Hernán Saldarriaga Agudelo
… para alcanzar niveles equitativos de
autoestima y autorrealización.
Para Weber, la racionalidad se refiere a “la
capacidad de la humanidad para reflexionar y racionalizar su comportamiento”,
pero también la sitúa en un contexto social, es decir que el sentido de
racionalidad tiene que dejar el sesgo de individualidad y convertirse en una
racionalidad participativa.
Esta, precisamente, es la Tendencia 2 que anunciábamos en
el año de 1990, en la revista Dyna de
la Facultad Nacional de Minas de Medellín.
En la Tendencia 2, pronosticábamos que “Las tareas que
exigen aplicación del esfuerzo físico, serán notoriamente desplazadas,
especialmente cuando el hombre comprende, más aún, que solo a través de la
racionalidad participativa podrá alcanzar niveles equitativos de autoestima y
autorrealización. Las tecnologías, entonces, se basarán más en la utilización
de la capacidad mental del hombre creador y recreador”.
Sorprendente esta visión en tiempos en que la IA no
presentaba el desarrollo que hoy ostenta.
Veíamos a un hombre trabajador menos dedicado a tareas que
exigen gran esfuerzo físico, menos emotivo, más racional, pero compartiendo con
su entorno esa racionalidad por lo participativa, lo que le lleva hoy a que su
comportamiento en las relaciones empresariales tenga una base distinta en las
confrontaciones de huelgas o paros, que las maquinarias dejen de ser saboteadas
y los administradores y dueños, ofendidos con las soeces o las agresiones
físicas de otrora. Y a sentirse aportante en vez de explotado.
A su vez, con esa participación ha logrado elevados niveles
de la estima propia y de la de otros como hombre que trabaja, y de
autorrealización, al comprenderse, el mismo, como un buen trabajador dotado de
valores. “Buen trabajador y honrado”. Pero también es sorprendente cómo
visualizábamos el papel de la hoy llamada Inteligencia Artificial, para
reemplazar las tareas físicas y como sustento de la capacidad mental del hombre
creador, es decir un hombre de gran iniciativa, dotado de gran habilidad
innovadora, capaz de crear ambientes, máquinas, espacios, relaciones,
integraciones sociales de los roles en el hogar y en el ejercicio de su
trabajo.
Hoy es más clara la diferencia entre hombre y máquina que
antes de la aparición de la robotización, que no era tan clara.
Y paralelo a ello, un hombre cocreador. Cuando hablábamos
de cocreación estábamos partiendo de la contribución que la capacidad mental
del hombre trabajador aportaría a la obra del gran Creador del universo, desde
el reconocimiento de sí mismo como la más grande obra creada por el Supremo.
Reafirmamos entonces, nuestro concepto ya varias veces expuesto, de que la
Inteligencia Artificial no puede llegar a las empresas simplemente desplazando
la mano de obra, sino con previas restricciones legales basadas en parámetros
éticos, y que debe ser asumida por la empresa para mayor productividad, y mayor
cultivo de la inteligencia humana, al servicio de los objetivos empresariales
recíprocos.
Es así como se patentará el dominio del hombre sobre la
máquina por su propia dignidad y realización personal y colectiva.