La Comisión Asesora de Relaciones Exteriores es el cuerpo
consultivo del Gobierno Nacional y en ese carácter estudiará los asuntos del
ramo de Relaciones Exteriores que el Gobierno someta a su consideración y
emitirá concepto sobre ellos. El dictamen de la Comisión no será obligatorio para el Gobierno.
En una actitud irresponsable se
ha convertido la actuación de casi todos los expresidentes cuando se les cita a
reuniones de dicha Comisión Asesora, pues se han colocado por encima de los
altos intereses de la nación las parroquiales desavenencias que tienen entre
ellos y que ha llevado que primero averigüen quién va a asistir o no para tomar
la decisión de su asistencia.
Flacos servicios le prestan al
país en este tema y qué mal ejemplo nos dan a todos los ciudadanos que todavía
respetamos su categoría de expresidentes, aun cuando su comportamiento deje
mucho que desear.
Se están quedando sin la poca
autoridad moral que tienen todavía ante su falta de interés, compromiso y
solidaridad con los asuntos internacionales que debe enfrentar el país, más hoy,
en medio de un mundo globalizado.
Se sigue evidenciando que, en
este tema crucial, no se tiene o no se respeta una política de Estado, sino que
cada mandatario elige cuál camino seguir de acuerdo con su cosmovisión política
y sus intereses particulares de gobierno.
La postura ambigua y tibia de
Colombia ante lo que sucede en Nicaragua y Venezuela, por ejemplo, y las
decisiones que se toman con respecto a cuál contrincante apoyar en medio de los
conflictos en otras partes del planeta, hace que la postura de Colombia en el
ámbito internacional sea cada vez más pobre.
Por tratar de quedar bien con
todo el mundo, los presidentes de Brasil, México y Colombia van a terminar
chamuscados ante las flojas posturas y pobres propuestas con respecto a lo que
acontece en Venezuela. No se le puede servir a Dios y al Diablo al mismo
tiempo.
Otro asunto no menos importante
es que nos estamos acostumbrando a hablar mal del Gobierno, lo cual es válido y
legítimo en una democracia, pero no hacemos lo mismo con el pésimo ejercicio de
oposición que hacen los partidos y movimientos políticos por fuera de la
coalición de este.
Aquí no se hace oposición
política, sino que nos contentamos con criticar. Hacer oposición no es que unas
señoras muy respetables griten y vociferen en las sesiones, ni que los congresistas
todos se acomoden a las negociaciones con el Gobierno, con las normales
excepciones como en cualquier actividad humana.
Hacer oposición es salirse
completamente del Gobierno, renunciar a la tajada burocrática y no defender con
las uñas la mucha o poca participación en la teta presupuestal.
Mientras no se implemente un
verdadero esquema de Gobierno - oposición, ingenuos como yo seguiremos
observando simulacros de una mal llamada oposición, donde la creatividad, la
iniciativa, la proactividad y el liderazgo por parte de los congresistas
seguirá siendo muy, pero muy, escasa, casi inexistente.
Para criticar, pues todos
criticamos y con mucha solvencia.