Andrés de Bedout Jaramillo
Después de escuchar el discurso de posesión del
usurpador y dictador Maduro, el futuro de Venezuela no podría ser peor.
En su intervención, no se le escuchó ni
siquiera hablar de los cerca de nueve millones de venezolanos que deambulan por
el mundo, añorando ellos y sus familias en Venezuela, por un rápido
reencuentro.
No se le escuchó a Maduro, ningún proyecto
concreto para su gente, solo les advirtió sobre el trato que recibirían de
intentar siquiera contradecir y menos oponerse a su nefasto, diabólico y
destructor estilo. Ya, inclusive, está hablando de unas reformas a la Constitución,
para restringir aún más las muy pocas libertades, con que hoy cuentan los
venezolanos. Me quedó la impresión de que Maduro no está dispuesto a volver a
pasar por unas elecciones libres con actas verificables, para no tener que
robarse de frente la voluntad del pueblo, su propósito y el de sus secuaces es
el de un partido único, sin posibilidades diferentes a su voluntad.
La diáspora venezolana se va a incrementar
rápidamente, las primeras consecuencias las viviremos en Colombia, donde Petro
alcahueteó con su errado proceder, el fin total de la democracia en Venezuela,
sin medir consecuencias, como lo hace con todos los temas y sectores, haciendo
gala de su objetivo principal, “dañar todo lo que toca”. En Colombia tenemos ya
cerca de tres millones de venezolanos.
Los quinientos millones de dólares mensuales,
que le producen al régimen las cerca de tres explotaciones petroleras
extranjeras, se tienen que acabar, para cortarle el chorro que le permite a
Maduro mantener contento a su pequeño pero poderoso círculo de militares,
policías y civiles armados y motorizados, que lo cuidan, llegando a someter y
torturar hasta a sus propios familiares y amigos.
Por algo será, que su compinche presidente
colombiano, en el tema de subsidios, solo está cumpliendo al 100 % con los de
la primera línea, que maneja Bolívar en Prosperidad Social y los de “Jóvenes
delincuentes en paz”, que maneja el desastre de vicepresidenta que tenemos. A
los ancianos, a las madres cabeza de familia, a los estudiantes y a los niños
más necesitados, no les está cumpliendo ni con la alimentación.
El único recurso que queda es el de sacarlos a
las malas, aprovechando la jugosa recompensa que está ofreciendo Estados
Unidos, veinticinco millones dólares por Maduro, veinticinco por Diosdado y
quince por Padrino.
Una alianza estratégica entre militares venezolanos
opositores de Maduro y cazarrecompensas extranjeros, dispuestos a todo, que en
forma simultánea actúen en contra de estos tres cabecillas y de otros militares
detectados como partes activas en la traición al pueblo venezolano, víctimas
del reciente golpe de Estado perpetrado, de frente y sin asomo de vergüenza
alguna, en compañía de los dictadores de Cuba, Nicaragua y El Congo.
Los militares venezolanos que no están en la rosca
de Maduro se tienen que pellizcar rápido y recordar que ya van más de 200
militares detenidos por el régimen.
El mundo, asombrado, debe seguir haciendo todos
los esfuerzos necesarios para liberar a estos pueblos subyugados por sus
dictaduras y sometidos a la expulsión de sus territorios y a la separación de
sus familias.
Pidamos a nuestro Señor Jesucristo, nos ilumine
y fortifique, para que, en Colombia, no nos termine sucediendo lo mismo que está
sucediendo en Venezuela.