Luis Alfonso García Carmona
Aunque desde el
mes de agosto de 2022 dejé de pertenecer a la pasiva comunidad de espectadores
de la televisión nacional, pude comprobar, a raíz de la advertencia que me hizo
llegar un amigo experto en publicidad y mercadeo, cómo es que el gobierno Petrista
ha puesto a su servicio los canales televisivos.
Ya no se limita a
la orientación de los medios noticiosos para que oculten o justifiquen los
continuos escándalos de la camarilla gobernante, haga eco a las continuas
falacias del régimen o estigmaticen a sus oponentes. Para eso está la
publicidad oficial pagada, así como los jugosos contratos de asesoría para
premiar la lealtad de comunicadores aliados.
Ahora se ha
entrado de lleno en las mentes de los ingenuos televidentes para presentarles
como cierta cualquier afirmación que convenga a los intereses oficiales, a
través de mensajes diseñados con el propósito de manipular a quienes los
reciben. Y así, en medio de un tema cualquiera, dan por hecho que ya todos los
ancianos tienen derecho a una pensión de vejez que antes no tenían, que los
trabajadores están recibiendo tierras para que las trabajen como dueños, que
los jóvenes tienen derecho a una importante mesada para sus gastos, y así
sucesivamente.
Eso,
en el idioma castellano se llama manipulación.
Y ocurre, si no lo había notado, que la manipulación es una de las principales
herramientas cuando se trata de una batalla cultural.
Repitamos una vez
más: Colombia no se enfrenta a la lucha política de una facción izquierdista
por el poder. Las elecciones pasadas y las que probablemente tendremos en 2026
no son un simple enfrentamiento electoral por el poder, constituyen una verdadera
batalla cultural en las que nos estamos jugando qué clase de país queremos:
¿Uno respetuoso de la convivencia pacífica, de la Constitución y de las
decisiones democráticas que tome el pueblo, u otro en el que sigan detentando
el poder quienes quieren destruir nuestras instituciones, eliminar la propiedad
privada, gobernar por encima de la Constitución y la Ley e imponer su ideología
violenta y materialista?
“Las
posibilidades de manipular desde la política la opinión del público aumentan de
manera proporcional al poder político que se detenta” (LAJE,
Agustín, La batalla cultural, Harper Collins México, pag.161)
Ya el sátrapa
cuenta con el mayor poder que tirano alguno pueda soñar para manipular a su
antojo la opinión del pueblo. Ha entrado, desde su posesión a apoderarse de
los grandes fondos presupuestales (la salud, las pensiones, las grandes
empresas estatales); va para la tercera reforma tributaria sin que se sepa a
ciencia cierta cuáles son las inversiones o programas urgentes para el pueblo
que van a ser financiados; sus aliados (narcotraficantes y organizaciones
criminales) que financiaron su campaña electoral continúan como sus aliados en
el Gobierno; la corrupción se ha elevado a niveles jamás alcanzados en la
historia nacional y van sus rendimientos a parar a las manos de los aliados del
sátrapa mientras se obliga al Estado a comprar bienes y servicios por precios
que superan varias veces su valor comercial. Por supuesto, dinero para la
manipulación de la opinión pública sobra y sobrará.
Vale la pena
anotar que, en contra del rechazo popular contra el régimen, quienes
deberían encabezar un movimiento de oposición total permanecen al margen de las
democráticas propuestas para sustituir al tirano y enderezar al país por un
nuevo camino. En otras palabras, sigue el camarada Petro manejando esta finca
como mayordomo sin amo y sin control alguno.
Como dice el
citado autor:
“Los
hombres pueden pensar que piensan por sí mismos, según la esperanza de Kant,
pero no harán más que repetir los nuevos dogmas impartidos por los mismos
que en sus manos tienen los controles de la política” (Laje, Agustín)