José Leonardo Rincón Contreras, S. J.
Muchas gracias por estar aquí esta mañana. Nos convoca
a todos el Señor Jesús muerto y resucitado, el mismo que con amor apasionado siguió
Jorge Eduardo, nuestro gordito o exgordito. Hago un rápido paneo visual y encuentro
aquí a su querida familia Serrano Ordóñez, compañeros jesuitas y exjesuitas, amigos
de toda la vida, desde el colegio y quienes a lo largo de su fructífera existencia
gozamos y compartimos en comunidades y obras apostólicas, aquí en Colombia y, sin
exagerar, en medio mundo, su amistad y compañía.
Acabamos de escuchar el texto de Lucas que nos cuenta
la parábola del buen samaritano y yo quiero que sea Jorge Eduardo quien nos ofrezca
un minuto de homilía, la misma que preparó para el domingo de su pascua y que lo
haga desde este que fue su púlpito del templo donde hoy hace exactamente un año
asumió formalmente su misión apostólica: https://youtu.be/u9RuV7nH8mk
Así lo vimos, lo escuchamos y lo sentimos, con sencillez
y cercanía, pero también con la fuerza profética del que no solo anuncia, sino que
también denuncia y con su testimonio creíble nos evangeliza con hechos, no con discursos.
No hay que ponderarlo: todos sabemos que su gran corazón y enorme sensibilidad por
los débiles, los excluidos, los vulnerables, los más pobres, estuvieron en el foco
de su existencia.
Como bien lo anotó alguno, se ha ido uno de los
grandes de esta provincia, no sólo por su extraordinaria huella misional sino también
por su singular personalidad, la de esos que desde que nacieron rompieron el molde
y se convirtieron en personajes únicos, irrepetibles, verdaderamente auténticos.
Lo conocí siendo novicio, pero fue en el juniorado
cuando me enviaron a Cúcuta a ayudarle en Semana Santa en la Parroquia de San Pío
X, en Atalaya, donde retrasada su ordenación, primero ejerció como diácono y yo
tuve la fortuna de estrenarlo como párroco, moviéndose por todos esos barrios, construyendo
comunidades de fe y solidaridad. Todavía no se había inventado las ollas comunitarias
y ya su liderazgo apostólico social era evidente. De ese viaje le debo, entre muchas
enseñanzas prácticas que me dejó la tarea de aprender a manejar vehículos pues,
precisamente, porque teniendo en la casa moto y vehículo no pude movilizarme a atender
unos requerimientos que él me pedía. Entonces me insistió que los medios son para
usarlos y para atender las necesidades de la misión.
Con esa pinta tropical multicolor que escandalizaba
a criollos, porque al decir de algunos era más propia de conductor de camión, no
lo fue menos en los ámbitos curiales romanos de estricto collar negro. Con todo,
quizás a regañadientes, aprendió también a vestirse elegante y como sacerdote honesto
de la región cuando la ocasión lo ameritaba o exigía.
Su lenguaje subido y reiterativo hacía sonrojar
a adultos al principio porque casi simultáneamente les arrancaba risotadas y a los
niños arrepentidos por el uso de su vocabulario los excusaba: ¡si el padre las dice...!
