Luis Alfonso García Carmona
Comienzo por
consignar mi admiración y respeto por el Dr. Rafael Nieto Loaiza, excelente
escritor, patriota insigne y destacado líder político que, por sus condiciones morales
e intelectuales, debería haber ocupado desde hace tiempo el solio de Bolívar.
Por todo lo
anterior me cuesta estar en desacuerdo con algunos de los conceptos por él
expresados en su columna “Colombia no es Venezuela, pero puede serlo”.
No obstante, considero que compartir los mismos objetivos de buscar una
solución definitiva a la crisis generalizada que afecta al país, nos autoriza
para pergeñar algunas opiniones en contra, que puedan contribuir a la obtención
de las metas que nos son comunes.
Considera el
distinguido amigo que existen en Colombia diferencias que favorecen nuestra
estabilidad económica, como las siguientes:
1. Una
institucionalidad mucho más fuerte. Imagino que se refiere a instituciones
como el Congreso (hoy cooptado por el régimen mediante la desmedida utilización
del soborno como medio de presión para obtener las decisiones que interesan al
sátrapa; a la Fiscalía General de la Nación, desempeñada por una funcionaria de
la más absoluta confianza del Ministro de Defensa y del presidente, que ya ha
dado muestras de parcialidad en sus primeras decisiones en favor de la familia
presidencial; a la JEP, tribunal de bolsillo de las FARC constituido para
otorgar impunidad a los bandoleros y perseguir a sus contradictores y a los
miembros de las fuerzas del orden; o a la Corte Suprema, más conocida como “el
carrusel de la toga”. Carece de todo valor, en nuestro personal concepto,
una institucionalidad que no se encuentre afincada en la reciedumbre de los
valores, en su imparcialidad a toda prueba y en el carácter impoluto de sus
miembros; lo demás, equivale a un cascarón vacío…
2.
Una tradición democrática más vieja y sólida. Se
asemeja esta argumentación a la de los entrenadores de fútbol que defienden sus
esperanzas de ganar un partido difundiendo las antiguas victorias del equipo,
sin tener en cuenta el rendimiento actual, la calidad de su nómina vigente ni
la estrategia que se ha adoptado para los últimos encuentros. Tanto la
dictadura de Chávez como la de Petro llegaron al poder merced a los errores de
las viejas castas políticas, su inclinación por las prácticas corruptas, su
apego al poder y su falta de carácter. Si en Venezuela permitieron el golpe
chavista, en Bogotá prohijaron el robo del plebiscito, piedra angular de la
conquista del poder por la extrema izquierda petrista. Entrega que se
consumó en el Gobierno de “transición” que, en nombre de la “centroderecha”,
alcahueteó la “toma guerrillera de las ciudades” por el candidato Petro y que,
de esa manera, alcanzó las mieles del poder. La solidez de la democracia no se
mide en años como el bouquet de los buenos vinos, sino en actitudes
enhiestas en defensa de los ideales democráticos.
3.
Venezuela
ha dependido del petróleo desde principios del siglo XX. Nosotros tenemos una
economía mucho más diversificada. Ventaja más retórica
que práctica. El pésimo manejo de los hidrocaburos ha arruinado el negocio del
petróleo que ahora, en gran parte, está en manos de los grandes acreedores del Estado
venezolano; no ha sido en vano la permanente violación de los derechos fundamentales
de la población, que ha desencadenado la imposición de restricciones a la
comercialización del petróleo en los mercados internacionales; la necesidad de
obtener ayudas políticas en los organismos internacionales obligan a menudo al
régimen a comprar apoyos a cambio de reparto gratuito de combustibles; la
producción y refinación también han sufrido notables disminuciones por el éxodo
de ingenieros y la descapitalización del aparato productivo. Escenario nunca
visto en tierras venezolanas ha sido el de las largas colas de conductores a la
espera de turno para llenar de combustible el tanque de sus vehículos. Por
nuestra parte, la política de la camarilla gobernante es liquidar la
explotación petrolera, lo que, unido a las medidas que ahuyentan la inversión,
colocarán nuestra economía al borde del colapso.
