Si algún atributo es digno de
resaltar entre las relaciones humanas es el de la puntualidad. Sin puntualidad,
el principio del respeto no existe ni existirá, ya que toca directamente con el
recurso más valioso y escaso que tenemos: el tiempo.
No existe excusa para el
incumplido. Si se define una hora de encuentro o de inicio de cualquier tipo de
actividad, pues se debe calcular con la debida anticipación la distancia, la
movilidad y el tiempo para llegar, de modo que lleguemos al sitio de encuentro con
un poco de holgura, tengamos un espacio para reposar y esperar que se inicie el
compromiso pactado.
No importa el cargo que se
ocupe: puede ser el papa, el presidente, el primer ministro, el general, el
premio nobel, el artista y de ahí para abajo en términos de jerarquía todos los
humanos del común. Nadie tiene derecho a hacerle perder tiempo irrecuperable al
otro.
Quien así lo haga pues
simplemente es una persona mal educada y punto, sin explicaciones ni
excusas que sean valederas.
Por allá en los comienzos de
siglo, estando en la Cámara de Comercio, si el evento estaba programado para
las 7:00 a. m. la tarjeta de invitación señalaba las 6:59 a. m. y a esa hora
iniciábamos, falte quien faltare, independiente de su importancia, posición o
cargo.
Hoy por hoy el manejo de agendas
electrónicas y de herramientas compartidas donde se invita o vincula a personas
a distintas reuniones, partiendo de los espacios libres que se encuentran, se
convierte en otro tipo de exigencia que debe ser debidamente atendida.
Para los anglosajones el término
o’clock significa hora en punto, ni un minuto más, ni un
minuto menos.
Igualmente, este cumplimiento
debería ser aplicado para la duración preestablecida de las reuniones, cuyo
temario debe ser conocido de antemano y además respetado, sin que se incluyan
de manera desordenada temas de último momento y cuya conducción debe hacerla un
moderador avezado de modo que la agenda y el tiempo asignado se puedan cumplir
y desarrollar sin tropiezos. El no alcanzar este objetivo es una muestra de
desorden y de improvisación.
En algunas universidades del
exterior se cierra la puerta del salón de clase a la hora de inicio señalada y
quien llega tarde, pues se perdió la clase, con apelación a los infiernos.
Igual ocurre con algunos teatros importantes de talla mundial.
Hoy la educación virtual también
tiene horarios estrictos de cierre para el cumplimiento de los compromisos
académicos.
Así mismo, si se tiene un
compromiso en otra ciudad, lo ideal es viajar el día anterior para evitar
molestias y posibles incumplimientos.
Quien llega tarde introduce el
desorden mientras saluda y se acomoda generando distracción e incomodidad a los
presentes y al expositor.
No podemos tampoco servir de
cómplices o de idiotas útiles con el incumplido. Muchas veces, irrespetando a
los cumplidos se invierte o se consume un tiempo y se desatrasa a quien llega
tarde a una reunión mientras los demás pagan caro su cumplimiento.
A ratos puede sonar o parecer simpático
o gracioso el incumplimiento del otro, lo cual simplemente es un ejemplo de
tolerancia o de complacencia con el mal educado que nos hace perder nuestro
tiempo.
Los impuntuales son personas con
un sesgo cognitivo, que hacen juicios ilusorios, incorrectos del tiempo y sus
recursos.
Los impuntuales usualmente son
personas desorganizadas y generalmente pertenecen a uno de estos perfiles:
Indulgente: el incumplido
tiene poco autocontrol.
Rebelde: el incumplido llega
tarde para desafiar a la autoridad y las reglas.
Evasor: el incumplido da
más prioridad a sus propias necesidades que llegar a tiempo.
A los incumplidos se les aplican
sinónimos como: tardío, a destiempo, atrasado, tardado, retrasado y demorado,
entre otros varios.
A la acepción de incumplido
refiriéndose no a lo temporal, si no a los compromisos, se asocian: desobedecer,
quebrantar, infringir, transgredir, violar, vulnerar, contravenir, desacatar,
faltar y eludir entre otros muchos.
Sin embargo, el incumplimiento
del tiempo y de los compromisos, muchas veces van de la mano.
Si no puede asistir a un
compromiso por fuerza mayor o sabe que no llegará o no lo hará a tiempo, al
menos trate de informar con anticipación para no perjudicar a los otros, de
modo que obren en consecuencia, sin su presencia.
Qué falta nos hacen los cursos
de urbanidad y de civismo que decidimos echar a un lado hace algunos años. Sin embargo,
a las cabezas de las organizaciones les corresponde liderar con el ejemplo,
esta es una condición de respeto, de buena educación y de buenas maneras.
Usted es su principal promotor y
es el embajador o representante de las organizaciones para las cuales trabaja.
En ambos casos, la puntualidad
es un sello de calidad, de seriedad y de valía que no se puede perder y menos
negociar.
Recordemos finalmente que la
puntualidad es uno de los principales elementos en el proceso continuado de
construcción de confianza.
NOTA: El más patético de los impuntuales es quien dice que va a ir y nunca llega.