En un mundo híper especializado,
donde se reivindica la necesidad no solamente de reconocer el nivel de
especialización y de focalización al cual hemos llegado si no, y por sobre todo,
el poder interactuar con otras disciplinas en el plano de la
multidisciplinariedad y de la transdisciplinariedad, es conveniente darse
cuenta de la necesidad de que las distintas disciplinas puedan compartir
métodos y protocolos para poder comunicarse y generar soluciones conjuntas.
Veamos un simple ejemplo: si
usted quiere pertenecer a una orquesta sinfónica de calidad, usted debe ser un
virtuoso del instrumento en particular, de modo que le pueda sacar el mejor
provecho a esa herramienta musical.
Sin embargo, previo a la
idoneidad particular, usted debe también, y por sobre todo, saber leer la
partitura, de modo que pueda aportar con su instrumento bien tocado, el tono y
el sonido requerido en el momento apropiado. De nada sirve que usted trate de
sobresalir por su lado pues entonces su participación afectará el producto
colectivo, el producto final que es la melodía, o dicho en palabras más
técnicas, la generación de sinergias armónicas.
Hoy el papel de las universidades
está en cuestionamiento: ¿Será que se deben dedicar a producir conocimiento?
Ante competencias directas como las grandes empresas del sector privado, esta
sería una apuesta perdedora, sobre todo por el ritmo al cual están
acostumbradas a trabajar. Sugeriría que se dedicaran, primero, a reivindicar el
papel del hombre, del humano, de la humanidad y del humanismo, con respecto al
papel a desempeñar en este momento histórico por el hombre, ahora que se habla
de competidores directos en lo concerniente a la llamada inteligencia
artificial -IA-.
Recuperar el sentido del hombre,
su papel y las características particulares que lo distinguen de los otros
seres que habitan el planeta, es decir, impulsar un nuevo “renacimiento”,
apoyadas obviamente por las nuevas herramientas con que hoy se cuenta.
También deberían dedicarse a
reflexionar y con un sentido crítico amplio, es decir constructivo y
propositivo; buscarle alternativas a los relatos actuales que ya son
anacrónicos y están en vías de desaparecer.
La construcción de “protocolos”,
de “métodos”, de “esperantos” o de “partituras” para que las diferentes
disciplinas puedan coexistir de manera colaborativa, sería un aporte invaluable
en el momento actual.
La construcción de verdaderos
marcos de conceptualización objetivos, serios, apartados de los egos y los
egoísmos, que sean diagnósticos verificables pero a su vez propositivos y
prospectivos, es un elemento primordial para el trabajo conjunto entre las diferentes
disciplinas, lo cual les permitirá conocer aún más del objeto bajo estudio.
Finalmente, recuperar el sentido
de lo ético en el desenvolvimiento de lo humano, de modo que seamos capaces de
recuperar el tiempo perdido y sean el respeto y la tolerancia los principios
que rijan nuestra existencia.
Hoy se confunden de manera
permanente conceptos como el de inteligencia y el de habilidades.
La computación y su reciente
evolución alrededor de la inteligencia artificial multiplican la
capacidad de cálculo y de establecimiento de relaciones entre datos.
Sin embargo, es el criterio, el
razonamiento ético y la moral quienes respaldan la toma de decisiones, asunto
donde el humano seguirá interviniendo.
La noción de tiempo, la
simultaneidad convertida en un “ahora permanente y continuo” exigirá nuevas
competencias y formas de interacción entre los humanos y los distintos tipos de
recursos disponibles para poder funcionar y poder sobrevivir en medio de
realidades ciertas o falsas que puedan hacer parte del mundo de la información
y de los datos.
Claro que la inteligencia
artificial abre nuevas posibilidades de universos en casi todos los
aspectos conocidos y por conocer.
Sin embargo, recordemos que los
especialistas del cerebro sostienen que en promedio los humanos solamente
utilizamos aproximadamente un 5 % de su real capacidad, lo cual nos impone un
reto, pues, quiérase que no, el cerebro humano es el modelo que seguir por
parte de los diseñadores actuales de la IA.
En los albores de su
espectacular desarrollo y crecimiento, la IA debería ser vista no como
un competidor, más sí como un complemento a los esfuerzos humanos en la
búsqueda del bienestar general.