lunes, 12 de agosto de 2024

La desobediencia civil

Pedro Juan González Carvajal
Pedro Juan González Carvajal

Respaldado en Wikipedia, traigo a colación el tema de la desobediencia civil como alternativa real del ejercicio de la ciudadanía, en momentos en los cuales y como cosa reiterativa, se habla de la necesidad de una nueva reforma tributaria para tapar los huecos fiscales debidos, en teoría, al bajo recaudo por parte de la DIAN y a los compromisos de pago de la deuda externa y, además, a la ineficiencia gubernamental en el manejo de los recursos públicos.

Como ciudadano soy plenamente consciente del deber que se tiene de pagar impuestos.

Con lo que no estoy de acuerdo es que malos presidentes y ministros de Hacienda –que son casi todos en nuestra historia–, sean tan poco creativos y recursivos y tan tolerantes o cómplices con el cáncer de la corrupción.

Como hicieron en su momento Manuela Beltrán y los líderes Comuneros, invito a la sociedad educada a que pensemos seriamente en no pagar más impuestos hasta que no se vean acciones concretas y no retóricas contra el flagelo de la corrupción, que se pase de los titulares de prensa, de las entrevistas tan apetecidas y de los discursos parroquiales a una estricta legislación que no contemple ningún tipo de beneficios y que apruebe e incluya, por ejemplo, la pena de muerte para los corruptos, la recuperación completa de los recursos robados y la extinción de dominio completo para el corrupto –sea quien sea–, y para los vinculados y su círculo familiar hasta el tercero o cuarto grado de consanguinidad, y se den bonificaciones jugosas a quien denuncie este tipo de atropellos contra la sociedad.

Es un irrespeto para quienes somos ciudadanos cumplidores de las obligaciones tributarias que se nos obligue a ser los paganinis de siempre para compensar la falta de cojones o la complicidad de nuestros gobernantes.

Este mensaje también va para los miembros de las Comisiones respectivas de Senado y Cámara, y obviamente a los Congresistas en pleno, para que defiendan a cabalidad los intereses superiores de sus electores.

Recordemos que “se conoce como desobediencia o desobediencia civil al acto de desacatar una norma de la que se tiene obligación de cumplimiento. La norma que debería obedecerse es, por lo general, una norma jurídica, o en todo caso cualquier norma que el grupo en el poder considera investida de autoridad en el sentido de que su transgresión acarreará inevitablemente un castigo. La desobediencia puede ser activa o pasiva. El término "civil" hace referencia a los deberes generales que todo ciudadano debe reconocer, legitimando así el orden legal vigente. En otras palabras, ‘civil’ indica que el objetivo principal de la desobediencia es traer cambios en el orden social o político que afectarían la libertad de los ciudadanos”.

La desobediencia civil puede definirse como “cualquier acto o proceso de oposición pública a una ley o una política adoptada por un Gobierno establecido, cuando el autor tiene conciencia de que sus actos son ilegales o de discutible legalidad, y es llevada a cabo y mantenida para conseguir unos fines sociales concretos".

Para que un acto se clasifique como de desobediencia civil, se necesita que la acción se haga públicamente, que sea ilegal o que así lo clasifique el poder y que al mismo tiempo quien cometa el supuesto delito sea consciente de sus acciones y motivos.

El pensamiento de Étienne de La Boétie desarrollado en su obra "Discours de la servitude volontaire ou le Contr'un" (Discurso sobre la servidumbre voluntaria o el contra uno - 1552) fue retomado por muchos movimientos de desobediencia civil, que extrajeron del concepto de rebelión a la servidumbre voluntaria la base de su instrumento de lucha. Étienne de La Boétie fue uno de los primeros en teorizar y proponer la estrategia de no cooperación y, por lo tanto, una forma de desobediencia no violenta, como un arma realmente efectiva. También es precursora la obra de Francisco Suárez, al considerar que no tienen rango de ley las leyes injustas.

El ensayista y filósofo libertario estadounidense Henry David Thoreau fue arrestado tras negarse a pagar impuestos al gobierno de los Estados Unidos en 1846. Durante su encierro de apenas unos días en 1849 publicó un conjunto de escritos sobre sus acciones en contra de la guerra bajo el título de Resistencia al gobierno civil. Sin embargo, este ensayo es más conocido por el título que se le dio a una antología publicada dos años después de su muerte (1866) bajo el nombre de Desobediencia civil, que influyó en personajes como León Tolstoy, Gandhi y Martin Luther King. Thoreau era considerado como una persona excéntrica, de ácidas reflexiones e ingenio inagotable: "Elaboró su reflexión a partir de su rechazo a pagar un impuesto del gobierno de la época destinado a financiar la Intervención estadounidense en México, decisión por la cual fue encarcelado y de donde sólo salió cuando sus amigos cancelaron la deuda”. En concreto, Thoreau fue detenido y encarcelado en Concord, en el verano de 1846, pasando una sola noche en prisión.

Las ideas e intenciones de Thoreau iban más allá del egoísmo individualista (es decir, no era solo por no querer pagar ese impuesto), sino que cuestionaba la conformidad del gobierno para cobrar impuestos que financiaban una guerra que él consideraba injusta, máxime cuando ese mismo gobierno avalaba la esclavitud.

Thoreau creó “un cierto tipo de resistencia no violenta pero contumaz, ni mucho menos pasiva, que tenía mucho de renuncia”. Suya es la afirmación de que “Bajo un Gobierno que encarcela a alguien injustamente, el lugar que debe ocupar el justo es también la prisión”. Thoreau es considerado hoy como uno de los padres de la desobediencia civil. Afirma que “El Gobierno por sí mismo, que no es más que el medio elegido por el pueblo para ejecutar su voluntad, es igualmente susceptible de originar abusos y perjuicios antes de que el pueblo pueda intervenir”.

O nos ponemos serios o seguirán abusando de manera flagrante sobre una ciudadanía temerosa, genuflexa y complaciente.

Con una corrupción galopante y un aparato de justicia ineficiente y tan enredado como un berenjenal, cae como anillo al dedo la siguiente reflexión de Anacarsis: “Las leyes son como las telarañas: los insectos pequeños quedan atrapados en ellas, los grandes las rompen”.