lunes, 30 de septiembre de 2024

Racionalidad participativa

Hernán Saldarriaga Agudelo
Hernán Saldarriaga Agudelo

… para alcanzar niveles equitativos de autoestima y autorrealización.

Para Weber, la racionalidad se refiere a “la capacidad de la humanidad para reflexionar y racionalizar su comportamiento”, pero también la sitúa en un contexto social, es decir que el sentido de racionalidad tiene que dejar el sesgo de individualidad y convertirse en una racionalidad participativa.

Esta, precisamente, es la Tendencia 2 que anunciábamos en el año de 1990, en la revista Dyna de la Facultad Nacional de Minas de Medellín.

En la Tendencia 2, pronosticábamos que “Las tareas que exigen aplicación del esfuerzo físico, serán notoriamente desplazadas, especialmente cuando el hombre comprende, más aún, que solo a través de la racionalidad participativa podrá alcanzar niveles equitativos de autoestima y autorrealización. Las tecnologías, entonces, se basarán más en la utilización de la capacidad mental del hombre creador y recreador”.

Sorprendente esta visión en tiempos en que la IA no presentaba el desarrollo que hoy ostenta.

Veíamos a un hombre trabajador menos dedicado a tareas que exigen gran esfuerzo físico, menos emotivo, más racional, pero compartiendo con su entorno esa racionalidad por lo participativa, lo que le lleva hoy a que su comportamiento en las relaciones empresariales tenga una base distinta en las confrontaciones de huelgas o paros, que las maquinarias dejen de ser saboteadas y los administradores y dueños, ofendidos con las soeces o las agresiones físicas de otrora. Y a sentirse aportante en vez de explotado.

A su vez, con esa participación ha logrado elevados niveles de la estima propia y de la de otros como hombre que trabaja, y de autorrealización, al comprenderse, el mismo, como un buen trabajador dotado de valores. “Buen trabajador y honrado”. Pero también es sorprendente cómo visualizábamos el papel de la hoy llamada Inteligencia Artificial, para reemplazar las tareas físicas y como sustento de la capacidad mental del hombre creador, es decir un hombre de gran iniciativa, dotado de gran habilidad innovadora, capaz de crear ambientes, máquinas, espacios, relaciones, integraciones sociales de los roles en el hogar y en el ejercicio de su trabajo.

Hoy es más clara la diferencia entre hombre y máquina que antes de la aparición de la robotización, que no era tan clara.

Y paralelo a ello, un hombre cocreador. Cuando hablábamos de cocreación estábamos partiendo de la contribución que la capacidad mental del hombre trabajador aportaría a la obra del gran Creador del universo, desde el reconocimiento de sí mismo como la más grande obra creada por el Supremo. Reafirmamos entonces, nuestro concepto ya varias veces expuesto, de que la Inteligencia Artificial no puede llegar a las empresas simplemente desplazando la mano de obra, sino con previas restricciones legales basadas en parámetros éticos, y que debe ser asumida por la empresa para mayor productividad, y mayor cultivo de la inteligencia humana, al servicio de los objetivos empresariales recíprocos.

Es así como se patentará el dominio del hombre sobre la máquina por su propia dignidad y realización personal y colectiva.