viernes, 18 de julio de 2025

El problema del ciudadano de profesión político

Luis Guillermo Echeverri Vélez
Luis Guillermo Echeverri Vélez

Al analizar las razones por las cuales funcionan las cosas en otras sociedades es claro que a nosotros nos comió vivos la ilegalidad y que aquí se permite para justificar el clientelismo y la corruptela en la contratación estatal. No hemos educado al servidor público y nuestra sociedad ha permitido que la selección de quienes elegimos llegue a extremos “Macondianos” nada graciosos, tal y como lo vimos el martes pasado en una alocución presidencial que ni siquiera se estiló en las agudas sátiras del maestro Salustiano Tapias.

Viendo las causas por las cuales hay tanto odio entre la oligarquía política arraigada en la capital contra la persona del presidente Uribe, el problema más grave dentro de toda una tormenta de incongruencias constitucionales, ilegalidad, ilegitimidad, injusticias e impunidades encabezadas por quienes conducen el Estado desde la Casa de Nariño, el parlamento, las cortes, los entes de control y algunos medios, es que nuestra sociedad y los partidos políticos en sus estructuras fallidas, cómodamente han permitido que la cosa pública quede en manos casi exclusivas de ciudadanos de “profesión político” que no tienen vocación de servicio y trabajo social y tienen la idea preconcebida de que la política es la forma más fácil de enriquecerse.

No hemos comprendido que el riesgo más grande que tiene la libertad de mercados, empresa y económica, y las garantías esenciales como la seguridad, la movilidad, la salud y la propiedad privada, no es la especialización ni el mérito, es esa característica que define a la mayoría de los puestos de elección popular y de los cargos más importantes del Estado como feudos exclusivos para personajes “de profesión político” y sus recomendados.

Y claro como esa es su profesión, el ejercicio de la política es su única fuente de ingreso, y como la vida actual nos ha llevado a un individualismo que depende de percepciones de estatus y modos de vida que se convierten en convenciones generalizadas, pues esas aspiraciones llevan a esa gran mayoría a que no les importe ser parte de la degeneración de la política en politiquería, y así se convierten en ciudadanos “de profesión político”.

Estos profesionales de la politiquería se auto justifican por estar cumpliendo una función social, pero en realidad están acomodados, tienen el cheque garantizado y todo lo demás que les caiga de manera indebida es la plusvalía que les garantiza es estatus aspiracional. Está claro, pues, que casi todos los que pueden definirse como de “profesión político” medran en la misma canoa y solo les interesa llenar el tanque y continuar en un sistema donde todo se tapa para no perder las prebendas que supuestamente los distinguen como “honorables… algo”.

Estamos en manos de unas burocracias que le obedecen a una oligarquía controlada por quienes se hacen elegir para robarle al Estado, y la cosa se complica más aún cuando a estos “políticos de profesión exclusiva” les hemos sumado los jubilados y los infiltrados de las organizaciones criminales, que hoy comparten el roba-roba de la contratación estatal.

Los partidos, el caciquismo de quienes llevan toda una vida mamando arrodillados como los terneros grandes de la ubre del Estado, no entienden la gravedad de estar perdiendo la fuente que los alimenta, esa economía contributiva y formal que depende de la legalidad y genera inversión y empleo. No ven que esa vaca de la cual emana el pago de sus sueldos se les está secando debido al desmedido crecimiento de la economía informal, a todo lo que se están mamando, y a que ellos mismos tienden a desaparecer frente a la implantación del sistema comunista ladrón con disfraz democrático contemporáneo con que opera el Narco-SSXXI.

Las promesas populistas enceguecen el entendimiento ético del conjunto de ciudadanos que viven de la cosa pública. Hasta que la sociedad no exija ser liderada por profesionales independientes y técnicos que no dependan para vivir de ser de “profesión político”, esto aquí no lo maneja ni lo endereza ni el mismísimo “Patas de Aguadas”.

No se ve la luz que nos permita salir del agujero negro en que Santos coronó la impunidad en la Constitución, pues estamos en manos de un psicópata aliado con el crimen organizado y dependemos de 75 precandidatos en su gran mayoría de “profesión político” sin vocación de servicio demostrada.

Por tanto, mientras no tengamos más personas independientes como Uribe que nunca se ha robado un borrador de las entidades públicas a las que ha servido, y que no se dedica al clientelismo, al cabildeo, a tramitar contratos por comisiones, ni a sociedades con nadie, parece que seguiremos en las mismas y sin entender que el ejemplo a seguir debería ser el de Uribe. El gran colombiano injustamente procesado y pendiente de sentencia en un juicio político inquisidor por ser un patriota que solo ha hecho política con sentido social, razón por la cual lo respetamos tantos, y lo envidian y odian la gran mayoría de aquellos “de profesión político”.