José Leonardo Rincón, S. J.
No
es la primera vez que desde esta tribuna hablo de Pasto y sus gentes, y no creo
que sea la última. ¿Qué es lo que tienen esos pastusos que los hace tan especiales?
En tres años cumpliré 50 de haber iniciado esa experiencia. Y fue gracias a uno
de mis mentores vocacionales, José Carlos Jaramillo, jesuita que fue rector del
Colegio Javeriano, el responsable.
Alberto
Eraso, hijo de Erlinto y Consuelo, fue mi primer amigo y lo fue sin conocerlo y
a la distancia, por correspondencia. Él, alumno de nuestro colegio y yo del
Mayor de San Bartolomé. Nos unía José Carlos y la pastoral juvenil. A esta
familia vine a conocerla cinco años después, cuando ya novicio fui a hacer el
mes de hospital en San Pedro y una noche fuimos a cenar a su casa. Consuelo era
dama gris de la Cruz Roja y Antonio Erlinto, médico cirujano, profesión que
luego heredó Alberto. Recuerdo que esa noche Erlinto, que trabajaba en el
hospital, me invitó a presenciar una laparotomía, experiencia maravillosa que
nunca olvidaré porque me permitió admirar en vivo y en directo la fascinante
obra de Dios con nuestro cuerpo humano.
Pero
bueno, hablar de cada uno y las mil anécdotas que me unen a esta gente buena y
maravillosa me puede llevar el equivalente a una enciclopedia Espasa de 50
tomos o varias teras en archivos digitales, así que esta vez, solo diré que en
estos días, cuando he vuelto una vez más, hemos optado más bien, ante la
imposibilidad de poderlos ver uno por uno, por un encuentro grupal donde nos
podamos ver con muchos, nunca todos, alrededor de un café y algo más, que puede
ser unas empanadas de añejo, un quimbolito o, alguna de sus delicias
gastronómicas. Genial. Esta vez me regalaron esa dicha una veintena de ellos. Imposible
estar todos y menos cuando se organizó la cosa 24 horas antes, por múltiples
razones (viajes, salud) o porque ya no están en este mundo, pero los sigo
llevando en mi corazón… injusto intentar nombrarlos a todos, porque siempre
podrá escaparse de mi memoria alguno de ellos y no quiero dejar de lado a nadie
cuando repaso uno por uno sus rostros.
Desde
aquí, de nuevo y para siempre, les digo gracias de corazón. Desde entonces,
como les comenté al inicio y obviamente impulsado exponencialmente por haber
vivido allí dos inolvidables años, todas las semanas que he vivido, tengo que
ver con Pasto y sus gentes: una llamada, un WhatsApp, una visita, un correo, mi
espacio radial en Dinámica, en Ecos Pasto, algo. Algo hay siempre que me
conecta con ellos, con sus vidas. Su afectuosa acogida, su inocultable cariño y
la fidelidad en la amistad y la lealtad que son sus notas características. Y allá
en el fondo, cual testigo mudo, pero no indiferente, se yergue majestuoso el
Galeras, observando este devenir existencial del Valle de Atriz y esta gente
querida.
Ya
anuncié mi vuelta para carnavales, cuando venga con mi comunidad a admirar la
riqueza incalculable de este pueblo que no deja de ser la ciudad sorpresa. ¡Los
quiero mucho, bendiciones!