4. Hay que evitar el
control del CNE por parte del petrismo y asegurar que la Registraduría haga su
tarea de manera eficaz y transparente. Tardía recomendación,
ya que, desde la época del santismo la contratación de los servicios
para los escrutinios se ha convertido en un monopolio controlado por la
camarilla santista. En las últimas elecciones para presidente y
Congreso, el sistema quedó aún más ligado a las mayorías petristas mediante
la implementación de sistemas que no permitieron auditoría externa, ni
corrección de las múltiples irregularidades denunciadas. Ni siquiera fueron aceptadas
por las autoridades electorales, totalmente al servicio del Pacto Histórico y
del candidato Petro, la petición de repetir los escrutinios en los lugares
donde se denunciaron anomalías o practicar el reconteo de los votos.
Hasta se violó
flagrantemente la Constitución al dar posesión a un presidente condenado por un
delito de carácter doloso, con la excusa de que no se encontró el expediente,
pero sí la constancia de que Petro pagó la condena y salió libre por pena
cumplida.
Acorralado el pueblo
colombiano por este inmundo conchabamiento entre las autoridades electorales y
el candidato elegido espuriamente, tramita en la Comisión de Acusaciones de la
Cámara un juicio por indignidad en el que se ha aportado la prueba de que los
gastos de la campaña superan ampliamente las cifras permitidas por la ley,
nueva infracción a la Constitución que el ente acusador se ha negado a tramitar
de manera normal. No hay pues, ninguna ventaja por este concepto, entre la
situación venezolana y la nuestra.
En cambio, debemos
señalar algunas diferencias que sí arrojan un mayor peligro para Colombia en
relación con la amenaza de la implantación de un régimen castro-chavista en
contra del querer mayoritario de nuestros ciudadanos. Veamos:
1. Somos el segundo
productor mundial de cocaína, lo que genera una monstruosa cantidad de
efectivo a disposición del régimen petrista y de sus asociados del ELN,
las FARC y demás grupos de la guerrilla marxista.
2. Somos el segundo
país del mundo en materia de organizaciones delincuenciales, las
cuales han venido apoyando a Petro en su campaña, firmaron el Pacto de La
Picota y contribuyen a la implementación de los vándalos, grupos ilegales
armados y milicias, carne de cañón para la acción callejera y para la
sustitución de la acción de las fuerzas del orden.
3. Carecemos de una
oposición al régimen, pues mientras parte de los políticos apoyan
al partido Pacto Histórico, otros votan los proyectos del Gobierno o legalizan
las votaciones completando con su presencia el quórum reglamentario a cambio de
jugosos sobornos. Algunos, inclusive, están aportando un barniz de legalidad a
los infames proyectos de redacción ilegal de una constitución participando en
las espurias reuniones de negociación. La nueva palabra que mimetiza toda esta ominosa
tolerancia con el oprobioso régimen es “oposición constructiva”.
La esperanza es lo
último que se pierde y, al final de la columna de mi estimado Rafael, encontré
un párrafo con el cual me identifico plenamente y me llena de optimismo hacia
el futuro. Por eso lo reproduzco íntegramente y espero de corazón que su autor
nos acompañe en la campaña que estamos librando para unir a los colombianos en
una sola voz que solicite a nuestros militares y fuerzas de policía que
emprendan de inmediato su función primordial de defender el orden
constitucional, como lo ordena nuestra Carta:
“Finalmente,
ningún golpe, o autogolpe, es exitoso y ningún dictador se mantiene en el
poder, sin apoyo militar. Nada es más importante que asegurar que las Fuerzas
Militares sigan siendo demócratas e institucionales. Que no olviden que,
como dice la Carta del 91, su finalidad primordial [es] la defensa del orden
constitucional”.