Luis Guillermo Echeverri Vélez
0Si el terrorismo destruye las democracias, la formación de
políticas públicas y las economías, aquello de ser “políticamente correcto”
propio de la comunidad internacional, la sociedad civil y los gremios, termina
siendo una invitación a matar indefensos.
El empobrecimiento sistemático representado por la teoría
del decrecimiento pregonada por el progresismo es la forma en que el populismo
autocrático con sus acciones equívocas y destructivas esclaviza los pueblos y
termina causando genocidios consentidos.
Vivimos en la región, un puro y llano “realismo trágico”
representado por el cambio cultural ideológico narcoterrorista al que se están
sometidas nuestras naciones, y así todo resulta en una gran catástrofe
económica y a la vez en la desgracia o hecatombe que implica el sacrificio o
mortandad, en grandes proporciones, de personas como si de una ofrenda
ideológica de reses camino al desolladero se tratara.
Las fuentes de ingreso estatal por excelencia sólo son dos:
los impuestos que pagan los contribuyentes que dependen de la actividad
económica que permitan la seguridad, la justicia y la confianza, y los ingresos
de las regalías del sector minero-energético y de algunas concesiones que le
otorga el Estado a los particulares que también dependen de la seguridad
democrática, la confianza inversionista y la estabilidad macroeconómica.
La administración del Gobierno colombiano actual poco
difiere del camino recorrido por la falsa democracia venezolana. Ambas
francachelas son un gran sancocho, para el cual mataron al mismo tiempo las
gallinas de los huevos de oro que les generaban los ingresos por regalías, participaciones
e impuestos.
Hablo de los sectores minero-energéticos, Pdvsa, Ecopetrol,
y la incidencia del mal manejo macroeconómico del Estado y su correlación
directa en la sumatoria del desarrollo microeconómico empresarial y personal.
Pero no contentos con lo anterior, los dictadores
progresistas con careta de socialdemócratas recurrentemente plantean la
distracción de una supuesta reactivación económica a cuenta de los dineros que
tenemos los particulares en la economía formal y bancarizada.
Y como al tirano y a las lumbreras de sus ministros, en dos
años se les quedó seca la macroeconomía por terroristas, malos administradores
y por ladrones, antes de que cuelguen el país del sagrado corazón en la cruz
del narcocomunismo regional, van a hacer el “último sancocho” con las pocas
gallinas ponedoras que quedan en esta nación.
Esto es lo que se conoce como un “corralito”, que no es más
que la implosión de la economía a causa de medidas de saqueo estatal de todo el
dinero que se mueva por los bancos, con lo cual la multiplicación de la
economía negra es exponencial.
Colombia venía creciendo bien incluso dos dígitos en 2021,
estaba calificada como una democracia estable con una macroeconomía manejada de
forma ortodoxa y conservadora que le permitía al país gozar de un ingreso
medio, pues la sumatoria de sus balances le representaba poder mostrar flujos
futuros para manejar un déficit financiable e ir progresando en la difícil
formación de una clase media sólida y por tanto ser una nación en vía de
desarrollo.
Pero de repente al llegar Petro, gracias a que Santos dejó
abierta la puerta para que miembros de organizaciones criminales participen en
el poder, de inmediato ante el silencio complaciente de quienes conducen
nuestras instituciones, la sociedad ha observado como esa propuesta de cambio
de sistema se adelanta de forma ordenada y sistemática, con el objetivo de
crear un caos institucional y destruir nuestra frágil economía.
Hoy una horda de inútiles y cleptócratas guiados por la
locura ideológica de su patrón, han demostrado ampliamente que no saben liderar
la nación por el camino del desarrollo, administrar el erario y mucho menos
ejecutar inversiones ni controlar costos y gastos. Son unos corruptos para
quienes el concepto de transparencia es como los vidrios polarizados, que sólo
se ve desde adentro.
Hay que escuchar a Petro pues es consistente, cuando dice
que va a destruir algo, lo hace.
Secaron la vaquita que mueve la economía y mataron las
gallinas. Ya tienen el Estado, el empresariado y el sistema financiero
cocinados a fuego lento y al borde de la quiebra. Ya no existen los flujos de
caja para lograr financiar un déficit creciente y cubrir el daño causado por
una ideología improvisada, arrogante que choca directamente con la libertad de
mercados y tiene por objetivo crear una implosión de la socioeconomía para
poder empobrecer la nación entera y así controlarla políticamente cuando entremos
en estado de desesperación por aquello que llaman desesperanza aprendida.