Ya en el segundo tiempo de este Gobierno,
es apenas natural y legítimo que su partido quiera continuar en el poder para
sacar adelante sus propuestas, y obviamente, es natural y legítimo que los
partidos de oposición quieran recuperar el poder para hacer las cosas a su modo.
Sin embargo, y por sobre todas
las cosas están los altos intereses de la nación colombiana, ante cuya
dimensión cualquiera otro interés pasa a un segundo plano.
Es de esperar que el actual partido
de Gobierno cuya principal experiencia había sido hacer oposición, haya
aprendido la lección, ya que su aprendizaje de gobernar y la pobreza de sus
cuadros ha resultado muy costoso para el país y eso lo hemos pagado todos.
La oposición hace oposición de
manera fragmentada, de manera que todos siguen pegados directa o indirectamente
de las tetas de las arcas del Estado, en una flagrante demostración de
oportunismo y de falta de grandeza.
Coincidencialmente, eso mismo
hacen los grupos al margen de la ley cuando se desarrollan procesos de paz y se
firman acuerdos de paz y se rubrica con parte del grupo y no con todos,
quedando finalmente en las mismas, ante la desilusión y frustración de la
ciudadanía que se da cuenta y padece aquello de que todo cambia para que todo
siga igual.
Sin embargo, y para no hacernos
muchas ilusiones, eso es lo que tenemos y con estos partidos, estos grupos y
estas personas seguiremos manejando el país por un buen rato, con aciertos,
desaciertos, logros y frustraciones, eso sí, conservando y garantizando los
privilegios de los cuales gozan unos pocos.
De cara a las próximas
elecciones, algunas sugerencias ingenuas llenas de inocente optimismo para ver
si de pronto, mirando la realidad de otra manera, algo podamos avanzar. Finalmente,
no está claro quién acuñó la frase de que “No por hacer más de lo mismo se
puede esperar obtener resultados distintos”. Lo que sí es cierto es que
tiene plena vigencia y debe ser considerada al momento de hablar prosopopéyicamente
y con rimbombancia de los conceptos de “cambio”, o de “reforma” o de “revolución
pacífica” que tanto nos encantan y nos endulzan los oídos. Nos fascina y nos
engolosina hablar y parlotear, pero no hacer.
Partamos de un asunto común para
todos los actores: debe haber unos objetivos o propósitos básicos que no tienen
discusión ni dueño y sobre los cuales todos debemos trabajar para sacar
adelante: la paz, la integridad y autonomía del territorio, la preservación
ambiental, la soberanía alimentaria y la autonomía energética, temas que además
nos podrían convocar y aglutinar a todos los colombianos.
Dejemos de botar corriente en
discusiones bizantinas pues estos temas son de todos y de nadie en particular.
Aquí es donde se puede ver la verdadera talla de nuestros dirigentes y la forma
en que nos puede quedar grande la grandeza.
Una estrategia general propuesta
es buscar incuestionablemente el acompañamiento, el aval y la financiación de
la OCDE para apuntalar y legitimar cualquier iniciativa que se quiera
desarrollar para el bien del país. Para eso es la OCDE y se supone que para eso
trabajamos casi 7 años para que nos aceptaran como miembros.
En ese orden de ideas, es claro
que temas como la generación de empleo y el tema laboral, la educación, la
salud, la justicia, entre otros varios deben ser planteados y resueltos de
maneras distintas a las actuales.
Ante la realidad de periodos de Gobierno
de 4 años sin posibilidad de reelección, dejemos de pensar en pendejadas inoperantes,
pero dejadoras de constancia como lo son los llamados programas de gobierno o
plan de desarrollo para quien gane y pensemos en que el 20 de julio del año de
la posesión del nuevo Gobierno, previamente elaborados, discutidos y
concertados, se presente su paquete legislativo y desde la instalación de las primeras
sesiones ordinarias del período se proceda con su discusión, evaluación y
aprobación.
Eso sí, los actores o públicos
de interés deben cambiar su rol. ¿Cuántos proyectos de ley se presentan por
parte de la sociedad civil cada año? ¿Desinterés, apatía, abulia,
importaculismo, dejadez, irresponsabilidad, falta de compromiso? ¿Qué tal si los pretendidamente importantes gremios
sectoriales y subsectoriales junto con las cámaras de comercio se encargan el
elaborar el proyecto de ley para la generación de empleo y otro para las
reformas pertinentes al Código Laboral, llevando ellos la iniciativa de la
generación de la propuesta de proyecto de ley, la discusión y la concertación
de esta con todos los actores y defenderla luego en el Congreso Nacional? Es
pasar de la postura cómoda de críticos de oficio, de plañideras, de prostitutas
que se sientan a esperar que les llegue el cliente para luego negociar con él,
al necesario papel proactivo que exige un verdadero liderazgo con compromiso. Dejemos
el lobby y pasemos a la acción.
Lo mismo podría pedírsele a los
principales sindicatos de trabajadores en vigencia hoy.
¿Qué tal si fueran los gremios y
sindicatos de todos los niveles educativos tanto públicos como privados quienes
se tomen el trabajo de presentar una verdadera propuesta de reforma integral a
la Educación? También deben dejar de actuar pasivamente, dedicados a criticar o
a servir de plañideras y prostitutas para luego dizque negociar y concertar. Otro
asunto de suma importancia es que hay que separar el tema pedagógico, –que hoy
ni siquiera se tiene en cuenta–, del tema administrativo.
¿Cómo sería una propuesta de reforma
a la salud nacida desde las distintas facultades de medicina, de los gremios y
sindicatos médicos y hospitalarios y todos los demás actores de este complejo
entramado que pretende satisfacer uno de los derechos fundamentales más
sensibles? También se requiere proactividad, compromiso, iniciativa,
creatividad y voluntad de sacar las cosas adelante.
¿Qué tal si se encarga a todas
las facultades de derecho el proyecto de presentar en un período no superior a
un año una propuesta de eliminación de las leyes anacrónicas o no aplicables
hoy y que constituyen un verdadero berenjenal que obstruye el trámite y la
aplicación de justicia? ¿Qué tal si estas facultades de derecho, las altas
cortes y los sindicatos del poder judicial presentan el proyecto de ley
concertado de reforma a la justicia? Si no tenemos justicia, si no creemos en
el aparato de justicia, iluso y pretencioso es que nos consideremos como una
verdadera sociedad. Un país con más del 90% de impunidad no puede darse el lujo
de pasar de agache ante esta infame circunstancia y poder pensar en salir del
salvajismo a la civilidad.
Solo cuatro ejemplos duros pero
ejemplificantes. De no cambiar el actual modo de actuación, la corruptela en
forma de mermeladas, mantequilla, compotas, grasas, sobornos, cuotas
burocráticas, negociados y chantajes seguirá haciendo de las suyas mientras las
“fuerzas vivas de la sociedad “, como sepulcros blanqueados y buenos fariseos
defienden particularmente sus intereses y pasan de agache. Un ajuste a la forma
de actuación daría también la posibilidad de que el Congreso pudiera hacer un
verdadero control político y estudiar con juicio proyectos de ley previamente
discutidos y consensuados por los interesados.
Recordemos a Confucio cuando
sentencia: “Lo escuché y lo olvidé, lo vi y lo entendí, lo hice y lo
aprendí”.