José Leonardo Rincón, S. J.
Me
encontré en Cartagena con uno de ellos que no veía hace más de 30 años y como
si fuera ayer… una velada grata y muy estimulante. Siempre es así con los
compañeros de colegio.
La
verdad, me considero privilegiado de contar con un grupo numeroso de amigos
compañeros de colegio. Se dice, con toda razón, que esos amigos del colegio son
los amigos de toda la vida y aunque los de la Universidad también fueron
importantes, salvo los que tuve en la maestría que han sido realmente
excepcionales, los del colegio ciertamente tienen un no sé qué que los hace únicos.
A falta de uno tengo en WhatsApp varios grupos de amigos compañeros de
estudios.
Los
de primaria… sí, los de primaria. Han pasado 50 años y ahí están. No sólo nos
tenemos presentes y eventualmente nos vemos, sino que hemos podido compartir
también con quienes fueran nuestra rectora y algunos profesores. ¿Qué tal? Lo
que evidencia es que esos años fueron inolvidables y que al colegio no solo
íbamos a estudiar sino también a gozar nuestra niñez. El otro día les conté de
las clases de historia de la profe Ileana, pero acabo de recordar que una vez
uno de mis compañeros me prestó por unas horas un marranito bebé y a mi mamá
casi le da un soponcio cuando se imaginó que sería mi mascota.
Los
bartolinos del Mayor están en dos grupos, el grande de toda la promoción y el
de los amigos del círculo o “rosca” como los llamaban entonces. No me gradúe
con ellos pero ellos, muy queridos, me han adoptado como si lo fuera. Es un
grupo de gente no solo muy inteligente sino también muy humanos en su familiar
camaradería.
Los
liceistas de La Salle con quienes me gradué también están en dos grupos, los de
la promoción y los amigos siempre amigos. Cada vez que hay un cumpleaños
tenemos pretextos para encontrarnos y almorzar juntos, saber en qué vamos,
hablar cosas serias, pero también salir con las mismas tonterías de pelados
como si lo de hace cuarenta años hubiese sido ayer.
Y
los javerianos de la maestría autodenominados los mosqueteros porque como los
de Dumas somos cuatro, es otro cuento, otros temas, pero también mucho afecto y
mucho humor.
Creo
que todos podríamos contar experiencias similares. Son historias geniales,
sonoras carcajadas, las mismas anécdotas como si se contaran por primera vez,
las fechorías cometidas, muchas de ellas nunca descubiertas por nuestros
maestros, las imitaciones y burlas, nostalgias y bellos recuerdos que nos hacen
sentir niños, jóvenes, a pesar del paso de los años. Benditos amigos, regalo de
la vida, don de Dios, cómplices, educadores sin título, amistades gratuitas,
desinteresadas, es verdad, amigos de toda la vida, amigos para siempre.