viernes, 18 de julio de 2025

En las exequias del padre Jorge Eduardo Serrano, S. J.

José Leonardo Rincón Contreras, S. J.
José Leonardo Rincón Contreras, S. J.

Muchas gracias por estar aquí esta mañana. Nos convoca a todos el Señor Jesús muerto y resucitado, el mismo que con amor apasionado siguió Jorge Eduardo, nuestro gordito o exgordito. Hago un rápido paneo visual y encuentro aquí a su querida familia Serrano Ordóñez, compañeros jesuitas y exjesuitas, amigos de toda la vida, desde el colegio y quienes a lo largo de su fructífera existencia gozamos y compartimos en comunidades y obras apostólicas, aquí en Colombia y, sin exagerar, en medio mundo, su amistad y compañía.

Acabamos de escuchar el texto de Lucas que nos cuenta la parábola del buen samaritano y yo quiero que sea Jorge Eduardo quien nos ofrezca un minuto de homilía, la misma que preparó para el domingo de su pascua y que lo haga desde este que fue su púlpito del templo donde hoy hace exactamente un año asumió formalmente su misión apostólica: https://youtu.be/u9RuV7nH8mk

Así lo vimos, lo escuchamos y lo sentimos, con sencillez y cercanía, pero también con la fuerza profética del que no solo anuncia, sino que también denuncia y con su testimonio creíble nos evangeliza con hechos, no con discursos. No hay que ponderarlo: todos sabemos que su gran corazón y enorme sensibilidad por los débiles, los excluidos, los vulnerables, los más pobres, estuvieron en el foco de su existencia.

Como bien lo anotó alguno, se ha ido uno de los grandes de esta provincia, no sólo por su extraordinaria huella misional sino también por su singular personalidad, la de esos que desde que nacieron rompieron el molde y se convirtieron en personajes únicos, irrepetibles, verdaderamente auténticos.

Lo conocí siendo novicio, pero fue en el juniorado cuando me enviaron a Cúcuta a ayudarle en Semana Santa en la Parroquia de San Pío X, en Atalaya, donde retrasada su ordenación, primero ejerció como diácono y yo tuve la fortuna de estrenarlo como párroco, moviéndose por todos esos barrios, construyendo comunidades de fe y solidaridad. Todavía no se había inventado las ollas comunitarias y ya su liderazgo apostólico social era evidente. De ese viaje le debo, entre muchas enseñanzas prácticas que me dejó la tarea de aprender a manejar vehículos pues, precisamente, porque teniendo en la casa moto y vehículo no pude movilizarme a atender unos requerimientos que él me pedía. Entonces me insistió que los medios son para usarlos y para atender las necesidades de la misión.

Con esa pinta tropical multicolor que escandalizaba a criollos, porque al decir de algunos era más propia de conductor de camión, no lo fue menos en los ámbitos curiales romanos de estricto collar negro. Con todo, quizás a regañadientes, aprendió también a vestirse elegante y como sacerdote honesto de la región cuando la ocasión lo ameritaba o exigía.

Su lenguaje subido y reiterativo hacía sonrojar a adultos al principio porque casi simultáneamente les arrancaba risotadas y a los niños arrepentidos por el uso de su vocabulario los excusaba: ¡si el padre las dice...!

Esa creatividad siempre fue desbordante, inquieto, insatisfecho, desde las ya mencionadas ollas comunitarias, pasando por la configuración de la Fundación Amar y Servir como estrategia de fundraising, emprendimientos de respetable envergadura, hasta llegar a motivar al gobierno general a llevarlo a Roma por una década para desde allí replicar en la universal Compañía las que hoy se llaman oficinas de desarrollo que buscan recaudar fondos para nuestra misión apostólica. Lo era para tamañas empresas, pero también para toda suerte de estrategias: mensajes por diferentes redes sociales y el minuto de homilía donde congregó predicadores de todas las latitudes y que propagaba masivamente, el WhatsApp para comunicarse con los feligreses, códigos QR para evaluar las actividades litúrgicas, buzones de sugerencias para saber qué hacer en las celebraciones especiales, carteles, festones, grupos, reuniones, eventos. Aquí este templo, en poco tiempo, logró revivirlo y darle vida, litúrgicamente movilizó coros, grupos de laicos para organizar las principales fiestas: Semana Santa, Pentecostés, mayo para Nuestra Señora y junio para el Sagrado Corazón, Navidad para arreglar las imágenes del pesebre y cuando no había fiestas: entonces hagamos una rampa para mejorar el acceso de quienes tienen problemas de movilidad, ¡Por Dios! Un apóstol incansable que se gastó y desgastó dándose felizmente a los demás.

Algún día le dije: gordito todos los días te inventas cosas, cuando faltes ¿quién va a seguir tu ritmo?

Nuestro simpático Jorge se relacionaba con todos, poderosos y débiles, ricos y pobres. Pastor misericordioso y acogedor con abrazos sinceros y afectuosos y a la vez muy exigente y trancado, a veces sorprendentemente duro e implacable. Se entiende: santandereano de carácter recio por fuera y tierno por dentro. Frentero para decir las cosas sin anestesia, como veíamos en Isaías, llamando las cosas por su nombre. Honesto y humilde para reconocer sus equivocaciones cuando fraternalmente se le hacían caer en cuenta. De verdad, admirable en esto.

En un país cargado de violencia, dolor y muerte fue un defensor apasionado de la vida, compromiso que le iba pasando factura cuando fue amenazado de muerte y por orden del provincial tuvo que salir del país. Hombre abierto y plural que respetaba y amaba la diversidad. De mirada global, amplia y visionaria, de 73 años en su cédula, en realidad joven de espíritu al 100 %. Cuántos corazones se acercaron de nuevo a Dios gracias a sus prédicas, a sus tomaduras de pelo y constante buen humor. Hacía calar la palabra del Señor con sus mensajes. Sus eucaristías eran bien concurridas. Indiscutiblemente en muchos dejó huellas profundas.

Esa proverbial capacidad histriónica la tuvo siempre y con sus ocurrencias, historias y cuentos inventados por su mente brillante en tiempo real, narradas con tal seriedad y convicción, una y mil veces nos engañó lo que nos hacía reír a carcajadas. Su presencia en Canisio contribuyó a construir un ambiente comunitario alegre y grato.

Me ha llamado la atención que la gente tan pronto supo la noticia lloró su humana partida, pero casi que inmediatamente también dijo: pero hay fiesta en el cielo, no solo porque perseveró sino porque de seguro debe tener a la Trinidad echándole carreta, convenciéndolos de que con la corte hay que recoger fondos para mejorar las estancias celestiales. El mago para recaudar recursos me contó alguna vez que cuando lo invitaban a la boda preguntaba cuánto les había costado todo: tantos millones. Pues bien, yo solo les cobro el 3 % de esa cifra y les explicaba que era para atender las necesidades de otros. Hoy mismo se hubiera emocionado de ver esta multitud y ya estaría pasando la ponchera, así que no se hagan los locos…

Amigos, Jorge quería que la celebración de sus exequias se celebrara alegremente, como él celebró la eucaristía con esa alegría que solo puede venir de un hombre con el Espíritu de Dios rebosando su corazón. Sigamos dando gracias al Señor por esa vida suya que dejó huella en tantas vidas nuestras y hagámosle caso según su última recomendación: el asunto es más de hacer que de quedarse en el pensar, sentir, decir o escribir. En su juicio final el Señor lo ha reconocido: tuve hambre, tuve sed, estuve enfermo, en la cárcel… eso que hiciste por los otros lo hiciste conmigo… así que siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor.