viernes, 4 de octubre de 2024

Mis amigos pastusos

José Leonardo Rincón, S. J.

No es la primera vez que desde esta tribuna hablo de Pasto y sus gentes, y no creo que sea la última. ¿Qué es lo que tienen esos pastusos que los hace tan especiales? En tres años cumpliré 50 de haber iniciado esa experiencia. Y fue gracias a uno de mis mentores vocacionales, José Carlos Jaramillo, jesuita que fue rector del Colegio Javeriano, el responsable.

Alberto Eraso, hijo de Erlinto y Consuelo, fue mi primer amigo y lo fue sin conocerlo y a la distancia, por correspondencia. Él, alumno de nuestro colegio y yo del Mayor de San Bartolomé. Nos unía José Carlos y la pastoral juvenil. A esta familia vine a conocerla cinco años después, cuando ya novicio fui a hacer el mes de hospital en San Pedro y una noche fuimos a cenar a su casa. Consuelo era dama gris de la Cruz Roja y Antonio Erlinto, médico cirujano, profesión que luego heredó Alberto. Recuerdo que esa noche Erlinto, que trabajaba en el hospital, me invitó a presenciar una laparotomía, experiencia maravillosa que nunca olvidaré porque me permitió admirar en vivo y en directo la fascinante obra de Dios con nuestro cuerpo humano.

Pero bueno, hablar de cada uno y las mil anécdotas que me unen a esta gente buena y maravillosa me puede llevar el equivalente a una enciclopedia Espasa de 50 tomos o varias teras en archivos digitales, así que esta vez, solo diré que en estos días, cuando he vuelto una vez más, hemos optado más bien, ante la imposibilidad de poderlos ver uno por uno, por un encuentro grupal donde nos podamos ver con muchos, nunca todos, alrededor de un café y algo más, que puede ser unas empanadas de añejo, un quimbolito o, alguna de sus delicias gastronómicas. Genial. Esta vez me regalaron esa dicha una veintena de ellos. Imposible estar todos y menos cuando se organizó la cosa 24 horas antes, por múltiples razones (viajes, salud) o porque ya no están en este mundo, pero los sigo llevando en mi corazón… injusto intentar nombrarlos a todos, porque siempre podrá escaparse de mi memoria alguno de ellos y no quiero dejar de lado a nadie cuando repaso uno por uno sus rostros.

Desde aquí, de nuevo y para siempre, les digo gracias de corazón. Desde entonces, como les comenté al inicio y obviamente impulsado exponencialmente por haber vivido allí dos inolvidables años, todas las semanas que he vivido, tengo que ver con Pasto y sus gentes: una llamada, un WhatsApp, una visita, un correo, mi espacio radial en Dinámica, en Ecos Pasto, algo. Algo hay siempre que me conecta con ellos, con sus vidas. Su afectuosa acogida, su inocultable cariño y la fidelidad en la amistad y la lealtad que son sus notas características. Y allá en el fondo, cual testigo mudo, pero no indiferente, se yergue majestuoso el Galeras, observando este devenir existencial del Valle de Atriz y esta gente querida.

Ya anuncié mi vuelta para carnavales, cuando venga con mi comunidad a admirar la riqueza incalculable de este pueblo que no deja de ser la ciudad sorpresa. ¡Los quiero mucho, bendiciones!