Luis Guillermo Echeverri Vélez
Ausencia total de un “propósito país”
No se puede ser una democracia y cogobernar con
el narcoterrorismo. Colombia deambula entre las pútridas decisiones de quienes
le cambiaron el sistema operativo al país. Pasamos de un sistema de libertades
democráticas a un Estatismo destructor de las garantías sociales y los
mecanismos lícitos de generación de valor y formación de capitales públicos y
privados.
Estamos en manos del engaño permanente de un Gobierno
ilegítimo, que según conveniencia se define y obra como revolucionario, se vale
de una servil cleptocracia y es complaciente y cómplice de una multiplicidad de
organizaciones criminales narcoterroristas. La preocupación de la gente del
común es tremenda, pero resulta estéril ante la negación tolerante e
irresponsable de quienes nos representan como dirigentes de la
institucionalidad democrática.
La gente se pregunta cuál es la probabilidad de
una elección limpia en el 2026 ante una manifiesta total ausencia de propósito
país y una desconfianza generalizada en las volátiles estructuras partidistas y
la debilidad de las figuras que resultan de una selección improvisada
controlada por medios y encuestadoras.
Un propósito de país solo emana de la
determinación y el valor que demanda la voluntad política de asumir los altos
costos que implica hacer lo realmente correcto. No se limita a asumir las
convicciones ideológicas “progre o woke”, y quedar atrapados en lo
políticamente correcto y en la suscripción obligada de las agendas minoritarias
impuestas a las mayorías.
Donde prima el interés personal de los
políticos y los líderes que adolecen de una auténtica voluntad de servicio, se
vende la libertad y se elimina el interés general y el bien común. Caímos en
una trampa cultural propia de la dialéctica inversa del populismo, y no logra
el país producir los planteamientos y las acciones necesarias para recobrar el
camino del desarrollo socioeconómico.
Vivimos en un entrampamiento ideológico, donde
el jarabe que nos han vendido en el frasco etiquetado como “Solución de Paz”,
no es remedio, sino veneno mata ratas. Están las fronteras y los corredores de
narcotráfico convertidos en “Franjas” dominadas por el narcoterrorismo.
La génesis de la revolución en Colombia pasa
por una histórica divergencia ideológica que optó por la ilegalidad y la
violencia al considerar ilegítimo un Estado constitucional. Algo que con el
tiempo degeneró en una anarquía donde todas las organizaciones criminales
mutaron al narcoterrorismo. Ahora paradójicamente, lo que fuera una insurgencia
guerrillera ideológica se convirtió en una multiplicidad de grupos
paramilitares auspiciados y al servicio de los gobernantes revolucionarios que
representan el modelo de gobierno del socialismo comunista del siglo XXI.
Hoy, a una destrucción institucional
sistemática, solo se opone una tímida y cómoda mediocridad gremial, la
corruptela barata de la politiquera clientelista y la lánguida dignidad de las
togas embolatada en el bazar judicial. No puede prosperar una tierra donde no
se respeta a los soldados y policías de la patria, donde los criminales en
lugar de ir a la cárcel son convertidos en ciudadanos de mejor derecho al ser
nombrados gestores de paz. Qué macabra ironía. Ahora solo falta que los nombren
generales de la República.
Los colombianos no contamos hoy con un Estado
que proteja la vida y garantice la seguridad física y la salud de los
ciudadanos. Dejamos que este Gobierno destruyera el sistema de libertades que
permitía la propiedad y el emprendimiento privado, las asociaciones público-privadas
y la eficiencia de las empresas de la nación que han sido los flotadores del
erario.
Dura es la lucha contra la ignorancia propia
del desespero social que limita la nación a la cultura mafiosa del rebusque, a
las voluntades individuales, al abuso de la ley por parte del propio Estado
quedando todo supeditado a la egolatría y a las vanidades que ostentan el
poder.
El comunismo internacional como sistema de
control del poder es activista, estatista y esclavista, y adopta nuevas
versiones promotoras y validadoras del narcoterrorismo, creando tiranías
regionales disfrazadas de democracias “progresistas modelo siglo XXI” que
generan más injusticia e inequidad y acrecientan la brecha de la desigualdad
económica. Algo que solo se cierra mediante la generación de riqueza aplicada a
los medios productivos bajo las reglas lógicas de las libertades económicas y
de mercado.
El mal llamado “progresismo”: prefiere un
concubinato con la ilegalidad a la ortodoxia. Desprecia el hecho de que la
seguridad y la salud de la ciudadanía empiecen por la debida nutrición infantil
garantía del debido desarrollo cerebral, físico y comportamental de los
jóvenes. Y relega el manejo de la cosa pública al inmediatismo mediático
desestimando la importancia de mantener una actividad económica productiva
creciente de donde provienen los ingresos del Estado.
El “progresismo” ignora la cultura de
obediencia y respeto a la ley como elemento esencial de generación de la
seguridad, sin la cual no puede existir la confianza ciudadana en conducción
del Estado, de la economía, la generación de nuevas oportunidades de negocio y
la atracción de inversión que generan crecimiento y empleos de lo cual dependen
los ingresos de los hogares y del Estado. Ignora que no puede haber progreso ni
desarrollo si no se invierte en un mayor nivel de educación y capacitación que
les permita a los negocios seleccionar, adquirir, adoptar, adaptar e implantar
nuevas tecnologías para ser más productivos y competitivos. Ignora que la
proliferación de la formación de capitales ilícitos no transforma, destruye y
contamina toda la actividad económica, impide la formación y administración de
políticas públicas eficientes y estrangula la confianza inversionista que
habilita la formación de actividad económica y capitales lícitos y formales.
Los cambios pueden ser avances o retrocesos. La
civilización ha avanzado mediante cambios transformaciones propios de una
función tecnológica que implican la formación de capitales lícitos que
apalancan el crecimiento y el desarrollo. Los retrocesos son el producto de la
irresponsabilidad de los líderes y los gobernantes revolucionarios
fundamentados en el control Estatizado de las libertades destruyendo toda la
seguridad ciudadana y desarrollo socioeconómico.