José Leonardo Rincón, S. J.
Este
domingo habrá elecciones presidenciales en nuestro hermano país y debo decir
desde la barrera, el estar a la distancia y desconocer al detalle de lo que
allí pasa, que la incertidumbre es muy grande. Por un lado, el régimen chavista
está anclado, inquistado, en el poder desde hace más de dos décadas y quisiera
perpetuarse allí. Por otro lado, la oposición, a pesar de todos los obstáculos
que les han puesto, parece encontrar en esta ocasión la mejor oportunidad para recuperar
la democracia.
Cuando
yo era niño, Venezuela, para muchos, no solo era un atractivo destino turístico
y comercial, sino que muchos compatriotas emigraron hacia allá queriendo
encontrar un mejor futuro. Era un país rico y pujante. La exportación del
petróleo lo convertía en un país poderoso. Los colombianos allí, para muchos,
no éramos bien vistos y la xenofobia se enfocaba contra nosotros: estábamos
invadiendo masivamente el país, estábamos quitándole el empleo a los
nacionales, la inseguridad se incrementó por delincuentes criollos que fueron a
robar… Nunca nadie imaginó que décadas después la torta se voltearía.
Y
si hoy afirmamos taxativamente que el paso del chavismo ha sido una desgracia
para Venezuela, sería insensato ignorar que tamaña desgracia se dio porque el
capitalismo rampante, los partidos políticos tradicionales, ignoraron la
pobreza y miseria de muchos, alimentaron la corrupción en el Estado, enriquecieron
a pocos a costa del hambre de las mayorías y generaron una desigualdad social
que fue el perfecto caldo de cultivo para la así llamada revolución
bolivariana. Estuve en Caracas en los primeros años de Hugo Chávez y el júbilo
y el optimismo que se transpiraban en las calles eran generalizados. Las
intenciones primeras fueron buenas, sus primeros resultados también, pero el
poder que endulza y gusta, termina corrompiendo y dañando los corazones. Les
pasa a todos, a los de derecha y a los de izquierda. Con razón, la historia
demuestra que esas grandes ideologías, tan opuestas por fuera, son la misma
cosa por dentro. Al fin y al cabo, son ideas, constructos mentales, discursos,
teorías, detrás de los cuales están seres humanos igualmente equívocos y falibles
que las gestionan y que sucumben ante las mieles tentadoras del propio confort
por encima del bienestar común.
Aquí
en Colombia mirábamos con espanto aquel devenir, aquella desgracia, pero
imaginamos que eso era problema de ellos. El asunto es que, poco a poco, con
esa arrogancia, con esa indolencia, con esa corrupción, con esa falta de
empatía, se ha allanado el camino para que la historia pueda repetirse. Y
ahora, cuando estamos sintiendo los pasos de animal grande, nos miramos
desconcertados, porque, aunque algunos quieran negarlo, la historia puede
repetirse. Y se dirá: “se le dijo, se le advirtió, se le recomendó…”.
Venezuela
está ad-portas de sacudirse de un régimen nefasto que hizo emigrar a ocho
millones de sus ciudadanos de todas las clases sociales, que huyeron buscando
un mejor mañana. Si los patriotas con dignidad, la frente en alto y aguerrida
decisión esta vez logran superar con sus votos a los manipuladores de siempre, estoy
seguro, vendrán mejores días para Venezuela.