jueves, 27 de marzo de 2025

Más de lo mismo en la política (y también en el fútbol)

Luis Alfonso García Carmona
Luis Alfonso García Carmona

Por más que los colombianos deseemos salir del círculo vicioso de la descomposición moral que domina nuestra política, cada día que pasa las noticias nos condenan a seguir atados a esta inacabable tragedia.

Para mayor desgracia nuestra, este virus de la descomposición es sumamente contagioso y no se detiene hasta que no haya invadido todos los sectores de nuestra sociedad. Es así como en el fútbol, una actividad que apasiona a la mayoría de nuestro pueblo, aparecen los mismos síntomas que aquejan al manejo de la política.

Se ha caracterizado el régimen que nos gobierna por los daños causados por su torpe gestión a la seguridad, el desarrollo económico, los servicios de salud, el empleo, las obras necesarias de infraestructura, las relaciones exteriores y, en general, a todos los aspectos de la administración pública. Es similar al pésimo manejo de nuestra selección de fútbol profesional, que nos ha llevado a jugar mal, a no ganar en los últimos cuatro partidos y a ocupar un modesto lugar en la tabla de posiciones dentro de la eliminatoria para la copa mundial.

Colombia, con la abundancia de recursos naturales que tiene, su privilegiada posición geográfica y su variedad de climas y suelos, está llamada a ser una de las potencias del continente, pero esa posibilidad se ve cada vez más lejana. La politiquería más interesada en el beneficio de los caciques de turno y la importación de ideologías totalitarias de corte marxista-leninista, disfrazadas de “progresismo”, nos están conduciendo a convertirnos en otro “paraíso socialista”, como nuestros vecinos de Venezuela, Cuba o Nicaragua. Esa malversación de recursos se repite en nuestra selección. Pocos países en el mundo pueden contar con la multitud de excelentes jugadores como los que tenemos dentro y fuera de la selección. Con esa nómina, dicen los expertos, es imperdonable no jugar bien y ganar. Sin embargo, son bien pobres los resultados que nos brinda.

Tiene el virus de la descomposición un componente que le es común a nuestra política y a nuestro fútbol: la total ausencia de autocrítica. Si repasamos las intervenciones de quien funge como mandatario y de sus secuaces, observamos que culpan de su fracaso, del incumplimiento de las promesas de campaña y de los ex abruptos que cometen, a todos, menos a su propia gestión. Los culpables son los periodistas, los jueces, el Congreso, la oligarquía, el expresidente Uribe, etcétera. Nada de autocrítica. Contagiados de ese virus el resto de politiqueros en trance de campaña para seguir usufructuando el poder, se lavan las manos descargando toda responsabilidad en el camarada Petro, ocultando los años que han venido viviendo a expensas del presupuesto, permitiendo el crecimiento de la extrema izquierda y pavimentando con su cobardía y abulia la llegada del tirano al poder por la vía del fraude y de la violación de los topes financieros de la campaña. La falta de autocrítica se volvió parte del paisaje.

Contagiado de este peligroso virus, le escuché al técnico de nuestra selección dar increíbles disculpas a su reprochable desempeño: Que la selección a su entender jugó bien, aunque le empataron, que los partidos que perdió fue injustamente, que los cambios que hizo eran los que creía necesarios (a pesar de tener figuras internacionales como Juan Fernando Quintero en el banco), en fin, que todo va bien, aunque no volvimos a ganar y estemos en picada hacia la cola de la clasificación. En resumen: total falta de autocrítica, lo que nada bueno augura para el futuro.

Finalmente, cabe decir que, en ambos temas, el político y el futbolístico, pocas posibilidades vislumbramos de que cambie el panorama. Petro no tiene ningún rival de peso en las próximas elecciones para hacerse elegir en cabeza propia o ajena. Y el bueno de Lorenzo tiene asegurada la clasificación por las facilidades que consagra esta convocatoria y, por supuesto, su continuidad al frente de la selección ¡Vaya fatalidad!