lunes, 4 de agosto de 2025

La oprobiosas facetas de nuestra justicia

Luis Alfonso García Carmona
Luis Alfonso García Carmona

Bastan los titulares de prensa de un solo día para mostrarnos tres diferentes escenarios que ilustran las diferentes actuaciones de nuestra vergonzosa justicia:

Primer escenario. El pasado 29 de junio la juez 66 penal de control de garantías de Bogotá dictó medida de aseguramiento contra el exdirector del Departamento Administrativo de la Función Pública, César Manrique Soacha, implicado en el entramado de corrupción de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres —UNGRD—.

Deberá responder por los delitos de concierto para delinquir agravado, interés indebido en la celebración de contratos y peculado por apropiación.

A pesar de que ya fue expedida la orden de captura las autoridades no la han podido ejecutar, por una aparente fuga del alto exfuncionario del Gobierno de Gustavo Petro.” [1] (Caracol Radio). Es inconcebible que, con todo el poder del Estado se fugue un sujeto que ocupó uno de los más altos cargos en el régimen de Petro, ¿Acaso hubo una filtración de la orden que en su contra se expediría? ¿Quiénes le están sirviendo de auxiliadores para evadir la acción de la justicia? ¿Se repetirá, como en el pasado, la fuga de Santrich con la ayuda de las Cortes?

Segundo escenario. “Semana conoció en exclusiva el plan detrás de la excarcelación de alias ‘Mono Clinton’, uno de los jefes más peligrosos del ELN en los últimos 20 años, autorizada en el mes de junio, a pesar de que sobre sus hombros pesan los delitos de secuestro extorsivo agravado, concierto para delinquir, financiación del terrorismo y uso de documentación falsa.” (…) “Este hecho se dio en la ciudad de Pasto, tras una boleta de libertad firmada por el Centro de Servicios Administrativos del Tribunal, bajo acta de compromiso firmada por él mismo y en cumplimiento de una gestión liderada por la Oficina del Alto Comisionado para la Paz.” No es este un caso extraño en el régimen petrista, acostumbrado a invadir la órbita de las otras ramas del poder con diferentes argucias como esta, consistente en designar como gestor de paz a un peligroso delincuente para que sea excarcelado. Así premia el régimen a sus aliados y cómplices en el asalto al poder, mientras utiliza todo el peso de la justicia en contra de quienes se atreven a discrepar de su ideología y de su objetivo de destruir el país.

Tercer escenario. ¿Cómo ha actuado la justicia en el proceso conta Álvaro Uribe, en contraste con lo anterior? Le fueron interceptadas ilegalmente sus llamadas telefónicas a sabiendas de que no había ninguna orden contra él para proceder de esa manera. Por consiguiente, el resultado que, supuestamente fue parte de la prueba incriminatoria, no es válido. Si una prueba es ilegal, la Corte no tiene poder para convertirla en lícita, pues no es competente para modificar la ley. Otra prueba para sustentar la condena fue el dicho de un delincuente, completamente desvirtuado en el proceso. Se violó el derecho a la defensa pues no se tuvieron en cuenta las pruebas aportadas por los abogados de Uribe y, en cambio, sí se apoyó la juez en sus propias conjeturas sin ninguna sustentación. ¿Se puede prevaricar impunemente solo para cumplir el objetivo de la izquierda radical de destruir al máximo opositor del fraudulento régimen anarco-comunista? No ha existido en los anales de nuestra pobre justicia un proceso más parcializado y atentatorio del Estado de derecho que el adelantado contra Uribe. Nos lleva a concluir que no existe justicia y así lo ha advertido el pueblo colombiano en su mayoría. Un Estado con esta clase de justicia nunca será un Estado libre y soberano. Solo servirá como un esclavo más del “paraíso comunista”.