Pedro Juan González Carvajal
Los seres humanos, a veces –o tal vez sea lo
normal– no controlamos nuestros pensamientos y la mente vuela, divaga y se
ocupa de los asuntos que se le da la gana y, peor aún, la vida real da pie, con
mucha frecuencia, a que se tengan pensamientos medio inútiles y ociosos.
Primer pensamiento ocioso. Hace poco recibí por
internet una de tantas promociones sobre bienes y servicios habidos y por
haber, en este caso un paquete turístico de un resort cinco estrellas en el
Caribe y el mensaje publicitario era: “venga a nuestro resort cinco
estrellas y siéntase como en su casa”. Hombre, para sentirme como en mi
casa, me quedo en mi casa. Si me voy ocho días para un hotel cinco estrellas es
para sentirme en un lugar diferente a mi casa, para salirme un rato de la
cotidianidad, para disfrutar de otro tipo de comidas, de bebidas o de
actividades. Es decir, utilizando una de las palabras de moda, casi siempre
melosas y medio pendejas, para sentir otras “experiencias”.
Segundo pensamiento ocioso. Cada vez leo con más
frecuencia la invitación a salirnos de nuestra zona de confort. ¿Los que hacen
tan amable invitación se habrán puesto a pensar las horas, días, meses, años de
trabajo que nos ha costado construir nuestra zona de confort? Pues en mi caso,
no gracias, quiero seguir disfrutando de mi zona de confort en la que me siento
cómodo, tranquilo y seguro.
Tercer pensamiento ocioso. En mi reiterativo y
cansón tema futbolístico, con la famosa y mentirosa data se saca la estadística
de cuánto tiempo efectivo de juego hubo en un partido y, de ese tiempo
efectivo, cuánto tiempo “jugó”, cada equipo. Entonces los sabios,
pseudocientíficos dicen: se jugaron solo 43 de los 90 minutos y, de ellos,
Millonarios jugó 30 y Nacional 13. ¿Cómo así? ¿Y durante los 30 minutos que
jugó Millonarios los jugadores de Nacional estuvieron en el camerino? ¿No dicen
los mismos sabios que el fútbol tiene dos fases: la ofensiva y la defensiva?
Entonces, la lógica indica que mientras un equipo juega en fase ofensiva su
rival juega en fase defensiva y viceversa. Ahora bien, es bastante discutible
que los 47 minutos restantes no se jugaron, teniendo en cuenta que las
protestas al árbitro, las “quemadas de tiempo”, las lesiones, también hacen
parte del juego. Quienes, como yo, crecieron viendo los equipos de Zubeldía,
Bilardo y Gabriel Ochoa saben de qué estoy hablando.
Cuarto pensamiento ocioso. Periódicamente
aparecen palabras incorrectas, y rebuscadas unas o mal utilizadas otras. Dentro
de estas categorías están aperturar, resiliencia y problemática. La
primera existe, pero suena horrible, la segunda se aplica a cualquier tropezón
superado (la verdadera resiliencia se evidencia en el fenómeno sucedido con los
frailejones en los páramos afectados por incendios. Sí, eso es resiliencia). Y
la palabra problemática nos invadió en todos los ámbitos con una pésima
utilización. Según la RAE, una problemática es el “conjunto de problemas
pertenecientes a una ciencia o una actividad determinada”, es decir, algo de
gran dimensión, pero hoy se le aplica a cualquier problema por insignificante
que sea. “tengo una problemática: no tengo con qué pagar los servicios este
mes”, “jefe, llegué tarde porque tuve una problemática con el
transporte”. Excúsenme si estoy muy problemático pero ese mal uso de
ciertas palabras se vuelve pesado.
Quinto pensamiento ocioso. Cada vez, con más
insistencia, se argumenta que los humanos vamos hacia nuestra autodestrucción
por la manera irresponsable como hemos tratado al planeta sobre todo en los
últimos 200 años. Considero que es un favor que le haríamos al planeta, a la
naturaleza y al cosmos, pues definitivamente como especie sobresalimos por lo
perniciosos y lo desjuiciados. Seremos una más de las miles de especies
extintas… y listo.
Bueno, como se habrán dado cuenta, en esta
etapa de mi vida voy pasando aceleradamente de los malos pensamientos a los
pensamientos ociosos.
Reflexión ociosa. A los 25 años estamos
plenos de vida y miramos el horizonte como si todavía nos faltara vivir el
doble de lo ya vivido para llegar a los 75 años (tranquilidad).
Al cumplir los 50 años nos percatamos que nos
falta la mitad de lo ya recorrido para llegar a los 75 años (inquietud).
Al alcanzar los 75 años sentimos que hemos
vivido plenamente y que de ahí en adelante todo es ganancia (esperanza).