Luis Guillermo Echeverri Vélez
Escribo con el dolor de que se nos fue un
grande, el doctor Luis Fidel Moreno Rumie. Un hombre culto de mente aguda que
seguirá viviendo en las elucubraciones de quienes pudimos disfrutar de sus
enseñanzas y sus críticas siempre constructivas.
A la familia Moreno Rumié, a su esposa y su
hija, nuestro más sentido pésame. Pierde el país y la democracia un maestro del
pensamiento regido por el sentido común, el civismo, el deber ser. Y pierden el
periodismo, el deporte, la educación, la justicia, el derecho y el marco de la
legalidad, uno de los grandes guerreros que teníamos en esta lucha contra la inhumana
mezquindad que vive el país.
Luis Fidel fue un grande en la forma en que hay
que ver y analizar la vida y el transcurrir de la política como un compromiso
que obliga a cada ciudadano con su comunidad y su patria. Nos marcó a todos los
que pudimos conocerlo como uno de los grandes mentores de educadores, de
entrenadores, de deportistas e intérpretes de la cultura autóctona colombiana y
vallecaucana.
En medio de una sociedad salvaje y una
dirigencia discriminatoria que, temerosa y dubitativa, parece que solo
distingue y premia inútiles, Luis Fidel siempre brilló por su propia cuenta sin
que nadie tuviese que regalarle nada. Distinguido por su erudición y una clase
innata que sobresalió por su actuar y su discurrir enmarcado en una sencillez brillante,
inteligente, superior, que siempre supo manejar con la humildad propia del
idioma que solo emana del corazón del ser sensible.
La vida me premió pudiendo desarrollar con el
gran Luis Fidel Moreno Rumie una amistad corta pero entrañable, una relación
que se la debo al Barquero, William Calderón, quien me lo presentó, y a Samuel
Barona y Luis Alfonso Montoya compañeros del Noticiero de Antioquia, donde
compartimos opiniones variadas muchas mañanas.
Pierde el país y el Valle del Cauca un grande,
un hombre íntegro, de mente inconmensurable, acuciosa en el análisis, un
humanista de obrar simple, pausado y práctico. Pierden los suyos un gran padre,
esposo, hermano y, ante todo, viaja un amigo.
Gracias Luis Fidel por tanto que escuchándote
pude aprender en el corto tiempo que la vida me premió con la luz de tu sincera
y noble generosidad. A su familia fuerza por la gran falta que le hará la
humildad de la sabiduría con que las personas debemos manejar nuestras
obligaciones con la sociedad colombiana. Hoy nos deja marcados y comprometidos
con Colombia una mente lucida, culta y sensata que vivirá siempre en nuestra
memoria.
Y como me lo escribió Gustavo Álvarez Gardeazábal:
“Luis Fidel fue un hombre fiel a sus convicciones… valía pena conversar con
él, sobre cualquier cosa”.