Ahora que se inicia un nuevo
año, algunos ven el cambio de calendario como una feliz oportunidad de
redespegue y un nuevo inicio que no tiene en cuenta las circunstancias o
eventos que han tenido y tienen vigencia hasta terminar el año que finaliza,
partiendo de una postura ingenua y optimista de que las cosas van a cambiar
porque “año nuevo, vida nueva”, lo cual no necesariamente es así, al reconocer
de manera objetiva la inercia de los acontecimientos que están vigentes y los
que se han venido incubando.
Apoyados en Wikipedia, traemos a
colación la precisión de algunos términos y conceptos que nos ayudarán a poner
los pies sobre la tierra.
“El optimismo, al
igual que la esperanza, es la doctrina y la
disposición de espíritu que aguarda lo mejor y lo más positivo de todo en psicología, ética y filosofía. Se
considera en estos ámbitos como corriente opuesta al pesimismo.
El término deriva del latín optimum, que significa "lo mejor". Ser optimista, en el sentido
típico de la palabra, es esperar el mejor resultado posible de una situación
determinada. En psicología
se suele denominar optimismo disposicional. Refleja la creencia de que las
condiciones futuras irán a mejor. Como rasgo, fomenta la resiliencia ante el estrés.
Las teorías del optimismo
incluyen modelos disposicionales y modelos de estilo explicativo. Se han
desarrollado métodos para medir el optimismo dentro de estos dos enfoques
teóricos, como diversas formas de la Prueba de Orientación Vital para la
definición disposicional original del optimismo y el Cuestionario de Estilo
Atribucional diseñado para probar el optimismo en términos de estilo
explicativo.
La variación en el optimismo
entre las personas es algo heredable y refleja en cierto grado un rasgo
biológico. El optimismo de una persona también está influido por factores
ambientales, incluido el entorno familiar, y puede ser aprendible.
Historia
La palabra optimismo
proviene del latín "optimum": "lo mejor". El término
fue usado por primera
vez para referirse a la doctrina sostenida por el filósofo alemán Gottfried
Wilhelm Leibniz en su obra Ensayos de Teodicea sobre la bondad de Dios, la
libertad del hombre y el origen del mal (Ámsterdam, 1710), según la cual el
mundo en el que vivimos es el mejor de los mundos posibles. Una postura
parecida es sostenida con distintos matices por los filósofos William Godwin, Ralph
Waldo Emerson y Friedrich Nietzsche. Por otra parte, el espíritu de algunos
movimientos espirituales, como el Renacimiento y la Ilustración, fue
identificado como optimista y lleno de fe en el hombre y sus posibilidades,
frente a épocas opuestas y pesimistas como la Edad Media y el Barroco.
Comúnmente se cree que Voltaire fue el primero en
usar la palabra en 1759, como subtítulo a su cuento filosófico Cándido (en el
que se burla en casi cada página de la idea de Leibniz). Ciertamente Voltaire
fue el primer personaje famoso que usó aquella palabra en el siglo XVIII y
quizá también el que la popularizó; no fue, sin embargo, su inventor. El
término "optimismo" aparece por primera vez, en francés (“optimisme”),
en una reseña de la Teodicea publicada en la revista de los jesuitas franceses Journal
de Trévoux (núm. 37), en 1737. En ese mismo año, el filósofo y matemático suizo
Jean-Pierre de Crousaz repitió la palabra en un examen crítico del Ensayo sobre
el hombre de Alexander Pope. Aquellos primeros usos, como el posterior de
Voltaire, fueron burlones. En 1752, el Dictionnaire universel de Trévoux aprueba
el término; diez años después, la academia francesa lo incluye por primera vez
en su Dictionnaire. El término es usado por primera vez en inglés ("optimismo")
en 1743 por el británico William Warburton, en una respuesta al examen de
Crousaz arriba mencionado. Por su parte, los primeros en usar el término en
alemán ("Optimismus") fueron Gotthold Ephraim Lessing y Moses
Mendelssohn, en su escrito Pope: ¡un metafísico! de 1755.
De manera contraria, el pesimismo es una actitud mental en la que se anticipa un resultado
indeseable de una situación dada. Los pesimistas tienden a centrarse en los aspectos negativos de la vida
en general.
Por su parte la ingenuidad es la
condición o personalidad del ingenuo (del latín ingenuus, traducible por
natural, indígena, libre de nacimiento, lo que se identificaba históricamente
con la condición del hombre libre por contraposición al siervo, o en algunos
casos con la condición de nobleza).
Indica ausencia o falta de malicia
y de experiencia, una deficiente comprensión o inteligencia y la ausencia de sofisticación;
así como presencia de sinceridad, inocencia, sencillez, candor, pureza o candidez
(como reflejan los tipos literarios de Cándido, fijado por Voltaire, o de la ingenua).
De igual manera la candidez es
un rasgo de ingenuidad, que se caracteriza por la ausencia de malicia,
sofisticación, y por la presencia de sinceridad, inocencia, y sencillez.
La palabra "candidez"
se define como: blancura, sencillez de ánimo, simpleza, poca advertencia”.
Ahora bien, ambos conceptos
extremos están marcados por la disposición de ánimo y por la cantidad y la
calidad de la información y de los datos que se tienen a la mano y que pueden
ser o no valorados y evaluados convenientemente.
De este modo, algunos sostienen
que un pesimista es un optimista bien informado.
Enfrentemos entonces con
prudente optimismo el año que recién iniciamos.