José Alvear Sanín
Como se piensa que
Petro cada día registra mayor desaprobación, que su logorrea, mendacidad y
agresividad aumentan y que la creciente crisis económica le pasará cuenta de
cobro, los políticos y empresarios continúan tranquilos, esperando un
arrollador triunfo en ambos comicios de 2026.
Prevalece la impresión
de que en dos años pasará la pesadilla, lo que autoriza para seguir haciendo
aquello que De Gaulle llamaba politique politicienne, y nosotros, manzanilla
y clientelismo.
Por eso, las menguadas
huestes de Uribe, Gaviria, Vargas Lleras y los exconservadores no se unen, en
un país donde ya más del 20% del territorio está dominado por las guerrillas
petristas y el narcotráfico y la corrupción han llegado a extremos
inimaginables, porque dizque “la solidez de nuestras instituciones” es
suficiente garantía de democracia. Nos toca aguar la fiesta para considerar
hasta dónde hay en ellas mayor debilidad que fortaleza.
Las instituciones son
tan sólidas como las personas que las encarnan, para lo cual hay que ponderar
su probidad, preparación, integridad, responsabilidad, antecedentes..., cada
vez más escasas en los órganos permeados por la extrema izquierda y por su inevitable
séquito, lumpen y woke. Y si a eso sumamos la corrupción, que con la
mermelada en Colombia ha llegado a niveles astronómicos de perfección, empiezan
a desvanecerse las ilusiones.
La semana pasada,
contrariamente a la euforia circundante, da la impresión de que Petro ha
alcanzado el zenit o pináculo de su poder, situación que le permite amacizarse
e intercambiar sombreros con Mancuso, calumniar a Barbosa y pronunciar las más
desvergonzadas hasta ahora de sus diatribas.
Ese atroz espectáculo
solo puede darlo alguien convencido de la solidez de su poder, porque:
1. Ha emasculado y
desmantelado las fuerzas armadas
2. Ha eliminado la
supremacía aérea, en beneficio de guerrillas y carteles
3. Tiene Fiscalía de
bolsillo, para no investigar la corrupción de funcionarios y parientes y para
ejecutar sus venganzas.
4. Acaba de elegir
procurador satélite y se prepara para completar su dominio de la Corte
Constitucional, infiltrar la junta del Emisor y aumentar el número de sus
secuaces en las otras altas cortes.
5. El Consejo Nacional
Electoral seguirá dilatando la aprobación de la ponencia sobre los topes
electorales, y la Comisión de Acusaciones sigue siendo suya.
6. Ya se ha iniciado la
persecución judicial de sus opositores.
7. Dispone de una tesorería
que eroga más de un billón diario de pesos para gastar, malgastar y corromper.
8. Los escasos medios
que se oponen a la aplanadora petrista, poco pueden hacer frente a una tv
neutralizada con pauta y a centenares de bodegas, a las que se les promete
jugosa y creciente subvención oficial, dizque porque son “prensa alternativa”.
9. La expulsión de
periodistas independientes presagia el control de la información, que será
objeto, además, de una agencia digital, propuesta para censurar las redes
sociales.
Por tanto, hay que
insistir en que la unión no puede posponerse hasta marzo de 2026. Es urgente
tener un jefe único e indiscutible, para preparar un programa, organizar la
propaganda, conseguir los recursos, prevenir el fraude y establecer una
logística eficaz, de modo que, con una real vocación de poder, se puedan ganar
las elecciones.
Entretanto, no conviene
ignorar la correlación actual de fuerzas parlamentarias. Dizque Petro no tiene
mayorías en el Congreso, pero mientras este siga siendo irrigado por la
mermelada, continuará aprobando los más destructores proyectos.
¡Basta considerar que,
para la elección de procurador, Petro obtuvo 95 votos en el Senado, y la moción
de censura al Minhacienda, apenas nueve!
***
¡Cómo es posible que la
propuesta del expresidente Duque para la formación de una Alianza Nacional
Republicana caiga en el vacío!