José Leonardo Rincón, S. J.
Uno
no sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Y la salud es un precioso tesoro que
hay que cuidar. Este año, para mí, inédito. Sufría de gripe y resfriados por
allá una vez al año. Ahora, la amenaza es permanente, tanto que a estas alturas
he padecido dos fuertes gripas y ahora una virosis de gastroenteritis.
No
sé de los efectos secundarios de la pandemia, pero sí creo que nos volvimos más
frágiles en todo, no solo física sino psicológicamente. Los educadores pudieron
observar efectos devastadores en sus estudiantes. El cambio climático ha pasado
ya su factura: con calores nunca vistos y con lluvias torrenciales que han desembocado
en tragedias.
Esos
malestares estomacales que han afectado y están afectando a miles de personas
provienen de aguas contaminadas. Los embalses casi secos que alimentan redes de
acueducto con intermitencia. El agua sale amarilla, terrosa. Hay gente que la
toma directamente de la llave o no la hierve para consumirla.
Las
medidas preventivas de la pandemia se han dejado de lado. El tapabocas ayudaría
mucho. Lavarse las manos, más. Como ya no estamos en emergencia, dejamos así,
no pasa nada.
Las
vacunas ayudaron en su momento, pero quién puede asegurar que no tienen efectos
colaterales. De hecho, acaba de salir de circulación la vacuna Astra Zeneca
porque hubo pacientes recurrentes con cuadros de trombosis. Recuerdo que por
aquellos días muchos se negaron a vacunarse pues montaban películas un tanto
exageradas, ¿Tenían razón?
Y
para colmos, un sistema de salud en crisis. EPS intervenidas, otras en cierre.
Ya hemos hecho nuestras consideraciones al respecto.
Bueno…
ya no doy más. La fiebre me tiene zurumbático y la deshidratación ha sido muy
fuerte. Quería contarles como estoy y que espero estar mejor en ocho días. Buen
fin semana y un saludo especial a nuestras madres queridas en su día.