José Leonardo Rincón, S. J.
Tema
obligado por estos meses del año para las familias y particularmente para los
jóvenes que terminan sus estudios secundarios es el de cuál carrera
universitaria escoger. Tema de ayer, de hoy y de siempre. Dolor de cabeza
cuando no ha habido un acompañamiento en orientación profesional y más cuando
el mismo muchacho no sabe qué hacer, qué es lo que le gusta, qué lo apasiona, qué
lo hace feliz, dónde está su realización como persona y profesional.
Entre
los errores frecuentes que uno ve cometer están el presentarse a cualquier
carrera, en cualquier universidad, a ver qué tal, cómo me va, de pronto es lo
mío. Es decir, no tener claro el asunto. Otro error es el de darle gusto a los
papás: en esta familia todos han sido médicos y tú también tienes que serlo. Puede
ser que no le guste, quizás lo rechace en lo más profundo de su ser, pero toca,
es tradición, es por el honor de la familia. Ambas situaciones desembocan en
estruendosos fracasos. Alguna vez un taxista me dijo que era abogado de una
prestigiosa universidad y que había estudiado eso por darle gusto al papá, pero
no porque le gustara. De hecho, nunca ejerció como tal. El papá le había dicho
que de no estudiar esa carrera no le pagaría los estudios universitarios. Tocó.
La
deserción en los primeros semestres universitarios es un fenómeno importante
que impacta tanto a las familias como a los mismos centros educativos.
Perdieron todos la platica: las familias por los semestres que se pagaron y los
centros por los semestres que se dejaron de recibir.
Un
artículo reciente desmotivaba en su análisis profesiones del área de humanidades
por no tener en el mercado laboral buenos salarios: trabajo social,
comunicación, artes, música, letras, educación… no ofrecen vacantes y sus pagas
son bajas. ¿Se estudia entonces para tener buena plata o se estudia porque eso
es lo que le gusta a uno y lo hace feliz? Un contexto que pone la felicidad en
el dinero abundante desincentiva formarse en estas disciplinas. Filosofía y
teología ni siquiera aparecen sencillamente porque no lucran.
Contribuye
al desconcierto la afirmación de que muchas de las profesiones actualmente
existentes, en unos años simplemente no existirán y que las profesiones
exitosas y que generarán altos ingresos aún no existen. ¿Para qué diablos
estudiar entonces?
Ya
estamos viendo en las jóvenes generaciones su apatía respecto del tener títulos
universitarios. Pagar durante ocho o diez semestres una millonada para terminar
desempleados o haciendo cualquier otra cosa menos ejerciendo su profesión. Mejor
entonces ser un influencer que pagan sus post o videos en redes
sociales de moda por los números de vistas o likes. Son millones de pesos que
se reciben de una vez y sin mucho esfuerzo. Otros optan creativamente por emprender
negocios rentables.
Burros
con plata no puede ser. Hay que educarse, hay que formarse, hay que aprender a
pensar y hacerlo de manera consciente y crítica para no tragar entero. El éxito
económico no lo es todo en la vida. Los valores monetarios no son los
principales o los únicos existentes, o ¿ustedes que dicen?