jueves, 9 de enero de 2025

De cara al porvenir: el optimismo

Pedro Juan González Carvajal
Pedro Juan González Carvajal

Ahora que se inicia un nuevo año, algunos ven el cambio de calendario como una feliz oportunidad de redespegue y un nuevo inicio que no tiene en cuenta las circunstancias o eventos que han tenido y tienen vigencia hasta terminar el año que finaliza, partiendo de una postura ingenua y optimista de que las cosas van a cambiar porque “año nuevo, vida nueva”, lo cual no necesariamente es así, al reconocer de manera objetiva la inercia de los acontecimientos que están vigentes y los que se han venido incubando.

Apoyados en Wikipedia, traemos a colación la precisión de algunos términos y conceptos que nos ayudarán a poner los pies sobre la tierra.

“El optimismo, al igual que la esperanza, es la doctrina y la disposición de espíritu que aguarda lo mejor y lo más positivo de todo en psicología, ética y filosofía. Se considera en estos ámbitos como corriente opuesta al pesimismo.

El término deriva del latín optimum, que significa "lo mejor". Ser optimista, en el sentido típico de la palabra, es esperar el mejor resultado posible de una situación determinada. En psicología se suele denominar optimismo disposicional. Refleja la creencia de que las condiciones futuras irán a mejor. Como rasgo, fomenta la resiliencia ante el estrés.

Las teorías del optimismo incluyen modelos disposicionales y modelos de estilo explicativo. Se han desarrollado métodos para medir el optimismo dentro de estos dos enfoques teóricos, como diversas formas de la Prueba de Orientación Vital para la definición disposicional original del optimismo y el Cuestionario de Estilo Atribucional diseñado para probar el optimismo en términos de estilo explicativo.

La variación en el optimismo entre las personas es algo heredable y refleja en cierto grado un rasgo biológico. El optimismo de una persona también está influido por factores ambientales, incluido el entorno familiar, y puede ser aprendible.

Historia

La palabra optimismo proviene del latín "optimum": "lo mejor". El término fue usado por primera vez para referirse a la doctrina sostenida por el filósofo alemán Gottfried Wilhelm Leibniz en su obra Ensayos de Teodicea sobre la bondad de Dios, la libertad del hombre y el origen del mal (Ámsterdam, 1710), según la cual el mundo en el que vivimos es el mejor de los mundos posibles. Una postura parecida es sostenida con distintos matices por los filósofos William Godwin, Ralph Waldo Emerson y Friedrich Nietzsche. Por otra parte, el espíritu de algunos movimientos espirituales, como el Renacimiento y la Ilustración, fue identificado como optimista y lleno de fe en el hombre y sus posibilidades, frente a épocas opuestas y pesimistas como la Edad Media y el Barroco.

Comúnmente se cree que Voltaire fue el primero en usar la palabra en 1759, como subtítulo a su cuento filosófico Cándido (en el que se burla en casi cada página de la idea de Leibniz). Ciertamente Voltaire fue el primer personaje famoso que usó aquella palabra en el siglo XVIII y quizá también el que la popularizó; no fue, sin embargo, su inventor. El término "optimismo" aparece por primera vez, en francés (“optimisme”), en una reseña de la Teodicea publicada en la revista de los jesuitas franceses Journal de Trévoux (núm. 37), en 1737. En ese mismo año, el filósofo y matemático suizo Jean-Pierre de Crousaz repitió la palabra en un examen crítico del Ensayo sobre el hombre de Alexander Pope. Aquellos primeros usos, como el posterior de Voltaire, fueron burlones. En 1752, el Dictionnaire universel de Trévoux aprueba el término; diez años después, la academia francesa lo incluye por primera vez en su Dictionnaire. El término es usado por primera vez en inglés ("optimismo") en 1743 por el británico William Warburton, en una respuesta al examen de Crousaz arriba mencionado. Por su parte, los primeros en usar el término en alemán ("Optimismus") fueron Gotthold Ephraim Lessing y Moses Mendelssohn, en su escrito Pope: ¡un metafísico! de 1755.

De manera contraria, el pesimismo es una actitud mental en la que se anticipa un resultado indeseable de una situación dada. Los pesimistas tienden a centrarse en los aspectos negativos de la vida en general.

Por su parte la ingenuidad es la condición o personalidad del ingenuo (del latín ingenuus, traducible por natural, indígena, libre de nacimiento, lo que se identificaba históricamente con la condición del hombre libre por contraposición al siervo, o en algunos casos con la condición de nobleza).

Indica ausencia o falta de malicia y de experiencia, una deficiente comprensión o inteligencia y la ausencia de sofisticación; así como presencia de sinceridad, inocencia, sencillez, candor, pureza o candidez (como reflejan los tipos literarios de Cándido, fijado por Voltaire, o de la ingenua).

De igual manera la candidez es un rasgo de ingenuidad, que se caracteriza por la ausencia de malicia, sofisticación, y por la presencia de sinceridad, inocencia, y sencillez.

La palabra "candidez" se define como: blancura, sencillez de ánimo, simpleza, poca advertencia”.

Ahora bien, ambos conceptos extremos están marcados por la disposición de ánimo y por la cantidad y la calidad de la información y de los datos que se tienen a la mano y que pueden ser o no valorados y evaluados convenientemente.

De este modo, algunos sostienen que un pesimista es un optimista bien informado.

Enfrentemos entonces con prudente optimismo el año que recién iniciamos.