Cristina Isaza
Columna para un país que despierta
Este domingo miles de colombianos salimos a las calles para
rechazar el atentado contra el precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay,
rechazar la ola de violencia que ha vivido el país durante esta semana y,
además, para solidarizarnos con las víctimas, tanto civiles como de la fuerza
pública, alcanzadas por la violencia terrorista.
También fue un acto simbólico en el que expresamos nuestra
preocupación por la salud de la democracia y la libertad de nuestro país,
puestas en jaque por los terroristas, y por el propio presidente, quien
pretende pasar por encima de la Constitución. Muchos de esos colombianos que se
sumaron a las marchas, apoyaron al presidente Petro, pero hoy están expresando
su decepción, su indignación o su desconcierto. Algunos lo hacen en voz baja.
Otros ya se atreven a alzarla públicamente. Lo hacen con dolor, porque se
sienten engañados, porque creyeron en algo que no fue.
Y es aquí donde, quienes advertimos el peligro y sabíamos
que un Gobierno Petro era un “salto al vacío” para nuestra tradición
republicana, debemos tener altura. No caigamos en la tentación de decir: “te lo
advertí”, “ahora sí te diste cuenta”, “ingenuo”, etcétera.
Ese tipo de frases no construyen, por el contrario, alejan
y dividen. Alimentan el ego, pero debilitan el propósito común: defender la
democracia.
Tampoco se trata de desconocer los malos
precedentes que sembramos y que como sociedad hemos tolerado, como el
desconocimiento del resultado del plebiscito en 2016 y los innumerables
acuerdos de paz, cada vez cargados de mayor impunidad. Hay que aprender de los
errores cometidos, pero para avanzar.
Por eso les digo: no es momento de recriminar, es momento
de sumar. ¡Está en juego nuestro país!
Hoy no es momento de revanchismos, sino de madurez, pues
más que nunca Colombia necesita unión entre quienes, vengan de donde vengan,
compartimos un mismo propósito: defender la democracia, el Estado de derecho y
las instituciones. Ya no más división. Recordemos cómo nos unimos alrededor
de propósitos en el año 2002 con el liderazgo del presidente Álvaro Uribe
Vélez. Seguir dividiendo sería imitar el ejemplo de Santos cuando nos clasificó
entre “amigos” y “enemigos” de la paz o replicar lo que lleva haciendo Petro y
su proyecto político, ahondando en el resentimiento y en el odio de clases,
géneros, razas, etcétera.
No importa si antes pensaron distinto y votaron diferente.
Si hoy despertaron y defienden la libertad, el orden, la verdad y el respeto a
la Constitución, son aliados. Y deben ser escuchados, respetados e integrados:
atraerlos con argumentos hacia unas ideas prácticas, fundamentadas en el
sentido común, los hechos y los datos; las cuales no suenan tan bonitas como
las pintadas por ideologías utópicas, pero llevan a mejor puerto. Debemos
articular redes ciudadanas que integren a los “nuevos conscientes”, visibilizar
una narrativa positiva y encontrar unos puntos mínimos que nos unan en torno a
una visión conjunta de la Colombia que queremos.
Hoy, quienes despiertan del hechizo populista
no deben encontrar burlas y recriminaciones violentas, sino brazos abiertos y respeto
por reconocer el error, además porque con frecuencia, los
conversos terminan siendo los mejores difusores de los desaciertos de las
políticas totalitarias. Cuando está en riesgo lo esencial, las diferencias
políticas pueden posponerse.
La historia está llena de personas que rectificaron a
tiempo, de ciudadanos que cambiaron de opinión con valentía, de líderes que
pasaron de la ingenuidad a la conciencia. Ejemplos de ello son: George Orwell,
Mario Vargas Llosa, Octavio Paz, André Gide, Thomas Sowell, entre muchos otros
casos.
La reconstrucción y la transformación positiva de Colombia
no se hará desde la venganza ni la humillación. Se hará desde el sentido común,
la generosidad estratégica y la conciencia del peligro que enfrentamos.
Hoy debemos enfrentar unidos el peligro que
representa el proyecto autoritario que quiere normalizar el caos, destruir los
contrapesos, perseguir a los jueces, callar a la prensa, ahogar a las empresas,
destruir el sistema de salud, desmoralizar la fuerza pública y dejar al país en
manos de los violentos… pues si no se hace lo que el presidente quiere…
entonces “guerra a muerte”.
Hoy no se trata de tener razón. Se trata de no perder la
República. Porque defender la democracia no es ser de “izquierda”, de “centro”,
ni de “derecha”, es ser un humano consciente y responsable.
Hoy celebro esta Marcha del Silencio y el hecho de que el
país se una en torno a causas comunes no partidistas. Unidos contra la
violencia y el totalitarismo, no los unos contra los otros.
Gracias Miguel por unir a un país herido, por
darnos esperanza, por hacernos “pellizcar” en medio del letargo.
Y aprovecho para recordar a tu madre, la valiente Diana Turbay, quien fue enfática en no sacrificar el futuro del país y ceder a la presión narcoterrorista por su liberación.
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