La participación es un proceso “en
el que distintas fuerzas sociales, en función de sus respectivos intereses, intervienen
directamente o por medio de sus representantes en la marcha de la vida colectiva
con el fin de mantener, reformar o transformar los sistemas vigentes de la organización
social y política”.
Dentro del mal o bien entendido sentido
de la aplicación del concepto de participación ciudadana, en este país del Sagrado
Corazón hemos visto cómo pululan los mal llamados líderes y lideresas, personas
en la mayoría de los casos comprometidos por el bienestar de su entorno y de su
microcosmos, sin que alcancen jamás la dimensión y la trascendencia de lo que es
un verdadero líder.
Compañero inseparable de estos “procesos
de participación”, está la estrategia o la metodología de trabajo denominada como
“mesas de trabajo”, donde cada problema tiene como parte de su solución la convocatoria
y establecimiento de las denominadas mesas de trabajo que aparecen por miles, pero
cuyos resultados, pareciera ser que están asociados principalmente a la dejada de
constancia de que la mayoría de los actores se sienten y se sientan como iguales
a discutir y muchas veces a negociar sin tener ni el conocimiento completo ni las
atribuciones para tomar decisiones o comprometer recursos públicos.
Es de suponerse que debe hacerse
seguimiento al trabajo y a las recomendaciones planteadas desde las mesas de trabajo
para garantizar que efectivamente se generen las acciones pertinentes para ayudar
a resolver la problemática que dio su origen.
Acompañan a las mesas de trabajo
los “talleres” o los trabajos comunitarios donde se discuten temas para dar la oportunidad
de que el ciudadano de a pie se exprese, muy típico en la construcción de programas
de Gobierno por parte de los candidatos o de los planes de desarrollo por parte
de los candidatos ganadores de las elecciones.
Igualmente, cuando se habla de “presupuestos
participativos”, se recurre a alguna de estas estrategias ya sea para tener en cuenta
a la gente o para dejar constancia de haber tenido en cuenta a la gente, buscando
legitimación para su presentación final.
Una cosa es el trabajo grupal y otra
cosa es el trabajo en equipo. Ahora bien, estas metodologías tienden a buscar consensos,
olvidando el hecho de que el consenso es un medio y no un fin en sí mismo. Alguien
finalmente tendrá de tomar la mejor alternativa de decisión y decidir.
Fuera del compromiso e interés de
los participantes en estas actividades, debe garantizarse un conocimiento por encima
del promedio acerca del tema que se va a tratar.
No por apoyar la democracia podemos
caer en un democraterismo insulso con sabor a populismo que al final sale demasiado
costoso y no obtiene resultados.
Por eso debemos enfocarnos en definir
el tipo de ciudadano que queremos y garantizar que un verdadero sistema educativo
se ponga al servicio de este propósito.
La democracia se consolida o se fractura
desde la educación. Todos los niños de cualquier parte del territorio tienen el
derecho a recibir la misma educación de calidad que los demás niños. De no hacerlo
así, estaremos discriminando a la niñez -sentenciando su futuro- y hablando es de
alfabetización, lo cual es importante pero no contribuye a la construcción, conservación
y fortalecimiento de una sociedad justa, equitativa y verdaderamente democrática.