lunes, 27 de mayo de 2024

Un azaroso presente e inescrutable futuro

Luis Alfonso García Carmona
Luis Alfonso García Carmona

Debo confesar que, en toda mi existencia, que ya no es tan corta, había presenciado una situación tan aterradora para el país como la que vivimos desde hace dos años, ni había viso crecer a tan insoportable nivel la preocupación por el futuro de los colombianos.

Para muestra un botón: no contento el régimen con plantear una reforma sustancial de nuestra Constitución mediante un “proceso constituyente” ilegítimo, populachero en su origen y con un contenido desconocido por la sociedad colombiana, ahora nos resulta que se han presentado al ELN las conclusiones de unas espurias reuniones de “participación nacional”, con la única intervención de colectivos izquierdistas de fachada acompañados de unos pocos convidados de piedra que ya comienzan a retirarse o a abstenerse de firmar los supuestos acuerdos que, según el tiránico régimen, gozan de “fuerza vinculante” al momento de negociar la “paz total” con estos facinerosos.

Si esto no es violar el “orden constitucional” establecido para garantizar la convivencia y la seguridad de los colombianos, díganme, por favor, entonces ¿cuándo se configura tal violación?

No hace falta recabar en la fraudulenta elección de Petro a la Presidencia, aunque los funcionarios competentes se hayan negado a escrutar las pruebas y a proferir la respectiva providencia acusatoria, pues ya son de público conocimiento las enormes sumas gastadas en la campaña, desde antes de que esta iniciara formalmente su vigencia, así como el abultado monto de los dineros y servicios aportados ilícitamente que al final marcaron una diferencia con las posibilidades del resto de competidores.

Sí es digno de anotar que los escrutinios presidenciales fueron los más cuestionados por la cantidad de irregularidades denunciadas a lo largo y ancho del territorio nacional, pero, inexplicablemente, tanto las autoridades ejecutivas como los funcionarios judiciales y de los entes de control optaron por la servil actitud del avestruz, enterrando sus ojos y oídos antes que ordenar un recuento de votos o la repetición de comicios en los lugares afectados por las irregularidades denunciadas.

Tampoco es necesario que hagamos un resumen, que todos los colombianos tenemos muy presente, de las absurdas decisiones de la dictadura Petrista que desconocen el deber del Estado de velar por la vida de los colombianos, de orientar la acción del estado al interés general y a la prosperidad en lugar de ahuyentar el capital y propiciar el desempleo o, finalmente, de trabajar por el bienestar de la comunidad en vez de destruir los sistemas de salud y pensiones que le facilitan su acceso a los servicios asistenciales.

No, no es necesario impetrar el consabido espíritu anticonstitucionalista y abiertamente revolucionario del régimen. Ni falta que hace pues viene consignado en la cartilla marxista que practican a rajatabla los populistas de izquierda, y en las directrices que reciben del Foro de Sao Paulo, la organización encargada de bañar en sangre a Latinoamérica como paso para crear la unión de repúblicas del Socialismo del Siglo XXI. 

¿Cómo explicar que, ante tanta infamia, permanezcamos indiferentes los colombianos, sin reaccionar ante la espantosa amenaza que se cierne sobre nuestra Patria?

Y no me refiero solamente a la masa de colombianos de a pie, adoctrinados por unos medios sobornados y perplejos frente a la cobarde entrega de sus dirigentes políticos al régimen para aprobar sus funestos proyectos de ley.

El azaroso presente y el inescrutable futuro de nuestro país sólo podemos revertirlos cuando nuestra dirigencia presione a los congresistas para que cumplan con su deber tramitando con celeridad e imparcialidad el juicio político contra Petro, como lo ordena el artículo 109 de la Constitución Política, y los altos mandos militares adopten la patriótica decisión de restaurar el orden constitucional como lo estatuye el artículo 217 de la misma y asuman temporalmente las riendas del Estado hasta que se realicen comicios que garanticen la transparencia y la normal continuidad del sistema democrático.