jueves, 24 de octubre de 2024

¿Por qué ha fracasado Colombia?

Luis Alfonso García Carmona
Luis Alfonso García Carmona

Con frecuencia se preguntan algunos compatriotas ¿cómo fue que llegamos a esta horrorosa situación que vivimos? Y la respuesta al interrogante se queda en banalidades subjetivas o en personalizadas incriminaciones contra quienes han sido nuestros rivales políticos. Somos, en general, proclives a cargar la culpa a los demás en lugar de estudiar racional y objetivamente las causas que han lanzado el país a este generalizado fracaso.

Si en algo ha sido útil el régimen actual de la extrema izquierda es que nos ha mostrado lo que sucede a las democracias cuando no cumplen a cabalidad con su deber de brindar instituciones que permitan el crecimiento económico de la mayoría de la población en lugar del enriquecimiento de las castas que por décadas han detentado el poder. Nos ha enseñado que el sistema democrático exige ajustes para evitar los abusos contra los más vulnerables. Nos ha recordado que no se puede aprovechar indefinidamente del poder sin exponer al país a caer en las garras del comunismo, maestro en el arte de prometer lo que no va a cumplir y experto en utilizar todas las formas de lucha para llegar al poder y luego perpetuarse en su ejercicio con ayuda del fraude y el terrorismo.

Ya habíamos observado con todo detalle en este mundo globalizado lo que ocurrió en Cuba, Venezuela y Nicaragua pero, muy orondos y despreocupados, nos decíamos ”eso a nosotros no nos va  suceder”. Pues sucedió y lo peor está por venir. Todavía, como en la “patria boba”, algunos compatriotas insisten en que todo se solucionará en las próximas elecciones porque nuestras instituciones no permitirán un nuevo fracaso. Tonterías. No hay la menor posibilidad de que los candidatos y sus caciques renuncien a la posibilidad de llegar a la Presidencia y no se dará esa quimera de la unión antipetro. Se presentarán por su cuenta por el sistema de firmas pues ya los partidos recibieron la extremaunción y cada uno obtendrá su cuotica de votos.

Lo de las tales instituciones no deja de ser otro embeleco. Basta con repasar quién o quiénes controlan el Congreso, las cortes, los entes de control los institutos descentralizados, las empresas que manejan los macro presupuestos.

Y nadie se atreve a hablar del fraude que se repetiría, corregido y aumentado, en caso de que peligre la candidatura de Petro o de quien este señale. Si en el Gobierno de transición se rompieron todas las reglas de la decencia y no se permitió ni recuentos de votos, ni investigaciones del fraude, ni repetición de votaciones en las mesas cuestionadas, ¿qué pasará ahora con todo el poder en la mano y sin nadie que controle?

La solución es simple pero su implementación requiere un titánico y heroico esfuerzo. Traigo a colación, del excelente libro “¿Por qué fracasan los países?”, (Daron Acemoglu y James A. Robinson):

“Las instituciones económicas dan forma a los incentivos económicos: los incentivos para recibir una educación, ahorrar e invertir, innovar y adoptar nuevas tecnologías, etcétera. Las instituciones políticas de una nación determinan la capacidad de los ciudadanos de controlar a los políticos e influir en su comportamiento. Esto, a su vez, determina si los políticos son agentes (aunque sea imperfectos) de los ciudadanos, o si son capaces de abusar del poder que se les confía o que han usurpado, para amasar sus propias fortunas y seguir sus objetivos personales en detrimento de los de los ciudadanos.”

En la práctica, si queremos pasar del fracaso al éxito, basta con implementar lo que algunos de los países más ricos (Singapur, Taiwán, Nueva Zelanda, Corea del Sur) ya han hecho y les ha permitido pasar rápidamente de la pobreza a la riqueza. Para lograrlo requieren contar con instituciones económicas abiertas al progreso de todos los ciudadanos y no al servicio de unos pocos. La conformación de estas instituciones, así como los demás planes y programas del Gobierno dependen de los políticos que conquisten el poder.

Estamos en el momento oportuno para dar el viraje de 180 grados que salvará al país. No podemos consentir que continúe la destrucción y, sobre todo, la descomposición moral, que nos viene recetando la extrema izquierda. Tampoco podemos retornar a los sempiternos vicios que nos han conducido a esta monumental crisis.

Unámonos sí, pero no para escoger otro representante de las castas políticas que hasta aquí nos trajeron. La unidad debe ser alrededor de programas, empezando por la reconstrucción nacional después del desastre de la administración petrista. No repitamos los errores del pasado, escogiendo candidatos por miedo a otros peores o por recomendación de los desacreditados caudillos de siempre. Y, lo más importante, no escojamos nombres sino programas. Lo que necesita el país no es más de lo mismo sino una fuerza renovadora de los buenos contra los malos. Por sus hechos, conoceréis a los malos, como lo enseña la palabra evangélica.