Luis Alfonso García Carmona
Transcurridos dos
años y ocho meses del proceso de desmoronamiento moral y material del país, no
queda ninguna duda de que estamos enfrentando no solamente una confrontación
electoral por el poder como sucede en cualquier país democrático, sino una lucha
a muerte entre dos grandes corrientes: la extrema izquierda –totalitaria
y marxista– que pretende atornillarse al poder aunque sea a costa de la
destrucción del país, y quienes representamos la libertad, la democracia y
la búsqueda del bien común, que componemos el resto de ciudadanos.
Permitir que la
reinante tiranía continúe su tarea depredadora equivale a convertirnos en cómplices
del colapso de nuestra nación y de la negación de oportunidades a las
futuras generaciones. Debemos, en consecuencia, aplicarnos al prioritario
objetivo de impedir la continuidad del desastre.
¿Cómo hacerlo? Con
inteligencia, sin apasionamientos inútiles, y sin dejarse manipular de la
catarata de ofensas, falacias, demenciales propuestas y desvaríos mentales del
camarada presidente.
Hay que seguir
utilizando los medios que brinda la Constitución y exigir a los congresistas
que cumplan con su deber adelantando el juicio político instaurado
contra el dictador por violación de los topes económicos de la campaña, y
a los partidos políticos que actúen de conformidad con la ley de bancadas
para sancionar a quienes crucen los límites prohibidos.
Se intentará, no lo
dudemos, conducir al país a un caos total, replicando las masacres del
Catatumbo, el Cauca y Buenaventura; se profundizará la crisis económica con las
insensatas decisiones gubernamentales; se alimentará el odio y la pugnacidad
entre los colombianos con los incendiarios mensajes y las belicosas consignas
que a diario vomita la casa presidencial; se seguirá estigmatizando a la
oposición y culpando a los demás de los garrafales errores del régimen. Todo
vale porque para nuestros gobernantes el mantenimiento del poder justifica
todas las formas de lucha, todos los medios lícitos o ilícitos.
Mientras nos
distraemos con el triste espectáculo que ofrecen los 50 o más candidatos o
precandidatos a la Presidencia, cuando ni siquiera estamos seguros de que el
sátrapa permita la convocatoria a elecciones, ya comenzó la campaña para la “mini
reelección de Petro”, según la definición que su alfil Benedetti le da a la
llamada consulta popular. Son aterradoras las noticias de lo que viene
ocurriendo en esos comités de campaña, donde se ataca a lo que ellos califican
de oligarcas, se enfatiza en la necesidad de conservar el poder y se recibe
“adiestramiento ideológico” de parte de miembros de Fecode y otros radicales
fanáticos activistas.
Necesitamos
urgentemente un detonante que nos permita derrotar a esta maquiavélica
conjura que amenaza la viabilidad del Estado y el bienestar del pueblo
colombiano. No lo vamos a encontrar en las melifluas intervenciones de los
candidatos presidenciales ni mucho menos en las acomodaticias declaraciones de
los caciques políticos.
El
detonante somos nosotros, si tenemos la capacidad
de organizar nuestras fuerzas a través de las redes sociales para llegar hasta
el último rincón de la patria.
No podemos esperar
que llegue alguien a salvarnos de esta tragedia anunciada.
Tampoco podemos
esperar que sea la Fuerza Pública, maniatada por el Gobierno y con la espada de
Damocles pendiente sobre cada uno de los oficiales de alto rango que ose actuar
sin el consentimiento presidencial para dar cumplimiento a su función básica,
como es garantizar el orden constitucional y proteger a los ciudadanos.
Actuemos ya, y en
el camino nos encontraremos con el líder que este movimiento requiere. No nos
apresuremos a ensillar sin traer la bestia.