viernes, 25 de julio de 2025

Sobran candidatos, escasean estadistas

José Leonardo Rincón, S. J.
José Leonardo Rincón, S. J.

La proliferación de aspirantes y también de candidatos a la Presidencia de la República me remontó a mis primeros años de escuela, cuando la mitad del salón decíamos que cuando grandes queríamos ser presidentes. Entonces era un ingenuo sueño de niños, hoy es un reto cuesta arriba.

No sé qué pensar al ver ese gentío. Uno podría decir: ¡uf qué maravilla, candidatos es lo que tenemos!, ¡qué generosa abundancia de gente capaz de regir los destinos patrios!, ¡una bendición para Colombia tener de dónde escoger! O podría estar igualmente preocupado con este panorama: cualquier ciudadano de a pie cree, así no más, sin mucha experiencia, talante y preparación, que se puede llegar a la primera magistratura del Estado. Es tan fácil y apetecible tamaña dignidad que cualquiera podría montarse en ese potro. O podría uno pensar también que allí han llegado personajes que lo han hecho tan mal que un transeúnte con mediano perfil podría haberlo hecho mejor.

La cosa es en serio, la cosa no es fácil. Aquí nos estamos jugando el inmediato futuro de esta nación y muchos están jugando a satisfacer sus egos que no a recuperar este país patas arriba y descuadernado. Me parece que sobran candidatos y políticos oportunistas de turno y que escasean estadistas. Creo que muchos de estos no saben lo que hacen, no lo han pensado bien, no saben lo que dicen, no tienen norte claro, no están bien rodeados, no tienen equipo para adelantar un buen gobierno, no hay programas serios ni estructurados con propuestas sólidas y coherentes. Entre mayo y el 7 de agosto de 2026, ya elegidos, con los calzones abajo e improvisando a todo vapor, estarán desesperados buscando coaliciones de último momento para gobernar y repartiendo puestos a cambio de apoyo en el Congreso, esto es, repartiéndose la torta eraria pública para poder estar relativamente cómodos. Grave.

Si algo nos enseñó el actual Gobierno es que no basta llegar a la presidencia. Esa ha sido la gran frustración dicha por el mismísimo primer mandatario en los albores de su gestión: tenemos el Gobierno, pero no el control del Estado. Y la cosa es tan delicada que esos maridajes de ocasión en el tan romántico como incipiente Pacto Histórico no duraron mucho. Ok. Está bien, había que hacerlo con los de la propia corriente política para ser coherentes con los sueños genuinos. Y tampoco hubo tal. Porque que en tres años haya habido más de 50 ministros y todavía el jefe se queje de que va a tener que cambiarlos porque no conocen su plan de gobierno y no le hacen caso, es realmente vergonzoso y decepcionante. Se les acabó el tiempo y no se hizo nada o se hizo muy poco. No hubo ejecución porque no hubo brújula. Entre el caos y la anarquía, luchas intestinas, personajes cuestionables y siniestros, descarados corruptos y ladrones reconocidos que nunca fueron castigados o excluidos. Algunos lo fueron y al poco tiempo regresaron reencauchados y triunfantes. ¡Qué locura!¡Qué tal que hubiera ganado el finado Hernández que no fue capaz siquiera con la curul en el senado y que la dejó tirada, aunque su verborrea cargada de groseros epítetos fue lo que motivó a medio país!

Estamos muy mal y seguiremos peor si no hay una apuesta en serio por la educación de nuestro pueblo. No es con ignorancia como se elige un presidente. No cualquier gato aparecido puede gobernarnos. Claro, me dirán, cada pueblo tiene el gobernante que se merece. ¡Por Dios, no más karmas, no más desgracias, no más castigos!

Estoy seguro de que a cualquiera de estos cuarenta y pico o más candidatos que andan por ahí le preguntan quiénes son su equipo de gobierno y no saben qué responder. Y el día que los elijan les va a tocar poner a cualquiera: don Fermín, el administrador del conjunto, en el Ministerio de Gobierno. Doña Catica, la del quinto piso que habla tan bonito, para el Ministerio de Relaciones Exteriores. Don Pancho que terminó por fin su validación, estaría maravilloso en el Ministerio de Educación. Y ya se me acabaron los amigos. Por ahí debe haber voluntarios que nos echen una manito. A ver...

Hay que elegir él o ella, estadista. Alguien con experiencia y liderazgo, que con visión conozca y sepa de los asuntos del Estado, o como bien afirma el doctor Google: "alguien que hace todo por el bien común de las personas a las que representa. Llamar a alguien estadista es una muestra de gran respeto por su integridad. Llamar a alguien político generalmente implica que la persona es digna de muy poca estima." Así que está en nuestras manos saber elegir. Tenaz.