José Alvear Sanín
Si estuviéramos
viviendo dentro de la vigencia de la Constitución y la Ley, sería una excelente
noticia la apertura del abanico presidencial del Centro Democrático, formado
por María Fernanda Cabal, Paloma Valencia, Paola Holguín, Andrés Guerra y
Miguel Uribe, del cual debe salir el candidato único del uribismo. Pero en las
circunstancias actuales, este no llegará a la Presidencia, sino que hará más
fácil la continuidad del petrismo porque si cada partido democrático presenta
su candidato, la división nos llevará inexorablemente a repetir el desastre de
2022.
Vamos por partes. Supongamos:
1. Que no hay autogolpe
de Estado y Petro no se queda a la brava.
2. Que las elecciones
serán libres; las autoridades electorales, imparciales; el escrutinio,
correcto, y los resultados, respetados.
Nada en la ideología
comunista ni en la conducta del actual gobierno permite pensar que esas
elecciones vayan a ser limpias y conformes a la legislación electoral actual,
que, incidentalmente, puede cambiar si la reforma política de Petro se
convierte en otra ley embadurnada de mermelada.
Si además consideramos
el creciente control territorial de las guerrillas petristas, las elecciones no
serán un paseo triunfal; más bien, una confrontación de muy incierto resultado.
Frente a un panorama
electoral especialmente arriesgado y bajo gobierno comunista, la unión de las
fuerzas democráticas es imperativa, porque desde ahora requerimos:
1. Un programa completo
de recuperación nacional
2. Una fusión generosa
y sincera de todas las fuerzas democráticas
3. Una dirección
política única, con candidato también único e indiscutible.
Lo anterior debe
responder a una voluntad de poder que se exprese desde ahora. Este movimiento
demanda:
1. Prevenir el fraude.
2. Preparar millares de
testigos electorales.
3. Adecuada logística
(finanzas – publicidad – lemas y consignas – organización – responsabilidades, etc.)
4. Apropiada
información en el ámbito internacional, para defendernos de calumnias, consejas
y tergiversaciones.
Si en marzo de 2026 se
repite el sainete de la consulta popular para elegir candidato democrático,
como en 2022, apenas habrá dos meses para improvisar en los millares de asuntos
que exige una campaña presidencial, sobre todo si se tiene en cuenta que el
contrincante dispondrá de las dos vertientes del petrismo —la “legal” y la
subversiva—, todo el dinero de la única gran industria actual del país y el
inmenso poder del Gobierno.
Por todo lo expuesto
hasta aquí, tenemos la obligación de rechazar el abanico uribista. Si alguno de
sus integrantes es escogido para representar las fuerzas democráticas,
magnífico, pero si esa responsabilidad recae en un personaje de otra corriente,
todos tendremos la obligación de apoyarlo.
Hay que empezar desde
ahora, sin pérdida de tiempo, a encarar al enemigo como debe ser, y no seguir
desgastándose en numerosas candidaturas condenadas al fracaso, hasta marzo de
2026, cuando ya sea tarde para salvar al país.
Desde luego, estamos
analizando una hipótesis, pero no deben descartarse otras como que Petro cierre
Cortes y Congreso, y se vaya con su Plan B, C, o D; o que, con 600 municipios
en poder de la guerrilla, “gane las elecciones”.
En los últimos días, el
expresidente Duque ha propuesto una Alianza Nacional Republicana, y el doctor Vargas
Lleras, así como el general Zapateiro, han llamado la atención sobre la
necesidad de la unión para conservar la democracia. Estas voces son muy
acertadas y no merecen el silencio con el que han sido recibidas hasta ahora.
En resumen, el país no
se rescatará de un despotismo sin límites éticos ni legales, como el imperante,
con juegos políticos de azar ni con maniobras decimonónicas.
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Uno de nuestros mejores
lectores ha resumido la situación así: “¡Muchos candidatos de derecha eligen
uno de izquierda!”.