Luis Guillermo Echeverri Vélez
Al analizar las razones por las cuales
funcionan las cosas en otras sociedades es claro que a nosotros nos comió vivos
la ilegalidad y que aquí se permite para justificar el clientelismo y la
corruptela en la contratación estatal. No hemos educado al servidor público y
nuestra sociedad ha permitido que la selección de quienes elegimos llegue a
extremos “Macondianos” nada graciosos, tal y como lo vimos el martes pasado en
una alocución presidencial que ni siquiera se estiló en las agudas sátiras del
maestro Salustiano Tapias.
Viendo las causas por las cuales hay tanto odio
entre la oligarquía política arraigada en la capital contra la persona del presidente
Uribe, el problema más grave dentro de toda una tormenta de incongruencias
constitucionales, ilegalidad, ilegitimidad, injusticias e impunidades
encabezadas por quienes conducen el Estado desde la Casa de Nariño, el
parlamento, las cortes, los entes de control y algunos medios, es que nuestra
sociedad y los partidos políticos en sus estructuras fallidas, cómodamente han
permitido que la cosa pública quede en manos casi exclusivas de ciudadanos de
“profesión político” que no tienen vocación de servicio y trabajo social y
tienen la idea preconcebida de que la política es la forma más fácil de
enriquecerse.
No hemos comprendido que el riesgo más grande
que tiene la libertad de mercados, empresa y económica, y las garantías
esenciales como la seguridad, la movilidad, la salud y la propiedad privada, no
es la especialización ni el mérito, es esa característica que define a la
mayoría de los puestos de elección popular y de los cargos más importantes del
Estado como feudos exclusivos para personajes “de profesión político” y sus
recomendados.
Y claro como esa es su profesión, el ejercicio
de la política es su única fuente de ingreso, y como la vida actual nos ha
llevado a un individualismo que depende de percepciones de estatus y modos de
vida que se convierten en convenciones generalizadas, pues esas aspiraciones
llevan a esa gran mayoría a que no les importe ser parte de la degeneración de
la política en politiquería, y así se convierten en ciudadanos “de profesión
político”.
Estos profesionales de la politiquería se auto
justifican por estar cumpliendo una función social, pero en realidad están
acomodados, tienen el cheque garantizado y todo lo demás que les caiga de
manera indebida es la plusvalía que les garantiza es estatus aspiracional. Está
claro, pues, que casi todos los que pueden definirse como de “profesión
político” medran en la misma canoa y solo les interesa llenar el tanque y
continuar en un sistema donde todo se tapa para no perder las prebendas que
supuestamente los distinguen como “honorables… algo”.
Estamos en manos de unas burocracias que le
obedecen a una oligarquía controlada por quienes se hacen elegir para robarle
al Estado, y la cosa se complica más aún cuando a estos “políticos de profesión
exclusiva” les hemos sumado los jubilados y los infiltrados de las
organizaciones criminales, que hoy comparten el roba-roba de la contratación
estatal.
Los partidos, el caciquismo de quienes llevan
toda una vida mamando arrodillados como los terneros grandes de la ubre del
Estado, no entienden la gravedad de estar perdiendo la fuente que los alimenta,
esa economía contributiva y formal que depende de la legalidad y genera
inversión y empleo. No ven que esa vaca de la cual emana el pago de sus sueldos
se les está secando debido al desmedido crecimiento de la economía informal, a
todo lo que se están mamando, y a que ellos mismos tienden a desaparecer frente
a la implantación del sistema comunista ladrón con disfraz democrático
contemporáneo con que opera el Narco-SSXXI.
Las promesas populistas enceguecen el
entendimiento ético del conjunto de ciudadanos que viven de la cosa pública.
Hasta que la sociedad no exija ser liderada por profesionales independientes y
técnicos que no dependan para vivir de ser de “profesión político”, esto aquí
no lo maneja ni lo endereza ni el mismísimo “Patas de Aguadas”.
No se ve la luz que nos permita salir del
agujero negro en que Santos coronó la impunidad en la Constitución, pues
estamos en manos de un psicópata aliado con el crimen organizado y dependemos
de 75 precandidatos en su gran mayoría de “profesión político” sin vocación de
servicio demostrada.
Por tanto, mientras no tengamos más personas
independientes como Uribe que nunca se ha robado un borrador de las entidades
públicas a las que ha servido, y que no se dedica al clientelismo, al cabildeo,
a tramitar contratos por comisiones, ni a sociedades con nadie, parece que
seguiremos en las mismas y sin entender que el ejemplo a seguir debería ser el
de Uribe. El gran colombiano injustamente procesado y pendiente de sentencia en
un juicio político inquisidor por ser un patriota que solo ha hecho política
con sentido social, razón por la cual lo respetamos tantos, y lo envidian y
odian la gran mayoría de aquellos “de profesión político”.