestro como este era “un cerco humanitario” y de la orden del
presidente a los militares de regresar a su base sin prestar ayuda a los
policías secuestrados. Como resultado, uno de los agentes fue degollado por la
chusma ante la impotencia de sus compañeros.
Indica a las claras
esta serie de funestos eventos el evidente propósito de la izquierda radical de
arrinconar a la sociedad, atemorizarla y, con ayuda del terror, perpetuarse
en el poder.
Craso error.
Olvidaron los enemigos de Colombia que nuestro pueblo se crece ante la
adversidad y convierte estos agravios en incentivos para la unión de
voluntades, y el propósito de recuperar el orden y la tranquilidad
reina por doquier.
Buen ejemplo de
ello es el impacto que en la opinión pública ha causado el anuncio del
lanzamiento de la candidatura del abogado Abelardo de la Espriella el
pasado 14 de agosto. El 18 del mismo mes el general Eduardo Zapateiro
declinó su candidatura y se unió a la del doctor De la Espriella. Igualmente,
el doctor Enrique Gómez Martínez, presidente del Partido Salvación Nacional
se unió al candidato De la Espriella el 26 de agosto y aceptó asumir las
funciones de Jefe del Debate en su organización. A pesar de los pocos días
transcurridos, ya las estadísticas lo colocan en primer lugar y la tendencia
continúa aumentando.
No se trata de un
movimiento personalista o de grupo. Ante la arremetida violenta del extremismo
de izquierda, no dejaron otra alternativa a las mayorías distinta a escoger la
propuesta más contundente. Si se plantea la aniquilación de la libertad y
de la seguridad de las personas y sus bienes, no hay otra opción que enfrentar
la amenaza con todo el peso de la ley y con la fuerza de unas mayorías
aplastantes. A la vera del camino quedarán los pusilánimes que no quieren
arriesgar nada, los “centristas” que busca quedar bien con Dios y con el
diablo, los que se acostumbraron a usufructuar las migajas del presupuesto.
Para muestra un
botón. En la reciente elección de un magistrado de la Corte Constitucional fracasó
el régimen con su cornucopia repleta de mermelada. El Senado, con absoluta
independencia se apartó de las presiones indebidas y votó por quien consideró
más apto. Comienza, pues, a desmoronarse la manipulación del régimen a la rama
legislativa.
Esa esperanza que
nos ilumina en medio del más profundo de los dolores, nos la detalla Jacques
Maritain en esta reflexión:
“Un único
principio de liberación, un único principio de esperanza, un único principio de paz puede levantar la masa de la
iniquidad y de la maldad y triunfar sobre ella, porque ese principio desciende
a nosotros desde la fuente creadora del mundo
y es más fuerte que el mundo: el amor fraternal, del que el Evangelio ha promulgado la ley, para escándalo
de los poderosos y que es, como bien sabe el
cristiano, la caridad misma de Dios difundida en
los corazones”.