martes, 24 de junio de 2025

De cara al porvenir: reglas de juego

Pedro Juan González Carvajal
Pedro Juan González Carvajal

Las reglas de juego son un conjunto de normas y acuerdos que definen cómo se juega un juego, estableciendo límites, objetivos y mecanismos para la interacción entre los participantes. Sirven para organizar y estructurar la actividad lúdica, asegurando un desarrollo justo y comprensible para todos, así como para promover la sana competencia y el disfrute.

Las reglas son esenciales por varias razones:

* Orden y estructura: las reglas evitan el caos y la confusión, estableciendo un marco de acción claro.

* Equidad y justicia: al definir lo que es permitido y lo que no, las reglas aseguran que todos los jugadores tengan las mismas oportunidades y sean tratados de manera justa.

* Aprendizaje y desarrollo: las reglas ayudan a los jugadores a comprender el juego, a desarrollar habilidades cognitivas y a aprender a seguir instrucciones.

* Interacción social: al seguir reglas, los jugadores aprenden a colaborar, competir y resolver conflictos de manera constructiva.

* Diversión y disfrute: aunque puedan parecer limitantes, las reglas bien definidas pueden hacer que el juego sea más interesante y emocionante, al crear desafíos y metas que alcanzar.

En resumen, las reglas de juego son la base de una experiencia lúdica organizada, justa y divertida. Sin reglas, los juegos perderían su estructura y propósito, convirtiéndose en una actividad desorganizada e incluso frustrante.

Ahora que vivimos un momento histórico particular en nuestro país, donde el poder ejecutivo quiere por cualquier medio monopolizar la toma de decisiones, es necesario tener claro que para que una partida de cualquier juego sea seria, justa y armoniosa, las partes deben comprometerse a cumplir las reglas previamente establecidas para desarrollar el juego en cuestión.

A la luz de este principio, las propuestas de unos y las respuestas de otros, están enmarcadas bajo unas reglas de juego que ambas partes conocen y se han comprometido a cumplir.

Ahora bien, ¿qué pasa si una de las partes decide no continuar el juego respetando las reglas predefinidas?

Pues obviamente el sentido del juego cambia y no es posible que quien las quiere seguir cumpliendo pueda continuarlo ingenuamente, sabiendo que la contraparte no respetará sus actuaciones ni los procedimientos preestablecidos.

En el mundo empresarial se puede llegar a la conclusión de que un protocolo de buen gobierno o un código de buen gobierno no se le niega a nadie, y que tendrá vigencia y existencia mientras todas las partes cumplan con su compromiso de cumplir lo allí expresado. No es si no que una de las partes no tenga la voluntad de cumplirlo y todo se irá al traste.

Para que este marco de actuación civilizado funcione, las dos partes deben tener un mismo punto de partida: respeto por las reglas de juego, seriedad ante lo estipulado, voluntad de respeto por lo acordado, comportamiento honorable, respeto por los compromisos adquiridos y cumplimiento riguroso de la palabra empeñada.

El término «palabra de gallero» o de que «las deudas de juego son sagradas», deberían ser recordadas por quienes hoy tienen las riendas del país, pues de no respetarse un mínimo de reglas de juego, caeremos en la anarquía, el desorden, el caos y obviamente en la violencia.

Cuando una de las partes incumple, se rompe el diálogo inteligente y la estrategia de aquel que sí las quiere cumplir, por supuesto que debe cambiar.

Esperemos con prudente optimismo que quienes hoy tratan de violentar el ejercicio de las reglas de juego, entren en razón y se den cuenta de que este incumplimiento ético, político y legal a lo establecido como marco de actuación, no nos llevará a ningún puerto tranquilo.

Los actores de hoy, aquí y en cualquier parte, serán juzgados por la historia.

Nota: en una semana en Colombia se atenta contra un precandidato, se presenta un temblor de tierra, se firma un “decretazo”, se viola la regla fiscal, se presentan atentados terroristas, adquirimos el quinto puesto a nivel mundial en desplazamiento forzado, fuimos reconocidos como el tercer país más desigual del mundo y obtuvimos el quinto puesto como país más complicado del mundo para hacer negocios… Lo cual simplemente sirve para demostrar que vamos de tafanarios.