En la medida que pasan los
años y nos vamos volviendo viejos, aprendemos o, mejor, deberíamos aprender
todos los días nuevas lecciones de vida.
Lamentablemente, esa curva de
aprendizaje de la humanidad no siempre se aprovecha y asimila. De pronto se
conoce, se ha vivido, se ha sufrido en carne ajena, pero nuestra amnesia
colectiva, nuestra testarudez, hacen que volvamos a caer en los mismos errores.
Después de la segunda guerra
mundial creímos que tal barbarie no se repetiría y no. Sí se ha repetido. Después
de la pandemia dijimos que íbamos a ser mejores seres humano y no. No han
cambiado mucho las cosas. Después de ver esas dictaduras horrorosas de Hitler,
Stalin, por mencionar dos opuestos, creíamos que fascismos y comunismos se
superarían y no. Todavía hay quienes se inspiran en ellos para repetir la
historia.
Las experiencias fallidas de
revoluciones que buscaron un mejor vivir para sus pueblos, se instalaron en el
poder, no lo sueltan, pero sus gentes no están mejor que antes después de 60
años en Cuba, 40 en Nicaragua, 20 en Venezuela… ¿Será que hay ingenuos y tontos
que crean que esos modelos pueden replicarse en nuestro medio? ¡Ay Dios! Yo
pensaría que no faltan.
Esta semana estuve en Lima
con mis colegas administradores provinciales de toda Latinoamérica y el Caribe.
La primera sesión fue para conocer un poco más el contexto peruano y el
invitado fue Francisco Sagasti, el único expresidente de la república que no
está en la cárcel, huyendo, sindicado de corrupción o pedido en extradición. Recuerden
que Fujimori, Toledo, Humala, Kuczynski, Vizcarra, Merino y Castillo lo están y
que Alan Garcia prefirió suicidarse cuando lo iban a poner preso. De entrada,
esto ya impacta, porque uno podría juzgar de inestable esta democracia que
destituye o cambia sus jefes de Estado con tanta frecuencia. O podría pensarse
también que tienen los mecanismos para cambiarlos si no dan la talla.
Pasada la vergonzosa
manipulación de los resultados electorales en Venezuela, que puso en evidencia
que Maduro es de facto un dictador que se resiste a dejar el poder a las buenas
y que prefiere hacer correr ríos de sangre antes que dar un paso al costado,
aún a sabiendas de que no cuenta ya con el apoyo popular, sería el colmo
nuestro no aprender de estas lecciones foráneas.
Yo no sé si la “derecha”,
donde ubican ahora a todos los que no están con este Gobierno, está asustada
con las consecuencias de sus indolentes actuaciones por décadas y si ha
reflexionado que la cuestión social y la preocupación por un cambio y unas
condiciones sociales mejores es solo discurso de la “izquierda”. No sé si
esperan más estallidos sociales como los que estamos viendo esta semana y que
no es cuestión de las guerrillas o los de izquierda contra la derecha, sino que
también puede darse con un gobierno de izquierda que prometió cambios y solo ha
decepcionado a la gente. Las necesidades básicas, la justicia social, no
necesitan de ideologías, sencillamente se sienten. Y puede venir el Gobierno
que venga, pero si está de espaldas a las necesidades del pueblo tendrá
garantizada sus revoluciones y protestas. A ver si aprendemos de lo que pasa
por fuera y de lo que ya comienza a suceder dentro. El tiempo corre y más que
violencia lo que necesitamos es gente inteligente y sensata, líderes con la
camiseta puesta de su país, que miren no sus personales intereses sino los de
las mayorías a las que deben servir sin mezquindades.