José Leonardo Rincón, S. J.
Los
jesuitas estamos de fiesta en este año 2024 porque celebramos los 100 años de
eregirnos como provincia autónoma, después de la última expulsión que sufrimos
a finales del siglo XIX.
Un
hombre extraordinario, por ser visionario y de tenaz empuje, Jesús María
Fernández, fue quien impulsó a dar tan singular paso. Y pasó a la historia,
porque al hacernos provincia independiente, nos obligó a no depender de las
Provincias españolas y a conseguir nuestras propias vocaciones para dirigir
nuestras comunidades y obras y abrir otras nuevas. Chucho, como se le decía
afectuosamente, fue el primer Provincial y también el artífice de otras gestas
gloriosas para la honra de Dios: la restauración de la Universidad Javeriana y
la fundación de Conaced y la CIEC, sendas confederaciones de educación católica
tanto en el ámbito nacional como continental. Huellas imborrables de su legado
que jamás olvidaremos.
Con
la fiesta de San Ignacio, el pasado 31 de julio, hemos iniciado formalmente
esas celebraciones. Lo hicimos con una solemne y a la vez sobria y devota concelebracion
eucarística en nuestra colonial iglesia de San Ignacio, en el centro histórico
de Bogotá, en la que nos hicimos presentes cerca de mil personas entre jesuitas
y laicos de nuestras comunidades y obras apostólicas. Igualmente pudimos
compartir un pequeño ágape en la plazoleta del icónico Colegio Mayor de San
Bartolomé, en la esquina sur oriental de la Plaza de Bolívar. Concluimos con un
acto artístico cultural, más exactamente, una suite llamada del centenario, que
en realidad evoca, en tres movimientos, los relevantes hitos de nuestra
historia:
*
Vamos caminando, o la llegada de esos pioneros que, al mejor estilo ignaciano,
cual peregrinos, siempre en marcha, siempre en camino, tipifican la esencia de
nuestro carisma, el discernimiento, con su dinámica del superlativo, siempre
más, siempre mejor, la mayor gloria de Dios, el magis, el bien universal…
*
Que vuelvan los profetas, o la realidad desafiante que implica anunciar,
denunciar, testimoniar y que cobra un precio alto en vocaciones auténticas,
comprometidas, sacrificadas con su vida incluso por esa causa del evangelio…
*
Señora del camino, o esa mediación de Nuestra Señora, madre y maestra, advocación
propia de la Compañía, a quien pedimos ponernos con su Hijo, nos confíamos en
su Luz, en su transparencia, en su compañía, para poder avanzar en la misión de
Dios.
Los
tres movimientos corresponden a tres composiciones del padre Luis Guillermo Sarasa,
adaptadas en su partitura para que 180 jóvenes artistas desplegaran todo su
talento, en un ensamble que combinó la Orquesta Sinfónica Javeriana, el Coro de
la Carrera de Estudios Musicales, el Grupo Cultural Javeriano de Gaitas y Tambores,
y una puesta en escena con estudiantes del Colegio Mayor de San Bartolomé que
fueron alternando su actuación teatral con tan exquisita musicalizacion. Para
decirlo brevemente: ¡emocionalmente sobrecogedor!
Bueno,
les quise contar esto para decirles que aquí estamos, aquí seguimos, aquí vamos
caminando de la mano de la Señora del camino, deseando que vuelvan los profetas
para ser consecuentes con el evangelio y para buscar un mejor país. ¡Vamos
caminando!