José Alvear Sanín
Al
salir del inimaginable antro donde escapó de los misiles del alto mando
narco-islámico, reapareció la caranga resucitada, que es la que más duro
pica...
Después
de varios días de un país que sonreía de nuevo, la siniestra sombra volvió a
gravitar sobre todos.
Es
verdad que el jefe de la kakistocracia está cada vez más disminuido, incluso
políticamente. Bastaría entonces con que alguno de los poderes preavisados de
extinción —el Congreso y la Justicia— quisieran cumplir con el deber
constitucional, para que el régimen del rufián se desmoronara estrepitosamente.
En
los 34 meses de su régimen, apenas en cuatro o cinco casos menores se ha visto
algo de repulsión judicial o legislativa. Por tanto, no podemos abrigar
demasiadas esperanzas en esos órganos, a no ser que, in articulo mortis,
salven la democracia...
Ahora
bien, Petro regresa de su eclipse con renovados bríos, para anunciar que ya no
rigen los vestigios constitucionales que todavía se veía obligado a respetar,
porque va a convocar por decreto su “consulta popular”, de la cual espera sacar
la nueva Carta que le asegure el éxito del autogolpe y la reelección, a través
de comicios a la manera madurista.
No
lo decimos ya solamente unos pocos, porque Álvaro Leyva, con pelos y señales,
revela el pensamiento real y profundo de quien fue su jefe y amigo. No
conocemos, y no nos importa, lo que motivó el retorno de Leyva a las filas de
los defensores del Estado de derecho, dejando las de las Farc donde militó
tantos años, pero nadie puede desconocer que ahora revela la verdad de un
gobernante enfermo, vicioso y tóxico, que conduce velozmente el país al abismo.
A
la hora de la verdad, ¿qué le importa a Petro el horror de las gentes ante su
conducta inverecunda, mientras pueda disponer de torrentes de corruptora
mermelada y de la diaria dictadura de decretos conducentes a la República
Aureliana de Colombia?
La
última quincena registra los decretos que eliminan la libre negociación de
predios rurales, y el 527, que descapitaliza a los empresarios y arruina a los
contribuyentes.
Desde
luego, tanto la “consulta popular” como los decretos que vulneran la libre
empresa y la legalidad tributaria, son inconstitucionales. Pero ese vicio es lo
que menos lo preocupa, porque, al anunciar que la “consulta” será por decreto,
Petro admite que la Corte Constitucional la examine. Muy seguro debe estar,
entonces, de haber logrado ya la mayorá en ese alto tribunal, porque el
Congreso le acaba de regalar la magistratura a su abogado personal, el mismo
que ha prometido “decidir con ninguna imparcialidad”, como cierta fiscal
General del Régimen.
El
espectáculo de inmoralidad, corrupción, vulgaridad y prevaricación que
presentan las máximas autoridades en Colombia ha llegado a repugnantes e
inverosímiles extremos...
Si
las instituciones que pueden eliminar constitucionalmente este Gobierno no lo
hacen, que Dios y la Patria se lo demanden.
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