lunes, 2 de septiembre de 2024

De cara la porvenir: otra oportunidad

Pedro Juan González Carvajal

Ya en el segundo tiempo de este Gobierno, es apenas natural y legítimo que su partido quiera continuar en el poder para sacar adelante sus propuestas, y obviamente, es natural y legítimo que los partidos de oposición quieran recuperar el poder para hacer las cosas a su modo.

Sin embargo, y por sobre todas las cosas están los altos intereses de la nación colombiana, ante cuya dimensión cualquiera otro interés pasa a un segundo plano.

Es de esperar que el actual partido de Gobierno cuya principal experiencia había sido hacer oposición, haya aprendido la lección, ya que su aprendizaje de gobernar y la pobreza de sus cuadros ha resultado muy costoso para el país y eso lo hemos pagado todos.

La oposición hace oposición de manera fragmentada, de manera que todos siguen pegados directa o indirectamente de las tetas de las arcas del Estado, en una flagrante demostración de oportunismo y de falta de grandeza.

Coincidencialmente, eso mismo hacen los grupos al margen de la ley cuando se desarrollan procesos de paz y se firman acuerdos de paz y se rubrica con parte del grupo y no con todos, quedando finalmente en las mismas, ante la desilusión y frustración de la ciudadanía que se da cuenta y padece aquello de que todo cambia para que todo siga igual.

Sin embargo, y para no hacernos muchas ilusiones, eso es lo que tenemos y con estos partidos, estos grupos y estas personas seguiremos manejando el país por un buen rato, con aciertos, desaciertos, logros y frustraciones, eso sí, conservando y garantizando los privilegios de los cuales gozan unos pocos.

De cara a las próximas elecciones, algunas sugerencias ingenuas llenas de inocente optimismo para ver si de pronto, mirando la realidad de otra manera, algo podamos avanzar. Finalmente, no está claro quién acuñó la frase de que “No por hacer más de lo mismo se puede esperar obtener resultados distintos”. Lo que sí es cierto es que tiene plena vigencia y debe ser considerada al momento de hablar prosopopéyicamente y con rimbombancia de los conceptos de “cambio”, o de “reforma” o de “revolución pacífica” que tanto nos encantan y nos endulzan los oídos. Nos fascina y nos engolosina hablar y parlotear, pero no hacer.

Partamos de un asunto común para todos los actores: debe haber unos objetivos o propósitos básicos que no tienen discusión ni dueño y sobre los cuales todos debemos trabajar para sacar adelante: la paz, la integridad y autonomía del territorio, la preservación ambiental, la soberanía alimentaria y la autonomía energética, temas que además nos podrían convocar y aglutinar a todos los colombianos.

Dejemos de botar corriente en discusiones bizantinas pues estos temas son de todos y de nadie en particular. Aquí es donde se puede ver la verdadera talla de nuestros dirigentes y la forma en que nos puede quedar grande la grandeza.

Una estrategia general propuesta es buscar incuestionablemente el acompañamiento, el aval y la financiación de la OCDE para apuntalar y legitimar cualquier iniciativa que se quiera desarrollar para el bien del país. Para eso es la OCDE y se supone que para eso trabajamos casi 7 años para que nos aceptaran como miembros.

En ese orden de ideas, es claro que temas como la generación de empleo y el tema laboral, la educación, la salud, la justicia, entre otros varios deben ser planteados y resueltos de maneras distintas a las actuales.

Ante la realidad de periodos de Gobierno de 4 años sin posibilidad de reelección, dejemos de pensar en pendejadas inoperantes, pero dejadoras de constancia como lo son los llamados programas de gobierno o plan de desarrollo para quien gane y pensemos en que el 20 de julio del año de la posesión del nuevo Gobierno, previamente elaborados, discutidos y concertados, se presente su paquete legislativo y desde la instalación de las primeras sesiones ordinarias del período se proceda con su discusión, evaluación y aprobación.

Eso sí, los actores o públicos de interés deben cambiar su rol. ¿Cuántos proyectos de ley se presentan por parte de la sociedad civil cada año? ¿Desinterés, apatía, abulia, importaculismo, dejadez, irresponsabilidad, falta de compromiso?  ¿Qué tal si los pretendidamente importantes gremios sectoriales y subsectoriales junto con las cámaras de comercio se encargan el elaborar el proyecto de ley para la generación de empleo y otro para las reformas pertinentes al Código Laboral, llevando ellos la iniciativa de la generación de la propuesta de proyecto de ley, la discusión y la concertación de esta con todos los actores y defenderla luego en el Congreso Nacional? Es pasar de la postura cómoda de críticos de oficio, de plañideras, de prostitutas que se sientan a esperar que les llegue el cliente para luego negociar con él, al necesario papel proactivo que exige un verdadero liderazgo con compromiso. Dejemos el lobby y pasemos a la acción.

Lo mismo podría pedírsele a los principales sindicatos de trabajadores en vigencia hoy.

¿Qué tal si fueran los gremios y sindicatos de todos los niveles educativos tanto públicos como privados quienes se tomen el trabajo de presentar una verdadera propuesta de reforma integral a la Educación? También deben dejar de actuar pasivamente, dedicados a criticar o a servir de plañideras y prostitutas para luego dizque negociar y concertar. Otro asunto de suma importancia es que hay que separar el tema pedagógico, –que hoy ni siquiera se tiene en cuenta–, del tema administrativo.

¿Cómo sería una propuesta de reforma a la salud nacida desde las distintas facultades de medicina, de los gremios y sindicatos médicos y hospitalarios y todos los demás actores de este complejo entramado que pretende satisfacer uno de los derechos fundamentales más sensibles? También se requiere proactividad, compromiso, iniciativa, creatividad y voluntad de sacar las cosas adelante.

¿Qué tal si se encarga a todas las facultades de derecho el proyecto de presentar en un período no superior a un año una propuesta de eliminación de las leyes anacrónicas o no aplicables hoy y que constituyen un verdadero berenjenal que obstruye el trámite y la aplicación de justicia? ¿Qué tal si estas facultades de derecho, las altas cortes y los sindicatos del poder judicial presentan el proyecto de ley concertado de reforma a la justicia? Si no tenemos justicia, si no creemos en el aparato de justicia, iluso y pretencioso es que nos consideremos como una verdadera sociedad. Un país con más del 90% de impunidad no puede darse el lujo de pasar de agache ante esta infame circunstancia y poder pensar en salir del salvajismo a la civilidad.

Solo cuatro ejemplos duros pero ejemplificantes. De no cambiar el actual modo de actuación, la corruptela en forma de mermeladas, mantequilla, compotas, grasas, sobornos, cuotas burocráticas, negociados y chantajes seguirá haciendo de las suyas mientras las “fuerzas vivas de la sociedad “, como sepulcros blanqueados y buenos fariseos defienden particularmente sus intereses y pasan de agache. Un ajuste a la forma de actuación daría también la posibilidad de que el Congreso pudiera hacer un verdadero control político y estudiar con juicio proyectos de ley previamente discutidos y consensuados por los interesados.

Recordemos a Confucio cuando sentencia: “Lo escuché y lo olvidé, lo vi y lo entendí, lo hice y lo aprendí”.