viernes, 12 de julio de 2024

La hora decisiva

José Leonardo Rincón Contreras
José Leonardo Rincón, S. J.

En esta ocasión hablemos de fútbol. Es el tema de las últimas tres semanas y, por lo que puedo ver, resulta ser un tema que apasiona y gusta, que sirve de bálsamo distractor y se prefiere sobre el tema político que cada vez más, aunque ineludible, resulta ser agobiante y cansón, frustrante por no decir decepcionante.

El espectáculo, la farándula y un buen circo nos distraen y temporalmente nos alienan. Son un buen analgésico que calma dolores producidos por golpes y traumas. Ungüento reconocido para abstraernos de enfermedades de vieja data. Medicamentos tradicionalmente utilizados para ponernos a pensar en otras cosas con resultados reconocidos. Lo único malo es que ofrecen alivios de corta duración. Por eso también los estrategas que nos atienden tendrán que inventarse en su momento qué darnos para que estemos tranquilos. Así es el tratamiento.

Hablemos entonces de lo que nos gusta. Hacia rato no veíamos una selección con una campaña tan exitosa, con una racha de invictos tan prolongada, de veras, con un ritmo imparable. Nuestros jugadores suscitan entusiasmo y avivan la ilusión. Como en el pasado, hacen cosas extraordinarias, como aquel gol olímpico de Marcos Coll en el 4-4 contra Rusia en el mundial de Chile-62, o el inolvidable gol agónico que le marcó Fredy Rincón a Alemania en el mundial del 94; o ese 5-0 a Argentina camino al mundial de Estados Unidos, cuando el mismísimo Pelé nos puso de favoritos y, más recientemente ese mundial de 2014 con Peckerman que nos llevó inéditamente a cuartos de final.

La historia de alguna manera se repite, pero no debería repetirse tal cual. Sería un craso error que demostraría que no aprendemos las lecciones. Hasta ahora se ha repetido que subimos como palmas y bajamos como cocos porque no aguantamos la presión del éxito y la fama, porque nos creemos el cuento de que somos los mejores, los favoritos, los virtuales campeones y cuando estamos ya en la puerta del horno, se nos quema el pan. El nerviosismo, la ansiedad de enfrentar un rival de renombre con figuras estelares, el afán individualista de querer lucirse para luego obtener jugosas contrataciones con poderosos clubes, puede más que la sensatez y la cabeza fría.

Hasta el partido con Uruguay veníamos muy bien. Es verdad que ganamos y estamos en la final, pero no hemos ganado nada, aunque hasta ahora hayamos ganado todo. Para mí, ese partido es para olvidar. ¡Qué estrés, qué sufrimiento! Nos desconfiguró en los logros que habíamos conquistado y en los que estadios llenos de connacionales han favorecido las cosas (en las tribunas nos dejamos provocar y el espectáculo se cerró de manera bochornosa): trabajo de filigrana en equipo (volvimos al afán de lucirse individualmente de algunos), pases rápidos y certeros (pases erráticos de regalo), juego bonito y dominio del balón (nerviosismo y ansiedad), control emocional ante las presiones naturales del rival (Muñoz se hizo echar y con 10 nos pudo costar el paso a la final), pases impecables de James que desde tiros de esquina o con pelota quieta se han traducido en goles de cabeza como nunca antes habíamos marcado (lo hizo una vez con la asistencia a Lerma que se tradujo en gol, pero su compostura se acabó con la expulsión de su compañero y se hizo aplicar amarilla, que de no ser por su rápido cambio que decidió sabiamente Lorenzo nos deja con nueve). Aunque no se vieron esta vez, hemos evolucionado muy bien en certeras asistencias de media distancia y con un fútbol aéreo que antes no teníamos…

Ante Argentina actual campeón de esta copa y del mundo, con Messi a la cabeza, las cosas se dan para que reorganizados volvamos a lo que hemos venido siendo. Estamos en la final. En la era Lorenzo hemos logrado lo que nunca en este certamen y el broche dorado nos espera.  Si lo logramos, pasaremos a la historia y habremos comprobado que sí se puede, que hemos aprendido de los reveses del pasado, que si hay equipo compacto y que la copa América puede llevarnos esta vez a la antesala de una copa mundo. Puede ser un sueño que se haga realidad. Pero nos faltan 90 minutos y hay que jugarlos bien, hay que demostrar una nueva jerarquía. Es la hora decisiva.