José Leonardo Rincón, S. J.
Lo que pienso sobre
tantos asuntos tan diversos es lo que suelo compartir en estos escritos
semanales. Me he percatado de que cuando escribo sobre temas personales o
anecdóticos, a ustedes, mis amigos, les gusta más que cuando abordo temas de
corte sociopolítico. Ahora bien, no siempre ha sido así. En algún momento me
gustó poner a mis escritos un toque de ironía y hasta de humor ácido, pero
desistí de seguirlo haciendo pues esta columna no siempre podría hacerlo dado
que había temas "serios" que debía abordar. En otro momento el
análisis de coyuntura social y política fueron de buen recibo, pero desde que
nuestro país se polarizó más fuertemente con ocasión del proceso y acuerdos de
paz, así como el plebiscito, percibí en ustedes, mis lectores, una sensación de
hartura y hasta de pereza de tocar temas sobre los que declararse a favor o en
contra de los protagonistas del momento significaba tomar partido, es decir,
optar, lo que significa igualmente dejar de lado o excluir.
Es muy lamentable que
hayamos llegado en el país a este grado de deterioro. Es verdad que estamos
cansados de tanto desencanto respecto de nuestra clase política. Obvio, no son
todos, hay gente buena, pero también hay muchos oportunistas que les gusta hacer
ruido, hacerse sentir, robarse el show mediático, aprovechar las desgracias de
los otros para lucirse, incluso también para hacer rapiña en el holocausto.
Con sus conductas, a
todas luces reprochables y que se dan por igual en ambos bandos, se genera un
estrés social que a todos nos agota y aburre. Lo grave es que su efecto es
letal porque nos duerme, nos resigna, nos hace evasivos y hasta apáticos frente
a lo que de ninguna manera se podría eludir, porque el ejercicio de la política
no es propiedad de unos cuantos que se arrogan vocerías populares sino de todos
nosotros como ciudadanos que debimos tener, tanto en la familia como en la
escuela, formación de la conciencia crítica y no todos la tuvimos, por eso
andamos como andamos, por eso nos siguen entusiasmando los caudillos radicales,
promeseros de oros y moros, e ingenuamente seguimos llevados de la nariguera,
comiendo cuentos baratos, para luego sentirnos engañados y frustrados, en tanto
llega el nuevo de turno para repetir el eterno retorno.
Qué tristeza que en vez
de avanzar retrocedamos, cuán lamentable que no podamos expresar
respetuosamente nuestro pensamiento porque inmediatamente el que no piensa
igual te rechaza, te insulta, te bloquea en sus redes, te hace sentir lo peor,
si no es que te manda eliminar. Estoy en varios chats de amigos y hay ciertos
temas vetados, de los cuales no se puede conversar so riesgo de perder la
amistad. El político es uno de ellos. Hablemos de modas, de farándula, de los
chismes del costurero, de cualquier otra cosa, menos de política. De esta
manera será más feliz la convivencia en medio de la calma chicha, así no
veremos lo evidente, no oiremos lo que no nos conviene ni nos gusta oír porque
hay crudas verdades que aceptar, así duelan. Ese río revuelto es lo que esperan
los pescadores gananciosos para sacar provecho y que esto siga igual o peor.
Pienso que estamos así porque quienes detentaron por décadas el poder fueron insensibles e indiferentes ante las necesidades de las mayorías pobres que un día no aguantaron más y a través del estallido social llevaron al poder a la cabeza de los opositores del statu-quo, más el fiasco ha sido fenomenal porque no solo resultaron siendo iguales de descompuestos que los que criticaban sino peores. ¡Qué horror, qué locura! Como quien dice: “que entre el diablo y escoja”. Así estamos en este momento. No hay de dónde. Me dirán que hay como 40, porque después de lo que hemos visto, cualquiera podría serlo, pero son 40 egos inflados que no querrán ceder su oportunidad y otros, los adalides de la suerte que no queremos para este país se subirán al poder aprovechando el río revuelto. Y eso me parece un déjà vu de lo que hace poco más de 200 años se llamó La Patria Boba. La historia se repite, pero como no dejan que se conozca, por eso estamos condenados a repetirla. Es lo que pienso.