Esa creatividad siempre fue desbordante, inquieto,
insatisfecho, desde las ya mencionadas ollas comunitarias, pasando por la configuración
de la Fundación Amar y Servir como estrategia de fundraising, emprendimientos
de respetable envergadura, hasta llegar a motivar al gobierno general a llevarlo
a Roma por una década para desde allí replicar en la universal Compañía las que
hoy se llaman oficinas de desarrollo que buscan recaudar fondos para nuestra misión
apostólica. Lo era para tamañas empresas, pero también para toda suerte de estrategias:
mensajes por diferentes redes sociales y el minuto de homilía donde congregó predicadores
de todas las latitudes y que propagaba masivamente, el WhatsApp para comunicarse
con los feligreses, códigos QR para evaluar las actividades litúrgicas, buzones
de sugerencias para saber qué hacer en las celebraciones especiales, carteles, festones,
grupos, reuniones, eventos. Aquí este templo, en poco tiempo, logró revivirlo y
darle vida, litúrgicamente movilizó coros, grupos de laicos para organizar las principales
fiestas: Semana Santa, Pentecostés, mayo para Nuestra Señora y junio para el Sagrado
Corazón, Navidad para arreglar las imágenes del pesebre y cuando no había fiestas:
entonces hagamos una rampa para mejorar el acceso de quienes tienen problemas de
movilidad, ¡Por Dios! Un apóstol incansable que se gastó y desgastó dándose felizmente
a los demás.
Algún día le dije: gordito todos los días te inventas
cosas, cuando faltes ¿quién va a seguir tu ritmo?
Nuestro simpático Jorge se relacionaba con todos,
poderosos y débiles, ricos y pobres. Pastor misericordioso y acogedor con abrazos
sinceros y afectuosos y a la vez muy exigente y trancado, a veces sorprendentemente
duro e implacable. Se entiende: santandereano de carácter recio por fuera y tierno
por dentro. Frentero para decir las cosas sin anestesia, como veíamos en Isaías,
llamando las cosas por su nombre. Honesto y humilde para reconocer sus equivocaciones
cuando fraternalmente se le hacían caer en cuenta. De verdad, admirable en esto.
En un país cargado de violencia, dolor y muerte
fue un defensor apasionado de la vida, compromiso que le iba pasando factura cuando
fue amenazado de muerte y por orden del provincial tuvo que salir del país. Hombre
abierto y plural que respetaba y amaba la diversidad. De mirada global, amplia y
visionaria, de 73 años en su cédula, en realidad joven de espíritu al 100 %. Cuántos
corazones se acercaron de nuevo a Dios gracias a sus prédicas, a sus tomaduras de
pelo y constante buen humor. Hacía calar la palabra del Señor con sus mensajes.
Sus eucaristías eran bien concurridas. Indiscutiblemente en muchos dejó huellas
profundas.
Esa proverbial capacidad histriónica la tuvo siempre
y con sus ocurrencias, historias y cuentos inventados por su mente brillante en
tiempo real, narradas con tal seriedad y convicción, una y mil veces nos engañó
lo que nos hacía reír a carcajadas. Su presencia en Canisio contribuyó a construir
un ambiente comunitario alegre y grato.
Me ha llamado la atención que la gente tan pronto
supo la noticia lloró su humana partida, pero casi que inmediatamente también dijo:
pero hay fiesta en el cielo, no solo porque perseveró sino porque de seguro debe
tener a la Trinidad echándole carreta, convenciéndolos de que con la corte hay que
recoger fondos para mejorar las estancias celestiales. El mago para recaudar recursos
me contó alguna vez que cuando lo invitaban a la boda preguntaba cuánto les había
costado todo: tantos millones. Pues bien, yo solo les cobro el 3 % de esa cifra
y les explicaba que era para atender las necesidades de otros. Hoy mismo se hubiera
emocionado de ver esta multitud y ya estaría pasando la ponchera, así que no se
hagan los locos…
Amigos, Jorge quería que la celebración de sus exequias
se celebrara alegremente, como él celebró la eucaristía con esa alegría que solo
puede venir de un hombre con el Espíritu de Dios rebosando su corazón. Sigamos dando
gracias al Señor por esa vida suya que dejó huella en tantas vidas nuestras y hagámosle
caso según su última recomendación: el asunto es más de hacer que de quedarse en
el pensar, sentir, decir o escribir. En su juicio final el Señor lo ha reconocido:
tuve hambre, tuve sed, estuve enfermo, en la cárcel… eso que hiciste por los otros
lo hiciste conmigo… así que siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor.