José Alvear Sanín
La llegada del año
nuevo —que cordialmente deseamos próspero a todos los colombianos de buena
voluntad—, no puede hacernos olvidar la urgencia de la unión de todas las
fuerzas políticas correctas, para salvar y recuperar el país, porque si aceptamos
a Petro hasta marzo 2026, su reelección será inevitable, dentro de la
Constitución o fuera de ella; con votos o con balas, con resultados positivos o
negativos, por las buenas o por las malas. Tiene el presupuesto y la Tesorería
para sobornar, cohechar y comprar a todos los políticos, congresistas,
magistrados y periodistas que sea necesario, mientras el narcotráfico, la
delincuencia y sus guerrillas, copan cada día más territorio.
Petro no se concibe
como expresidente. ¿Quién se preocuparía de lo que diga o haga estando fuera
del cargo? Solo en el poder puede expeler eficazmente el odio, el resentimiento
y la vulgaridad que motivan todos sus actos cotidianos, y únicamente el Gobierno
puede darle la satisfacción de todos los placeres públicos que hacen
incomparable el goce del despotismo: incontables y fastuosos viajes, desfiles,
manifestaciones, tv y prensa, etc., al lado de los privados y sensuales
placeres de la mórbida y clandestina agenda privada (“¡hoy en Bogotá y mañana
en cualquier lugar del mundo!”).
Jamás se privará ya
Petro del abuso diario del poder, porque en él, la libido imperandi no distingue
entre lo público y lo privado.
En los días finales del
año viejo se popularizó en Colombia la expresión kakistocracia, para
referirse a lo peor (kakistos) y al gobierno (cratos). Aquí, es
eso lo que tenemos, y el jefe del Estado es precisamente el kakas (del griego
kakis, y del latín cacare, como puede verse en el DRAE).
Por esta razón, La
Linterna Azul no se cansará, en el presente año, de predicar la necesidad y
la urgencia de la unión de todas las fuerzas democráticas bajo un liderazgo
común y desde hoy. La primera tarea, de la mayor importancia, es la de activar
los mecanismos institucionales previstos en el artículo 109 de la Carta, para
destituir a Petro, porque, si no, él destruirá todas las instituciones en los
próximos 15 meses y se posesionará “maduramente” el 7 de agosto de 2026.
¡Las elecciones de 2026
no serán un alegre paseo dominical, sino la batalla final, para la cual no nos
estamos preparando!