Se sienta uno a ver los
noticieros de televisión, y partiendo del principio de la buena fe, uno cree en
la responsabilidad periodística, a sabiendas de que cada noticiero por más
objetivo e imparcial que se presente, como mínimo debe preocuparse por su
supervivencia y entonces depende de la pauta publicitaria y ahí comienzan los
conflictos de interés.
Es absolutamente alarmante el
contenido típico de estos espacios de divulgación noticiosa.
No entiendo como todavía este
país no ha colapsado ante esta hecatombe moral y este cataclismo ético que cada
día observamos y del cual somos casi todos observadores pasivos y casi todos
cómplices por inacción.
Cuando no son los desastres
naturales previsibles y advertidos, pasamos a la masacre de turno –un poco más
de dos docenas en lo que va corrido del año–, al asesinato de líderes sociales,
ambientales, reinsertados, y miembros de la fuerza pública, cuando no es de la
delincuencia organizada que doblega las posibilidades de las autoridades en las
ciudades.
Ni hablar de los feminicidios,
de los abusos a niños, del mercado sexual, del secuestro, de la extorsión, del
gota a gota, de los ingenuos intentos por lograr una muy deseada “Paz Total”
pero teniendo como interlocutores a grupos que ya patentaron la fórmula para
continuar con este proyecto de vida, que no defiende ideología alguna, sino a los intereses de los
miembros de estos grupos, cual es la creación de “disidencias” que pareciera
ser están planeadas desde antes de firmar un acuerdo de paz entre el Estado y
un porcentaje importante de los miembros y dirigentes de estos grupos.
No podemos olvidar el impacto
del narcotráfico y la estéril estrategia global empleada hasta ahora, basada en
la prohibición, pero cuyos recursos han servido para corromper a una gran
cantidad de personas e instituciones de nuestra pretendida sociedad, abriéndole
paso y financiando a la maldita corrupción.
No olvidemos que estamos ante
una situación donde los colombianos nos estamos matando entre nosotros mismos
desde hace un poco más de 200 años. Independientemente de donde provengan las
balas, el humano caído es un ciudadano colombiano.
Para enfrentar la corrupción no
me voy a poner a desarrollar ideas melifluas, ni a proponer acciones
políticamente correctas para dejar constancia ni a proponer mecanismos inocuos…
¡no!
Como el asunto se nos salió de
madre, como los delincuentes se encuentran en todas las escalas sociales y perdieron
hasta los modales y el recato para robar a plena luz del día, mi propuesta es
sencilla: implementar una reforma bajo la figura jurídica pertinente
para incorporar como mecanismo de combate contra la corrupción, la pena de
muerte y el decomiso de todos los bienes de los parientes en primer y
segundo grado de consanguinidad y de aquellos que sirvan como testaferros.
Como se está avanzando en la
construcción de un proyecto de ley para la siempre cacareada y nunca
implementada Reforma a la Justicia, podría ser el momento de tener en cuenta
este “articulito”.
Estamos dizque librando una
batalla frontal contra la corrupción, teniendo como actores a personajes
castigados por corrupción, lo cual es un magistral ejemplo de nuestra Colombia macondiana.
O seguimos insistiendo en luchas
simbólicas para dejar constancia, o nos ponemos serios y nos proponemos acabar
con este flagelo, caiga quien caiga y pase lo que pase.
Lo que sí parece una línea sacada
de una obra del “teatro del absurdo” es el eslogan del actual Gobierno que dice
“Colombia, potencia de la vida”, lo cual dista mucho de ser verdad y de
lo que la realidad nos está mostrando y enrostrando a diario.
Ojalá esta frase fuera cierta y
tuviera un sentido real.
Ahí les dejo “Este trompo en la
uña”.
Nota. Torpe, siendo
generosos con el calificativo, es el manejo que el actual Gobierno le ha venido
dando al proceso de elección del Rector de la Universidad Nacional. Está
alborotando sin necesidad uno de los avisperos más complejos que existe, cual
es el segmento de los estudiantes, al cual pueden adherirse fácilmente los
maestros y otros grupos de interés. Este Gobierno que reclama permanentemente
la participación y el respaldo de las bases, puede ver como acaba de lanzar un
bumerán con recorridos y consecuencias impredecibles.
Recordemos a Daniel “el Rojo” y
las marchas estudiantiles en la Francia del 68 que pusieron a tambalear al general
De Gaulle, gran héroe nacional quien ocupaba la Presidencia de la República en
ese momento histórico.
Para no darle muchas vueltas, “con
los estudiantes no se juega”.