viernes, 16 de agosto de 2024

De cara al porvenir: la puntualidad

Pedro Juan González Carvajal
Pedro Juan González Carvajal

Si algún atributo es digno de resaltar entre las relaciones humanas es el de la puntualidad. Sin puntualidad, el principio del respeto no existe ni existirá, ya que toca directamente con el recurso más valioso y escaso que tenemos: el tiempo.

No existe excusa para el incumplido. Si se define una hora de encuentro o de inicio de cualquier tipo de actividad, pues se debe calcular con la debida anticipación la distancia, la movilidad y el tiempo para llegar, de modo que lleguemos al sitio de encuentro con un poco de holgura, tengamos un espacio para reposar y esperar que se inicie el compromiso pactado.

No importa el cargo que se ocupe: puede ser el papa, el presidente, el primer ministro, el general, el premio nobel, el artista y de ahí para abajo en términos de jerarquía todos los humanos del común. Nadie tiene derecho a hacerle perder tiempo irrecuperable al otro.

Quien así lo haga pues simplemente es una persona mal educada y punto, sin explicaciones ni excusas que sean valederas.

Por allá en los comienzos de siglo, estando en la Cámara de Comercio, si el evento estaba programado para las 7:00 a. m. la tarjeta de invitación señalaba las 6:59 a. m. y a esa hora iniciábamos, falte quien faltare, independiente de su importancia, posición o cargo.

Hoy por hoy el manejo de agendas electrónicas y de herramientas compartidas donde se invita o vincula a personas a distintas reuniones, partiendo de los espacios libres que se encuentran, se convierte en otro tipo de exigencia que debe ser debidamente atendida.

Para los anglosajones el término o’clock significa hora en punto, ni un minuto más, ni un minuto menos.

Igualmente, este cumplimiento debería ser aplicado para la duración preestablecida de las reuniones, cuyo temario debe ser conocido de antemano y además respetado, sin que se incluyan de manera desordenada temas de último momento y cuya conducción debe hacerla un moderador avezado de modo que la agenda y el tiempo asignado se puedan cumplir y desarrollar sin tropiezos. El no alcanzar este objetivo es una muestra de desorden y de improvisación.

En algunas universidades del exterior se cierra la puerta del salón de clase a la hora de inicio señalada y quien llega tarde, pues se perdió la clase, con apelación a los infiernos. Igual ocurre con algunos teatros importantes de talla mundial.

Hoy la educación virtual también tiene horarios estrictos de cierre para el cumplimiento de los compromisos académicos.

Así mismo, si se tiene un compromiso en otra ciudad, lo ideal es viajar el día anterior para evitar molestias y posibles incumplimientos.

Quien llega tarde introduce el desorden mientras saluda y se acomoda generando distracción e incomodidad a los presentes y al expositor.

No podemos tampoco servir de cómplices o de idiotas útiles con el incumplido. Muchas veces, irrespetando a los cumplidos se invierte o se consume un tiempo y se desatrasa a quien llega tarde a una reunión mientras los demás pagan caro su cumplimiento.

A ratos puede sonar o parecer simpático o gracioso el incumplimiento del otro, lo cual simplemente es un ejemplo de tolerancia o de complacencia con el mal educado que nos hace perder nuestro tiempo.

Los impuntuales son personas con un sesgo cognitivo, que hacen juicios ilusorios, incorrectos del tiempo y sus recursos.

Los impuntuales usualmente son personas desorganizadas y generalmente pertenecen a uno de estos perfiles:

Indulgente: el incumplido tiene poco autocontrol.

Rebelde: el incumplido llega tarde para desafiar a la autoridad y las reglas.

Evasor: el incumplido da más prioridad a sus propias necesidades que llegar a tiempo.

A los incumplidos se les aplican sinónimos como: tardío, a destiempo, atrasado, tardado, retrasado y demorado, entre otros varios.

A la acepción de incumplido refiriéndose no a lo temporal, si no a los compromisos, se asocian: desobedecer, quebrantar, infringir, transgredir, violar, vulnerar, contravenir, desacatar, faltar y eludir entre otros muchos.

Sin embargo, el incumplimiento del tiempo y de los compromisos, muchas veces van de la mano.

Si no puede asistir a un compromiso por fuerza mayor o sabe que no llegará o no lo hará a tiempo, al menos trate de informar con anticipación para no perjudicar a los otros, de modo que obren en consecuencia, sin su presencia.

Qué falta nos hacen los cursos de urbanidad y de civismo que decidimos echar a un lado hace algunos años. Sin embargo, a las cabezas de las organizaciones les corresponde liderar con el ejemplo, esta es una condición de respeto, de buena educación y de buenas maneras.

Usted es su principal promotor y es el embajador o representante de las organizaciones para las cuales trabaja.

En ambos casos, la puntualidad es un sello de calidad, de seriedad y de valía que no se puede perder y menos negociar.

Recordemos finalmente que la puntualidad es uno de los principales elementos en el proceso continuado de construcción de confianza.

NOTA: El más patético de los impuntuales es quien dice que va a ir y nunca llega.