José Leonardo Rincón, S. J.
Celebraremos
mañana el así llamado Día del Amor y la Amistad. Me parece que este año no se
le ha hecho tanta bulla, es cada vez menos. Juegos como el amigo secreto que se
endulzaban por varios días eran inevitables… Se había comercializado bastante,
como otros días especiales, por lo que llovieron críticas por banalizar motivos
profundos y cargados de sentido.
Y
si bien es cierto que todos los días son de la madre o de la familia, o del
amor y la amistad, no viene mal dedicar una jornada anual para rendir merecido homenaje
a todos ellos. ¡Vale la pena!
Desde
aquí quiero evocar dos textos bíblicos preciosos: el de San Pablo a los
Corintios sobre el amor y otro del Eclesiastés sobre la amistad. No he visto
páginas mejores para hablarnos de estos valores tan afectos del cristianismo.
Sobre
el amor se ha hablado mucho y más bien vivido poco en su genuina comprensión.
Érich Fromm dijo que era un arte y también que es una decisión. Correcto. No se
limita a un noble sentimiento confundido con afecto, cariño, admiración,
aprecio, incluso amistad. Es un modo de proceder permanente que se manifiesta o
expresa en gestos y acciones: “obras son amores que no buenas razones”
dice el adagio popular y nuestro santo fundador Ignacio aseguraba que “el
amor hay que ponerlo más en las obras que en las palabras”, luego la
cuestión radica más en el hacer que en el sentir, amar hasta el extremo: “no
hay amor más grande que el dar la vida por los amigos”.
En
cuanto a la amistad, en realidad un don, un regalo: “quien encuentra un
amigo, encuentra un tesoro”, porque conocidos, compañeros, colegas, muchos,
pero amigos-amigos, pocos. A sus apóstoles Jesús les dice: “No los llamo
siervos sino amigos”, porque lo conocen a fondo, saben quién es y lo que
quiere. Con los amigos hay autenticidad, espontaneidad, naturalidad. No hay
máscaras, no hay libretos ni formalismos acartonados. Un amigo está siempre
ahí, aunque físicamente no esté, aunque haya pasado el tiempo. Las
conversaciones se retoman automáticamente, siempre se está a gusto y cómodo.
Amor
y amistad, dos palabras, dos valores cargados de hondos significados, bellas
vivencias, inolvidables experiencias. Amar y ser amado… contar con amigos del
alma… ¿qué más se quiere?, ¿qué más se puede pedir a la vida? Un día, entonces,
para celebrar, para agradecer a Dios por esos seres que amamos, que son parte
esencial de nuestra existencia. Felices si los tenemos, muy ricos si contamos
con ellos. Personalmente me siento bendecido y muy feliz. Ustedes también,
¿verdad?