viernes, 19 de julio de 2024

De cara al porvenir: temario

Pedro Juan González Carvajal
Pedro Juan González Carvajal

En estos días, en lo regional y en lo nacional, se han presentado algunos acontecimientos dignos de resaltar dentro del millar de situaciones a los cuales nos tiene acostumbrados nuestro día a día.

En lo local, el gobernador, cumpliendo una promesa electoral, presenta una propuesta de “racionalización” de la estructura administrativa, subjetiva como todas las que se presentan pues cada uno tiene su forma de administrar. En esta ocasión fue costosa en términos del desgaste. Frustró del trabajo conjunto que se ha realizado por años entre el sector privado, el sector social y el sector público, que tuvieron que convencer a varias administraciones de que se requería elevar a la categoría de secretarías el tema de relacionamiento entre la Gobernación y los empresarios a través de la Secretaría de Productividad y Competitividad, la puesta en primer nivel del tema de la minería, principal producto del PIB antioqueño teniendo su propio interlocutor en la Secretaría de Minas, y la apuesta racional por la economía de los servicios focalizados en el turismo, teniendo una Secretaría de Turismo. Estos grandes esfuerzos se pueden perder si el Gobernador, con mirada torpe y cortoplacista insiste en desmontar estas estructuras organizacionales, que una vez abandone el cargo, habrá que volver intentar a reconstruir.

Lo anterior soportado en el peregrino argumento de ahorrar 69 mil millones de pesos al año, lo cual ante un presupuesto anual de 5.81 billones de pesos resulta ridículo e insignificante para el daño que se va a ocasionar.

Esperemos pronto nuevos e importantes anuncios como el ahorro en luminarias, restricción del consumo de café y aromáticas, y eliminación del papel higiénico de los servicios sanitarios.

No me focalizo sino en estas dependencias, a sabiendas de que existen otras que también corren el riesgo de desaparecer o de ser intervenidas o sus funciones reasignadas con sus respectivos y correspondientes costos sociales y de todo tipo.

Para ponerle el moño al fiasco, ahora resulta que también se va a poner en venta el inmueble donde está la Casa de Antioquia en Bogotá, verdadera embajada paisa en la capital. No falta, si no, que traten de vender el helicóptero de la Gobernación.

Decisiones “inteligentes” con impactos positivos mínimos o inexistentes, donde se demuestra una vez más que “cada gobernante manda en su año”.

Cada vez esto se parece más a una parroquia donde a punta de vacas y macheteadas a la estructura organizacional, se pretende conseguir ahorros sin pensar en la posibilidad de generar ingresos nuevos, por ejemplo, vía la plusvalía que pareciera ser una herramienta que no ha sido posible que se entienda para qué es lo que sirve.

Mientras esto ocurre, estoy a la espera de que se anuncie el impulso y el nombramiento de gerente para la venta de empanadas, de las rifas, de los bailes, de los bazares y de los bingos como nueva estrategia de generación de ingresos como parte innovadora en el manejo de las finanzas públicas.

Un segundo asunto es la frustración y el desencanto que ha producido el nombramiento del nuevo ministro de Educación, que, sin entrar en detalles, es un funcionario no solo inexperto en el tema, sino además mal educado y vulgar, no digno de ser la cabeza de este tema, el más importante de hoy en el mundo.

Un verdadero descache del presidente, igual que la forma como se ha intervenido de manera arbitraria y al parecer ilegal en la elección del Rector de la Universidad Nacional, sin hablar de la improvisación del nuevo sistema médico para los maestros, resultado de no tener una agenda pública, sino una agenda electoral que todos los colombianos vamos a tener que pagar en algún momento.

Me parece extraño que un político tan curtido y hábil, alborote y les dé argumentos de inconformidad a unos públicos tan sensibles y potencialmente revoltosos como lo son los estudiantes y los maestros. Recordemos lo sucedido en la Francia de De Gaulle, en 1968.

Un tercer asunto es la incapacidad de aquellos que, en medio de ambientes oscurecidos por la corrupción, dejan muy mal parada a la ingeniería colombiana.

El tema de “Caregato” en la Mojana se ha convertido en un proyecto de inversión continuado, o más bien un barril sin fondo –por varios períodos presidenciales– para fomentar y financiar a la corrupción y a los corruptos, sin solucionar los problemas que deben ser solucionados.

Personalmente sugiero que se haga una licitación internacional o se emplee la figura de emergencia económica y ambiental, y que sean los Países Bajos –que son lo que saben del asunto como nadie en el planeta– o de los chinos –que hoy realizan obras monumentales de ingeniería– para que se encarguen de darle una solución definitiva al problema, ahí sí, cueste lo que cueste y con toda la voluntad política necesaria.

En cada invierno, –y esta situación lamentablemente ya hace parte del calendario anual de Colombia– se habla de alrededor de 80.000 hectáreas afectadas y cerca de 8.000 familias que no saben qué camino coger, sin contar la catástrofe ambiental por las afectaciones a la flora y a la fauna, y cada presidente y cada ministro, siendo reiterativos mostrando y evidenciando su ineptitud e incompetencia, desarrollan una nueva modalidad de corrupción por omisión o por acción errática.

Recordemos que, según la FAO, La Mojana en uno de los 5 lugares más fértiles del planeta, ensuciado y afectado permanentemente por los residuos de la minería ilegal del nordeste antioqueño… y no pasa nada… y nadie hace nada.

Nota final: podemos seguir insistiendo en Colombia en aquello de que “los buenos somos más”, pero es absolutamente vergonzoso el comportamiento de cientos o miles de coterráneos que evidenciaron su condición de cafres y generaron desmanes y destrozos en la entrada de la final de la Copa América.

Otro ingrediente más dentro del proceso continuado de pérdida de imagen que está sufriendo el país desde varios aspectos en los años recientes.

Parecer ser nuestro sino trágico… lo que escribimos con la mano, lo borramos con el codo.

En la basura y en la letrina quedaron los hermosos y emocionantes “banderazos”, así como el canto multitudinario y estremecedor de nuestro Himno Nacional.