miércoles, 11 de junio de 2025

Por más compasión

Fredy Angarita
Fredy Angarita

Las noticias no son alentadoras, y sí, muchos dirán que eso siempre ha sido así. Sin embargo, hay momentos, como el que estamos viviendo en el mundo, en los que la realidad se vuelve más densa, más cruda, y todo parece llegar al mismo tiempo.

En Colombia, el país aún se sacude con el cruento atentado al precandidato Miguel Uribe. En Los Ángeles, los enfrentamientos contra inmigrantes siguen creciendo como si migrar fuera un crimen. En Gaza, el hambre no tiene pausas. En Ucrania y Rusia, la guerra sigue su curso, como si la paz fuera una leyenda antigua. Algunas de estas tragedias llevan años, otros días, pero hoy, todas conviven al mismo tiempo, nos golpean de frente. Los medios informan, comentan, saturan… Y nosotros, poco a poco, lo volvemos paisaje. Lo que hoy estremece, mañana será archivo. Lo que hoy enciende alertas, mañana será olvidado.

En 2016, el Dalai Lama escribió con Desmond Tutu El libro de la alegría. Habla de los ocho pilares[1] que componen ese estado tan esquivo. El séptimo: la compasión. Dice: A lo largo de tres mil años, las tradiciones espirituales han cambiado e incrementado, pero casi todas comparten un mensaje común: el amor, la compasión, el cuidado del otro.”

La etimología de esta palabra también nos habla: compasión viene del latín compassio, de com-pati, que significa literalmente: “sufrir con”. No mirar el dolor desde lejos. No narrarlo, sino acompañarlo.

Puedo entender por qué esa palabra “compasión” es tan urgente para este momento. No basta con saber lo que ocurre, hace falta “dolerlo” (sentirlo como propio, de manera física o emocional).

En Colombia nos falta compasión, a veces, mucha. Nuestros escritores la han sabido nombrar, incluso cuando no usaron la palabra:

García Márquez, en El amor en los tiempos del cólera:

“Lo comprobó con la compasión de los hijos a quienes la vida ha ido convirtiendo poco a poco en padres de sus padres...”

José Eustasio Rivera, en La Vorágine:

“Don Clemente sintió por ellos tal compasión, que resolvió darles el alivio de la mentira.”

Tomás Carrasquilla y José Félix Fuenmayor no la nombran directamente, pero en sus páginas está la compasión viva, cuando el dolor, la miseria y la injusticia desnudan el alma de sus personajes.

Hoy, en medio del ruido y la prisa, en medio de tanta tragedia convertida en dato, la compasión no debería ser un lujo, sino una urgencia colectiva.

Esa palabra, que alguna vez pareció cursi o tibia, es la que puede salvarnos de volvernos piedra. Por eso, hoy más que nunca, más compasión. ¿Qué tan compasivo eres?


[1] Son cuatro de la mente: perspectiva, humildad, humor y aceptación, y cuatro del corazón: perdón, gratitud, compasión y generosidad.