Luis Alfonso García Carmona
Por más que los
colombianos deseemos salir del círculo vicioso de la descomposición moral
que domina nuestra política, cada día que pasa las noticias nos condenan a
seguir atados a esta inacabable tragedia.
Para mayor
desgracia nuestra, este virus de la descomposición es sumamente
contagioso y no se detiene hasta que no haya invadido todos los sectores de
nuestra sociedad. Es así como en el fútbol, una actividad que apasiona a la
mayoría de nuestro pueblo, aparecen los mismos síntomas que aquejan al
manejo de la política.
Se ha caracterizado
el régimen que nos gobierna por los daños causados por su torpe gestión
a la seguridad, el desarrollo económico, los servicios de salud, el empleo, las
obras necesarias de infraestructura, las relaciones exteriores y, en general, a
todos los aspectos de la administración pública. Es similar al pésimo manejo
de nuestra selección de fútbol profesional, que nos ha llevado a jugar mal, a
no ganar en los últimos cuatro partidos y a ocupar un modesto lugar en la tabla
de posiciones dentro de la eliminatoria para la copa mundial.
Colombia, con la
abundancia de recursos naturales que tiene, su privilegiada posición geográfica
y su variedad de climas y suelos, está llamada a ser una de las potencias
del continente, pero esa posibilidad se ve cada vez más lejana. La
politiquería más interesada en el beneficio de los caciques de turno y la importación
de ideologías totalitarias de corte marxista-leninista, disfrazadas de
“progresismo”, nos están conduciendo a convertirnos en otro “paraíso
socialista”, como nuestros vecinos de Venezuela, Cuba o Nicaragua. Esa malversación
de recursos se repite en nuestra selección. Pocos países en el mundo pueden
contar con la multitud de excelentes jugadores como los que tenemos dentro y
fuera de la selección. Con esa nómina, dicen los expertos, es imperdonable no
jugar bien y ganar. Sin embargo, son bien pobres los resultados que nos brinda.
Tiene el virus
de la descomposición un componente que le es común a nuestra política y a
nuestro fútbol: la total ausencia de autocrítica. Si repasamos las
intervenciones de quien funge como mandatario y de sus secuaces, observamos que
culpan de su fracaso, del incumplimiento de las promesas de campaña y de los ex
abruptos que cometen, a todos, menos a su propia gestión. Los culpables son
los periodistas, los jueces, el Congreso, la oligarquía, el expresidente Uribe,
etcétera. Nada de autocrítica. Contagiados de ese virus el resto de politiqueros
en trance de campaña para seguir usufructuando el poder, se lavan las manos
descargando toda responsabilidad en el camarada Petro, ocultando los años que
han venido viviendo a expensas del presupuesto, permitiendo el crecimiento de
la extrema izquierda y pavimentando con su cobardía y abulia la llegada del
tirano al poder por la vía del fraude y de la violación de los topes
financieros de la campaña. La falta de autocrítica se volvió parte del paisaje.
Contagiado de este
peligroso virus, le escuché al técnico de nuestra selección dar increíbles
disculpas a su reprochable desempeño: Que la selección a su entender jugó bien,
aunque le empataron, que los partidos que perdió fue injustamente, que los
cambios que hizo eran los que creía necesarios (a pesar de tener figuras
internacionales como Juan Fernando Quintero en el banco), en fin, que todo va
bien, aunque no volvimos a ganar y estemos en picada hacia la cola de la
clasificación. En resumen: total falta de autocrítica, lo que nada bueno
augura para el futuro.
Finalmente, cabe
decir que, en ambos temas, el político y el futbolístico, pocas posibilidades
vislumbramos de que cambie el panorama. Petro no tiene ningún rival de peso en
las próximas elecciones para hacerse elegir en cabeza propia o ajena. Y el bueno
de Lorenzo tiene asegurada la clasificación por las facilidades que
consagra esta convocatoria y, por supuesto, su continuidad al frente de la
selección ¡Vaya fatalidad!