viernes, 20 de junio de 2025

Lo primero es lo primero

José Leonardo Rincón, S. J.
José Leonardo Rincón, S. J.

Saludos desde Armenia. Me volé estos días para darle oxígeno a mi ser de cura. Y no fue propiamente en plan de vacaciones para disfrutar de estos paisajes cafeteros que son realmente paradisíacos, sino que vine invitado por las hermanas Esclavas de Cristo Rey a dar ejercicios espirituales a un grupo de 35 religiosas de diferentes comunidades que trabajan en esta región.

Me siento como pez en el agua. Me hice cura y jesuita para disfrutar de estos espacios de trabajo pastoral. De hecho, mi oxígeno semanal me lo da la celebración eucarística en nuestro templo los domingos y cuando tengo la capellanía con las hermanas Bethlemitas. Y no es que no disfrute lo demás que hago, pues al fin y al cabo han sido décadas enteras al servicio de la educación y en roles de corte administrativo, pero es verdad que donde más me siento sacerdote y jesuita es en estos dos ministerios: dando ejercicios espirituales y celebrando los sacramentos con la gente.

Fue en la celebración de la eucaristía donde nació mi vocación. Tendría cinco años cuando sentí ese llamado a ser como ese padre que celebraba la misa. Y como nos ha pasado a tantos, el “jugar” de niño a celebrar la misa en casa era toda una pasión que, por cierto, me alcahueteaba mi mamá a quien le exigía estar atenta y devota al rito que estaba adelantando. ¿Se imaginan ustedes lo que significó para mí, a la vuelta de los años, ver convertido el sueño en realidad?

Ya miembro de la Compañía de Jesús, después de vivir los Ejercicios Espirituales como los concibió Ignacio de Loyola y que es la experiencia fundante y que nos moldea como jesuitas, sale uno de esos 30 días de retiro y oración en total silencio con unas ganas locas de compartir con otros tan maravilloso acontecimiento. Junto a mi maestro en el arte de orar y dar ejercicios, Julio Jiménez, fui convenciéndome de eso, que el tesoro de los jesuitas no son sus supuestas riquezas materiales sino esa espiritualidad encarnada que transforma radicalmente la vida de muchos. Ya lo decía el mismo maestro Ignacio: “Son todo lo mejor que yo en esta vida puedo pensar, sentir y entender…”

De manera que uno como cura jesuita de lo que más disfruta es ver cómo Dios actúa en las personas, cómo ese espíritu de Dios se mueve realmente en el interior de ellas y las renueva, las cambia, hace maravillas. Uno es apenas un instrumento. El que realmente hace la obra es Dios y esas obras son monumentales obras cuando la persona se abre a su acción y cual arcilla en manos de alfarero se convierte en obra de arte.

La espiritualidad, lejos de ser rezos y ritos, es el desarrollo en uno de la dimensión trascendente. Una autentica religión por eso no puede ser opio, porque la droga adormece, paraliza, instala y finalmente destruye. La autentica religión moviliza, dinamiza, construye, evoluciona, trasciende, hace crecer, engrandece. Y para ayudar a que esto sea posible, para eso me hice cura y jesuita. Porque lo primero es lo primero y todo lo demás es añadidura. Así de claro, así de simple.