A mí me enseñaron que el que miente, roba, y el que roba
siempre es un cobarde. Y aquí muchos de los que se ufanan de ser líderes, viven
en el engaño propio de que se puede jugar con el bien y con el mal al mismo
tiempo.
De “El diario de Frank”, de Bernardo Vélez Isaza, publicado
en 1953: “¿De qué le sirven al hombre la civilización y la cultura de que
alardea, si se revuelca en el fango de la infamia y la degeneración?” … “Hoy
el mundo está dividido en dos bandos opuestos e irreconciliables: civilización
cristiana y comunismo. Colocarse en el centro equivale a tomar una posición
falsa y absurda, en la que es imposible guardar el equilibrio. Hay hombres que
encienden una vela a Dios y otra al diablo. Si se ven obligados a definirse,
apagan la de Dios…”
Para que una democracia sea operativa y no un telón detrás
del cual todo se vale, la legalidad debe estar totalmente alinderada y que
enmarque todo el acontecer sociopolítico y económico de la nación.
Lo que no funciona y no se debe hacer nunca, es utilizar la
democracia para encubrir delincuentes y validar la criminalidad al otorgar
impunidad a organizaciones e individuos que eligen el crimen como forma de
vida, y luego exigen reconocimiento legal, social, político, económico y un
estatus que los presente como el ejemplo a seguir.
No se vale eso de dialogar, negociar ni validar a quienes
oficialmente o de forma enmascarada representan el crimen organizado, la
cleptocracia que gobierna, la cultura mafiosa y la ideología narco-comunista
bajo la cual el terrorismo controla gran parte del territorio y el devenir
nacional.
Consentir y acomodarse a cogobernar con criminales, es
engañar y condenar a la desigualdad, la inequidad y al empobrecimiento a la
gente indefensa.
Como se explica uno que haya “personajes” que por
conveniencia se hacen clasificar como líderes de oposición y con tal de figurar
se presten para la validación de criminales y bufones mediáticos. ¿No es eso
tan contraproducente socialmente como venderle el alma al diablo?
Cuando una sociedad es cómplice de la delincuencia, pierde
sus valores, la integridad y la fuerza de su institucionalidad democrática.
Tiene un grave problema cultural que si no corrige está condenada a que la
gobiernen y la representen criminales y sus organizaciones.
El movimiento globalista que impone las agendas
minoritarias a las mayorías es propio del mal llamado progresismo, que es lo
más distante al interés general de las naciones, y es lo más opuesto a la
globalización del conocimiento humano que es lo que paradójicamente ha llevado
nuestra civilización a avanzar más en los últimos 25 años que en los últimos
tres milenios.
Lo que hoy se vive y se padece en materia de atraso y
deterioro socioeconómico en nuestra región no es izquierda socialista, es
terrorismo narco-comunista modelo siglo XXI, que esclaviza en la pobreza a
millones de seres humanos mientras promueve la formación de capitales ilegales.
Los líderes que hoy alcahuetean y no son capaces de
enfrentar al crimen organizado y a quienes lo representan, son los mismos que
dejaron narcotizar las fronteras con Venezuela, Ecuador y con ambos océanos,
pues de sus posiciones mamertas solo emana lo que va atado a su propia
conveniencia, a sus intereses individuales, a sus ambiciones de fama, poder o
riqueza.
Qué se puede esperar en un país donde el presidente ondea
la bandera del M-19 y un ministro luce el uniforme político de las FARC-EP,
organizaciones criminales narcoterroristas que utilizaron el engaño a la
democracia para hacerse al poder y que están dedicadas a la destrucción de
todos los principios y valores fundacionales de la nación.
¿No está hoy el país vendiéndole el alma al diablo al
alinearse con los Estados controlados por el terrorismo y correr
voluntariamente el lindero de la soberanía y legalidad democrática para
fortalecer una unidad ideológica opresora con el narcoestado vecino manejado
por un tirano y toda clase de maleantes?
Los problemas no se arreglan solos. Ya quedó claro en
Venezuela que una elección se la roban y no pasa nada. Aquí y allí estamos en
manos de una chusma criminal que lamentablemente solo comprende su propio
aterrador lenguaje e instrumento: “dar chumbimba”.
La región entera no tendrá libertad de ningún tipo hasta
que la ciudadanía no se vea obligada a organizarse en una resistencia que pueda
combatir la tiranía y el crimen organizado, recuperar el sistema democrático y
las libertades económicas, tener un sistema judicial que ofrezca garantías de
legalidad y unas fuerzas armadas capaces de hacer valer la constitución y las
leyes.